martes, 29 de septiembre de 2009

Bankei: La Dualidad, la No-Lucha, el Nonato y la Mente Budha

Para Bankei la mente posee un dinamismo inherente. Es un vibrante espejo del mundo, que refleja en sí mismo todo lo que contempla y registra todo lo que refleja. Y al registrar, también puede evocar lo que ya ha contemplado. Las cambiantes circunstancias, que en sí mismas no son ni buenas ni malas, originan entonces incesantes permutaciones y combinaciones de reflejos, registros y recuerdos que en sí mismos resultan en la aparentemente incesante cadena de pensamientos y sentimientos que aparecen y se desvanecen para reaparecer nuevamente. Esta es, en sí misma, la actividad natural de la mente.

Sin embargo, el ser humano que no se atiene al Nonato, es impulsivo y hasta compulsivo, pues sufre del apego y dada la dinámica naturaleza de la mente, el apego viene a ser una condición antinatural y enfermiza, que le esclaviza a sus propias respuestas. Al querer aferrarse a ciertas impresiones pasajeras y evadirse de otras, queda entonces atrapado, fascinado en las redes del engaño que impiden el natural funcionamiento de la mente. Esta queda entones dividida contra sí misma y uno sucumbe ante la mecánica del placer y el dolor creando la dualidad, los pares de opuestos causantes de la ilusión y el sufrimiento.

Si uno en cambio dejara pasar todas las impresiones, estas no obstruirían ni perturbarían la conciencia de lo Nonato. De la misma manera que alguien que, concentrado en un discurso, sin embargo registra los sonidos y la actividad de los alrededores sin dejarse perturbar por ellos, aquel que deja pasar las impresiones se mantiene centrado en el Nonato, sin distraerse por el constante flujo. Para Bankei, dejar pasar las impresiones significa liberarse del mi no hiiki y del kiguse, esto es, el egocentrismo, la importancia personal y sus consecuencias, los malos hábitos, que en su conjunto constituyen la ilusión.

Este egocentrismo da lugar a un yo ilusorio, fabricado, que no es sino un tipo de reflejo. Su peligro radica en su capacidad de hacer que uno vea todas las cosas desde una perspectiva personal y en justificar esa óptica tan estrecha considerándola como “fundamental”, “razonable” y hasta “necesaria”, cuando en realidad es arbitraria y engañosa.

Esta perspectiva egoísta y caprichosa se alimenta y se sostiene de los hábitos negativos que se van adoptando conforme uno crece. Rodeados de seres imperfectos, uno imita las cualidades que se le muestran, hasta que alcanzamos la anómala condición de confundir estos hábitos por nuestra verdadera naturaleza. Con esto, la Nonata Mente Buda es obstaculizada y ensombrecida.

Siendo que el egocentrismo y los hábitos no son innatos, la identificación con ellos no es ni natural ni espontánea y por consiguiente se puede superar. Pero esto no es posible a través de la lucha o la represión pues esta es parte del complejo proceso que inicialmente nos atrapa. Más bien será necesario simplemente regresar a lo que realmente es, el Nonato.

El estado natural de la mente es solo uno, la Mente Buda. No son dos. Por ello cuando uno trata de detener la ira, el enojo, los pensamientos, la mente queda dividida entre lo que hay y lo que se quisiera que fuera, el pensamiento que surge y el pensamiento que dice que debe detener aquello que surge. Es como si persiguiéramos a alguien que se nos escapa, excepto que nosotros somos el perseguidor y el perseguido a la vez. Por ello la idea de detener el pensamiento es equivocada. Cuando no nos ocupamos más de esos pensamientos, cuando dejamos de hacer algo o no hacer algo al respecto, entonces surge la Mente Buda, el Nonato, la conciencia.

