martes, 29 de septiembre de 2009

Bankei: La Dualidad, la No-Lucha, el Nonato y la Mente Budha

Para Bankei la mente posee un dinamismo inherente. Es un vibrante espejo del mundo, que refleja en sí mismo todo lo que contempla y registra todo lo que refleja. Y al registrar, también puede evocar lo que ya ha contemplado. Las cambiantes circunstancias, que en sí mismas no son ni buenas ni malas, originan entonces incesantes permutaciones y combinaciones de reflejos, registros y recuerdos que en sí mismos resultan en la aparentemente incesante cadena de pensamientos y sentimientos que aparecen y se desvanecen para reaparecer nuevamente. Esta es, en sí misma, la actividad natural de la mente.

Sin embargo, el ser humano que no se atiene al Nonato, es impulsivo y hasta compulsivo, pues sufre del apego y dada la dinámica naturaleza de la mente, el apego viene a ser una condición antinatural y enfermiza, que le esclaviza a sus propias respuestas. Al querer aferrarse a ciertas impresiones pasajeras y evadirse de otras, queda entonces atrapado, fascinado en las redes del engaño que impiden el natural funcionamiento de la mente. Esta queda entones dividida contra sí misma y uno sucumbe ante la mecánica del placer y el dolor creando la dualidad, los pares de opuestos causantes de la ilusión y el sufrimiento.

Si uno en cambio dejara pasar todas las impresiones, estas no obstruirían ni perturbarían la conciencia de lo Nonato. De la misma manera que alguien que, concentrado en un discurso, sin embargo registra los sonidos y la actividad de los alrededores sin dejarse perturbar por ellos, aquel que deja pasar las impresiones se mantiene centrado en el Nonato, sin distraerse por el constante flujo. Para Bankei, dejar pasar las impresiones significa liberarse del mi no hiiki y del kiguse, esto es, el egocentrismo, la importancia personal y sus consecuencias, los malos hábitos, que en su conjunto constituyen la ilusión.

Este egocentrismo da lugar a un yo ilusorio, fabricado, que no es sino un tipo de reflejo. Su peligro radica en su capacidad de hacer que uno vea todas las cosas desde una perspectiva personal y en justificar esa óptica tan estrecha considerándola como “fundamental”, “razonable” y hasta “necesaria”, cuando en realidad es arbitraria y engañosa.

Esta perspectiva egoísta y caprichosa se alimenta y se sostiene de los hábitos negativos que se van adoptando conforme uno crece. Rodeados de seres imperfectos, uno imita las cualidades que se le muestran, hasta que alcanzamos la anómala condición de confundir estos hábitos por nuestra verdadera naturaleza. Con esto, la Nonata Mente Buda es obstaculizada y ensombrecida.

Siendo que el egocentrismo y los hábitos no son innatos, la identificación con ellos no es ni natural ni espontánea y por consiguiente se puede superar. Pero esto no es posible a través de la lucha o la represión pues esta es parte del complejo proceso que inicialmente nos atrapa. Más bien será necesario simplemente regresar a lo que realmente es, el Nonato.

El estado natural de la mente es solo uno, la Mente Buda. No son dos. Por ello cuando uno trata de detener la ira, el enojo, los pensamientos, la mente queda dividida entre lo que hay y lo que se quisiera que fuera, el pensamiento que surge y el pensamiento que dice que debe detener aquello que surge. Es como si persiguiéramos a alguien que se nos escapa, excepto que nosotros somos el perseguidor y el perseguido a la vez. Por ello la idea de detener el pensamiento es equivocada. Cuando no nos ocupamos más de esos pensamientos, cuando dejamos de hacer algo o no hacer algo al respecto, entonces surge la Mente Buda, el Nonato, la conciencia.

Basado en sus enseñanzas, Bankei rehusó imponer reglas, prácticas y rituales específicos que según él, fácilmente se convertían en hábitos y producían dependencia. También consideraba que en la práctica del koan, era en la espontaneidad del encuentro entre maestro y discípulo donde radicaba el Nonato, más que en su contenido. Y de la misma manera rechazó todo intento de formalizar el zazen [za sentarse y zen meditación] como una práctica específica de meditación pues entendía que ésta solamente era posible en la Mente Buda y que solamente cuando se experimentaba la Mente Buda se podía practicar el zazen.

Quizás por estas razones sus enseñanzas, más allá de producir una línea particular, fueron absorbidas por otras escuelas y su nombre no dejó una huella personal en la historia japonesa. Para Bankei, el nombre y la fama, el ritual y la formalidad, todos constituían apegos y dependencias que inevitablemente resultarían tarde o temprano en ilusión y sufrimiento. Para él, la única solución residía en la experiencia del Nonato, la Conciencia de Todos los Días.

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