Basado en sus enseñanzas, Bankei rehusó imponer reglas, prácticas y rituales específicos que según él, fácilmente se convertían en hábitos y producían dependencia. También consideraba que en la práctica del koan, era en la espontaneidad del encuentro entre maestro y discípulo donde radicaba el Nonato, más que en su contenido. Y de la misma manera rechazó todo intento de formalizar el zazen [za sentarse y zen meditación] como una práctica específica de meditación pues entendía que ésta solamente era posible en la Mente Buda y que solamente cuando se experimentaba la Mente Buda se podía practicar el zazen.

Quizás por estas razones sus enseñanzas, más allá de producir una línea particular, fueron absorbidas por otras escuelas y su nombre no dejó una huella personal en la historia japonesa. Para Bankei, el nombre y la fama, el ritual y la formalidad, todos constituían apegos y dependencias que inevitablemente resultarían tarde o temprano en ilusión y sufrimiento. Para él, la única solución residía en la experiencia del Nonato, la Conciencia de Todos los Días.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

http://www.acharia.org/artes_visuales_zen/indice.htm

Maestro, Hsu Yun

Las Enseñanzas de Xu Yun – Nube Vacía *
Recordando al Gran Maestro Chino del Budismo Zen, Xu Yun
*

Capítulo 1 – Introducción *

Capítulo 2 - Entrenamiento Chan *

Capítulo 3 - Alcanzando la Iluminación * Con los Preceptos y El Correcto Esfuerzo

Capítulo 4 - El Sermón de la Flor del Buda *

Capítulo 5 - Estados de Desarrollo *

Capítulo 6 – Dificultades *

Capítulo 7 - Respiración y postura *

Capítulo 8 - Perseverancia e Iniciativa *

Capítulo 9 - Transmisión Sin Palabras *

Capítulo 10 - Pang el Seglar *

Capítulo 11 - El Dao Inmortal *

Capítulo 12 - Mo Shan *

Capítulo 13 - Conclusión *

Final de ‘Las Enseñanzas de Xu Yun o Nube Vacía’ *

Voto de Lealtad a Uno Mismo y a la Verdad *

Las Enseñanzas de Xu Yun – Nube Vacía

Como fueron recopiladas de las notas y recuerdos de Jy Din Shakya

y relatadas a la Rev. Ming Zhen Shakya, OHY (llamada anteriormente Chuan Yuan Shakya)

y a Upasaka Richard Cheung

Traducido al Español
por Shi Chuan Fa
Edición española revisada por Yin Zhi Shakya, OHY

Recordando al Gran Maestro Chino del Budismo Zen, Xu Yun

El nombre del Maestro, Xu Yun, en español significa "Nube Vacía", una traducción que a menudo confunde a la gente. Todos sabemos lo qué es una nube, pero nos preguntamos qué significado le añade el calificativo "vacía".

En la literatura Chan ó Zen, el término "vacío" aparece con bastante frecuencia y con sentidos muy diferentes, así que comenzaré por intentar aclarar su significado.

Estar vacío significa estar vacío del ego, no tener ningún pensamiento del ‘yo’. No en el sentido que se actúe como un vegetal o un animal salvaje – cosas vivientes que simplemente procesan agua, comida y luz solar para poder crecer y reproducirse – sino en el sentido de que ‘se deja de juzgar’ las acciones, las personas, los lugares, y el entorno en términos de "yo", de "mí" o de lo "mío". Una persona que está "vacía del yo" rara vez tiene ocasión de emplear estos pronombres.

Permítanme que sea más específico. Todos hemos oído hablar de un pariente, o de un amigo, que dice ser totalmente altruista en su amor hacia otro. Un marido diría, "No guardo nada para mí. Se lo doy todo a mi mujer." Este hombre no está vacío. Se ha limitado a proyectar una parte de su identidad en otra persona.

Una persona que está verdaderamente vacía no posee nada, ni siquiera conciencia del yo o de sí mismo. Sus intereses no dependen de sus propias necesidades y deseos, pues en efecto no toma en cuenta estas consideraciones, sino que se preocupa por los demás. No juzga a la gente por ser simpática o antipática, digna o indigna, útil o inútil, etc. No aprecia ni desprecia a nadie. Comprende simplemente que el Buda Amitaba, el Buda de la Luz Infinita y la Bondad, vive en todos los seres humanos y todo lo invierte solamente en la empresa de ese Yo Búdico.

Alcanzar este vacío nunca resulta fácil. Una vieja historia Chan lo ilustra:

Una vez un Maestro Chan emprendió la formación de un novicio que tenía grandes dificultades para separarse de las personas de su anterior vida secular. "No puedes servir al Dharma hasta que cortes estos lazos – le dijo el Maestro — ¡Debes destruir estas relaciones posesivas! ¡Mátalas! ¡Míralas como si ya no existieran!"

- ¿Pero también debo matar a mis padres? – preguntó el novicio.

- ¿Quiénes son ellos para ser perdonados? – respondió el Maestro.

- Y a usted, Maestro -dijo el novicio – ¿también debo matarlo?

El Maestro sonrió y dijo, "No te preocupes, no queda lo suficiente de mí como para que me pongas las manos encima."

Así era Xu Yun, no había suficiente de él para que alguien lo agarrase. En 1940 las Fuerzas Aéreas del Imperio Japonés bombardearon el Monasterio de Nan Hua donde estaba meditando; pero no le pudieron poner las manos encima. En 1951, cuando era un anciano de noventa y tres años, batallones de desalmados comunistas le golpearon repetidamente, y aunque le rompieron los huesos y consiguieron matar a sacerdotes más jóvenes y fuertes, tampoco pudieron ponerle las manos encima. No había suficiente de él para que alguien lo cogiese. ¿Cómo puede asesinarse el Yo Búdico? Xu Yun no moriría hasta que estuviese listo para morir, hasta que hubiese terminado las tareas que se había impuesto.

Les hablaré de este hombre extraordinario, esta Nube Vacía cuya presencia influyó tanto en mi vida. Les contaré cosas que recuerdo y haré lo posible por transmitirles sus enseñanzas del Dharma. Quizás si aprenden de él puedan experimentar parte de la alegría que sentí al conocerle.

Estar en presencia de Xu Yun era encontrarse en medio de la mañana de un día soleado, o en una de esas nubes que se estancan en lo alto de la montaña. Una persona puede alargar la mano e intentar atrapar la niebla, pero sin importar cuánto se esfuerce por cogerla, su mano siempre seguirá vacía. A pesar de todo, sin importar lo seco que esté su espíritu, la Nube Vacía lo envolverá con una humedad dadora de vida; sin importar cómo arda su espíritu lleno de ira o desilusión, una tranquilizadora frescura se posará sobre él, como rocío ligero.

Esta es la Nube Vacía de Xu Yun que permanece con nosotros. Ni el tiempo ni el Sol pueden destruirla, puesto que es Sol en sí misma; salvo que además es eterna.

Ahora les contaré algo sobre la historia que ambos compartimos.

Durante la década de 1920, cuando yo aún era un niño, Xu Yun no había llegado todavía al Monasterio de Nan Hua, el monasterio que Hui Neng, el Sexto Patriarca Chan, había fundado cerca del pueblo de Shao Guan, donde yo vivía. Shao Guan está situado aproximadamente a ciento sesenta kilómetros al norte de Guang Zhou (Cantón) en la Provincia de Guang Dong, que está al sur de China.

Desde que se fundó en el año 675 d.C., el Monasterio de Nan Hua ha atravesado ciclos de decadencia y esplendor; pero cuando yo era niño, sin lugar a dudas estaba atravesando una de sus fases de decadencia. Como claramente puedo recordar, se parecía mucho más a un patio de recreo que al lugar sagrado que es hoy en día.

En aquellos días Shao Guan era un soporífero y pequeño pueblo ribereño, un lugar en que los chicos no podían hacer muchas cosas para divertirse. Ir al Monasterio de Nan Hua era nuestro equivalente a una excursión a Disneylandia.

Lo que hacía aún más excitante la visita a este monasterio-patio de recreo es que nadie parecía estar al cargo. Vivían allí cerca de cien monjes y unas pocas monjas, pero la mayoría estaban ocupados en discusiones: monjas contra monjas, monjes contra monjes, monjas contra monjes. Y los edificios de este gran centro religioso eran simplemente el lugar donde acaecían estas disputas. No parecía importar que la madera se estuviese pudriendo, que la cantería se estuviera derrumbando o que el herraje de la vieja pagoda roja y blanca se estuviese oxidando. La decadencia simplemente seguía el ritmo del decaimiento en la disciplina monástica. Budistas devotos, como mis padres, iban de visita y echaban dinero en las cajas de donación; y si los niños revoltosos que llevaban con ellos, como mi hermano mayor y yo, se subían a las viejas estructuras, jugaban al escondite detrás del santuario sagrado, o corrían por los vestíbulos santos, nadie protestaba. Haber impedido que nos divirtiéramos podría haber hecho que disminuyeran las donaciones. Supongo que los monjes se preguntaban si ya que tenían que sufrir con edificios desmoronados, por qué deberían correr el riesgo de agravar sus problemas con escasez económica.

Así que nos lo pasábamos bien siempre que íbamos a Nan Hua. Solíamos cruzar el puente del río Caoxi (Ts'ao Xi) y subir a una de las montañas cercanas en la que había un nicho natural de piedra. Se decía que el Sexto Patriarca había meditado en este nicho. Solíamos sentarnos en él y reír imitando su postura piadosa.

No es de extrañar que el Sexto Patriarca se le apareciera a Xu Yun en una visión, y le pidiera que fuese al Monasterio de Nan Hua para poner en orden toda la confusión en que se había convertido.

No me encontré con Xu Yun hasta 1934 cuando yo tenía diecisiete años y él estaba en los sesenta. El se encontraba entonces como en la fotografía que he reproducido al comienzo del texto. Les hablaré de este encuentro. Pero para poder apreciarlo, necesitan conocer un poco más sobre mi historia previa.

Mi apellido es Feng. Originalmente mi familia viene de la Provincia de FuJian, pero mi padre se trasladó a Shao Guan y allí es donde nacimos y crecimos mi hermano mayor y yo. Según los criterios locales mi familia era considerada rica. Mi padre tenía dos negocios: un negocio de materiales de construcción y suministros, y una tienda en la que vendía comida desecada como champiñones, cebolletas y otras variedades de vegetales.

Supongo que mis padres esperaban en un principio que un día mi hermano se encargara de un negocio y yo del otro. Pero los talentos de mi hermano no estaban en las ocupaciones académicas, y pronto se empezaron a preocupar por su capacidad. Cuando yo tenía cuatro años comencé a estudiar con los tutores que habían llamado para educarle. Entonces mi hermano me sacaba dos años. Sin embargo, yo aprendía rápidamente y comencé a "saltar" cursos hasta que le aventajé. Así que al terminar el Sexto Año de la Escuela Primaria, a pesar de ser dos años menor que mi hermano, me gradué con dos de ventaja.

Después entré en la Escuela Secundaria o Intermedia. La escuela a la que asistía se llamaba Li Qun que significa una escuela que "alienta a la gente". Era una escuela de la iglesia Católica Romana y todos los profesores eran sacerdotes y monjas católicos. Estaba considerada como la mejor escuela de la zona. Pero el estudio del Cristianismo era más o menos opcional; y en mi caso decidí no estudiarlo. Todo lo que me interesaba en realidad era jugar a la pelota. Si algo se podía lanzar, patear, botar o golpear, me interesaba. En la Escuela Intermedia esto era lo que más me "animaba" a hacer.

A pesar de ello atendía suficientemente mis estudios como para ser admitido en una Escuela Superior de tres años. No me sentía muy atraído por la venta de vegetales desecados así que pensé en hacerme profesor.

Y allí estaba yo en 1934, un muchacho engreído de diecisiete años... un listillo, dirán, que como era normal, se fue unas vacaciones al Monasterio de Nan Hua con el resto de chicos y chicas para divertirse un rato. Nunca había oído hablar de Xu Yun y ciertamente no esperaba descubrir que un hombre santo acababa de llegar a Nan Hua. Y allí estaba él...

Algo me sucedió cuando le miré la cara. De repente bajé las rodillas y apoyé mi frente en el suelo, postrándome. Mis amigos estaban atónitos, yo nunca me había arrodillado ante nadie en mi vida... y allí estaba yo, inexplicablemente, sin que nadie me sugiriera hacerlo, humillando mi cuerpo ante él. Lleno de temor reverencial y de sorpresa, me postré tres veces seguidas ante Xu Yun. El Gran Maestro me sonrió y me preguntó, "¿Quién eres y de dónde vienes?" Yo apenas susurré, "Soy Feng Go Hua, y vengo de Shao Guan." Xu Yun sonrió de nuevo y dijo, "Diviértete aquí en el Templo de Nan Hua." Él estaba rodeado por muchos otros monjes que lo miraban en silencio. Supongo que no se lo explicaban, tampoco yo.

Al irme ya estaba impaciente por volver a Nan Hua... pero no para divertirme... quería ver a Xu Yun de nuevo.

La segunda vez que le vi me preguntó si quería tomar los Preceptos Budistas, que es como se dice formalmente hacerse budista. Dije, "Sí, claro." Y así recibí los Preceptos de Xu Yun. Él me dio el nombre de Kuan Xiu, que significa " práctica grande y profunda".

No más fútbol, baloncesto, ni ping pong. Ahora, durante mis vacaciones de verano, viajaba unos treinta y dos kilómetros hasta el Monasterio de Nan Hua dos veces por semana. Solía coger el tren hasta la Montaña Ma Ba, una formación rocosa prominente, y luego solía caminar seis kilómetros hasta el monasterio. Xu Yun me daba libros de Budismo para que los estudiara; y así es como pasé mis vacaciones. Por primera vez en mi vida, sentí la religión en el corazón. Quería hacerme sacerdote.

Pero mi repentina conversión religiosa causó confusión en mi casa. Las cosas no eran tan simples. En primer lugar, cuando nací, mis padres me llevaron a un famoso astrólogo para que hiciera mi horóscopo natal. Este astrólogo vio claramente en las estrellas que me convertiría en un oficial militar de alto rango y que moriría a la edad de treinta años. Tener un héroe muerto en la familia era un honor al que no renunciarían tan rápidamente. Sin embargo, estaban felices de que me fuera tan bien en la escuela. Esto significaba que los negocios familiares estarían seguros en mis manos, especialmente cuando se estaba haciendo cada vez más evidente el hecho de que los negocios no irían tan bien en las manos de mi hermano. Cuando mis padres se enteraron finalmente de mi deseo de hacerme sacerdote, como budistas que eran, recibieron felizmente la noticia; pero como gentes de negocios, estaban muy inquietos. ¡El hijo equivocado quería hacerse sacerdote!

Aunque en realidad, antes de sentirme llamado por el sacerdocio, tenía otras intenciones para mi futuro. Nunca le di ningún crédito a las predicciones del astrólogo, pero, estando un poco cansado con el panorama de convertirme en maestro de escuela, decidí que tras finalizar la Escuela Superior, seguiría adelante y entraría en la Escuela Militar de Chiang Kai Shek (Academia Whampao) en Cantón. Chiang era comandante de Whampao en aquellos días.

Debido a mi ambición, mi hermano se vio obligado a prepararse lo mejor que pudo para hacerse cargo de los negocios familiares. Afortunada, o desafortunadamente, nunca tuvo que demostrar su valía en el mundo comercial. Después de la invasión japonesa llegó la revolución comunista y no hubo negocios de los que hacerse cargo.

Pero en 1934, cuando tenía diecisiete años, y cursaba mi primer año en la Escuela Superior, la guerra con Japón aún no había comenzado. Xu Yun, con la previsión del verdadero sabio, desalentó inmediatamente mis ambiciones militares. En realidad, abandoné esta idea el día que le conocí. Quería hacerme sacerdote pero no le comuniqué mi deseo porque pensaba que sonaría vano y frívolo. Me parecía menos presumido decir que quería hacerme general a que quería hacerme sacerdote. Pero más tarde, en una de mis muchas charlas privadas con Xu Yun, le confesé mi esperanza de hacerme sacerdote algún día. Simplemente me dijo que quería que siguiese en la Escuela Superior y terminara mi formación. Después hablaríamos del sacerdocio.

En 1937 me gradué en la Escuela Superior. Ese otoño, en el Festival de Mitad del Otoño a mediados de septiembre, o el Octavo Mes de Luna Llena según el calendario chino, me afeité la cabeza. Me trasladé inmediatamente al Monasterio de Nan Hua como novicio residente, y esperé la Ceremonia de Ordenación que tendría lugar en el plazo de tres meses. Y efectivamente, doscientos monjes más y yo fuimos ordenados, a mediados de diciembre de 1937, en la Ceremonia de Ordenación.

Fue en esta ocasión cuando el Maestro Xu Yun me dio el nombre de Jy Din que significa "comprender y alcanzar la paz". También me dio muchas de sus viejas prendas que me sentía muy privilegiado de poder llevar.

Poco después de hacerme monje, los japoneses invadieron China y comencé a sospechar que Xu Yun había tenido una premonición – que él me había desalentado deliberadamente de entrar en la Escuela Militar, porque temía que si me convertía en oficial del ejercito podría convertirme también en su víctima. Él tenía otro trabajo que encomendarme, y Xu Yun era un hombre para el que la palabra "fracaso" no existía. Él tenía metas; y yo era para él uno de los instrumentos que usaría para lograrlas.

La vida en el Monasterio de Nan Hua era dura. Los monjes y las monjas producían sus propios vegetales, cocinaban, limpiaban, e incluso cosían sus propias ropas. Dormían sobre planchas de madera que cubrían solamente con una fina esterilla de paja. El dinero se obtenía de donaciones caritativas, y de las rentas recibidas de los agricultores que arrendaban tierras del monasterio.

Cuando Xu Yun llegó a Nan Hua en 1934, sabía que no podía haber felicidad hasta que la disciplina fuera reestablecida. Por lo tanto estableció unas normas y regulaciones estrictas. La primer vez que alguien rompiera una regla, él o ella sería castigado. La segunda vez que alguien rompiera una regla sería expulsado.

Xu Yun distribuyó en departamentos los distintos trabajos y deberes y estableció una jerarquía, un orden ascendente de responsabilidad, para vigilar cada departamento. Todo el mundo tenía que hacer su trabajo, y Xu Yun no toleraba la negligencia. Tenía un fuerte bastón que llevaba con él dondequiera que fuese, y no temía utilizarlo. Milagrosamente, cesaron todas las discusiones y las malas conductas. La ley y el orden trajeron la paz.

Esto, sin embargo, no era suficiente para restablecer la disciplina monástica. Xu Yun también sabía que los edificios del monasterio debían ser reconstruidos. Aunque mi padre no suministró ninguno de los materiales de construcción y otra compañía fue la que recibió el contrato, donó dinero para apoyar el proyecto. Afortunadamente, los edificios dormitorios fueron los primeros en ser reconstruidos y todos en Nan Hua pudieron apreciar la mejoría de las habitaciones.

En 1938, el Maestro Xu Yun fue invitado a acudir a Hong Kong, donde se habla cantonés, para dar una serie de servicios y charlas instructivas. Dado que el maestro hablaba 'hunan', un dialecto del norte, y yo hablaba tanto cantonés como hunan, fue necesario que le acompañara para actuar como intérprete.

Mientras estábamos allí los japoneses atacaron a Shanghai, al norte y a Nanjing, al sur. El número de victimas en Shanghai fue asombroso, y por lo que a Nanjing respecta, los ataques fueron tan terribles que el día del ataque es conocido como la infame Violación de Nanjing, pues muchos civiles inocentes fueron sacrificados deliberadamente.

Como había muy pocas carreteras hasta Nanjing, y todas ellas eran peligrosas, muchos refugiados intentaron escapar de los invasores japoneses tomando rutas fluviales. Naturalmente, y dado que el pueblo de Shao Guan está situado en la confluencia de dos ríos, muchas barcas de refugiados arribaron allí.

Cuando Xu Yun se enteró de los ataques de Shanghai y Nanjing, anticipó esta crisis de refugiados y terminó inmediatamente sus charlas en Hong Kong. Ambos regresamos a Nan Hua y pusimos en marcha un programa de ayuda para los refugiados.

Xu Yun decretó que los monjes de Nan Hua adoptaran la vieja costumbre budista, todavía practicada por las órdenes theravadas, de tomar solo dos comidas al día, desayuno y almuerzo. Ningún alimento de ninguna clase podía ser tomado después del mediodía. La comida que se ahorró se donó a los refugiados y cuando fue necesario a los soldados chinos. Debido a la gran angustia de la gente, Xu Yun celebró muchos servicios religiosos adicionales para los muertos y los heridos. Estos servicios ayudaron a llevar esperanza y consuelo a muchas almas angustiadas.

Pero para Xu Yun una meta era una meta, y ni tan siquiera la invasión japonesa le detendría de restablecer el Monasterio de Nan Hua. Por lo tanto, el programa de reconstrucción continuó.

En 1939 se construyeron las famosas estatuas del Rey Direccional y el templo para su alojamiento. La ceremonia de instalación oficial se celebró en 1940. El esfuerzo empleado en la reconstrucción tenía un efecto saludable en la moral de cada uno. Proporcionaba un sentimiento de propósito y de porvenir.

Ahora les hablaré del bombardeo al monasterio de Nan Hua al que anteriormente hice referencia:

Después de que los japoneses atacaran Nanjing y Shanghai, los gobernadores de las cuarenta provincias (estados) chinas celebraron una serie de encuentros en el Monasterio de Nan Hua, en un intento por desarrollar una política de defensa coordinada y una estrategia para hacer frente a los invasores japoneses. Se suponía que estas reuniones eran de alto secreto; pero los japoneses, que habían establecido una base aérea en Guang Zhou (la capital de Cantón), rápidamente se enteraron de ellas.

Por supuesto, aunque más tarde todo el mundo intentó culpar del fallo de seguridad a espías dentro del equipo de uno u otro gobernador, el hecho es que, en el camino que los políticos tomaban normalmente, nadie se preocupó en esconder las reuniones. Los gobernadores y sus séquitos llegaban espléndidamente... en limosinas. Había bastante cromo brillando en el aparcamiento de Nan Hua como para llamar la atención de alguien en Marte. Los japoneses de Guang Zhou no tuvieron, desde luego, ningún problema para localizar el emplazamiento de este secreto encuentro político.

Por lo tanto, en un esfuerzo por destruir a tantos líderes civiles de un solo golpe, los japoneses enviaron al norte tres cazabombarderos para atacar el Monasterio de Nan Hua.

Cuando los aviones comenzaron a bombardear y a destrozar a tiros el complejo del monasterio, Xu Yun ordenó inmediatamente a todos que se pusieran a cubierto y guardaran la calma. Envió a los gobernadores al Templo de los Seis Patriarcas y a los monjes al más grande Templo de Ming. El se fue tranquilamente al objetivo más obvio, la Sala de Meditación, para rezar por la seguridad de todos.

En la primera pasada, uno de los dos hombres que estaban encargados de vigilar los coches de los gobernadores, fue asesinado. Había abandonado su puesto y se puso a cubierto en un gran tubo de cloaca que iba a ser utilizado en el proyecto de reconstrucción, y una de las bombas cayó sobre el tubo, matándole. Irónicamente, el otro guarda que permaneció en su puesto, en el visible cuartel de guardia, solamente salió herido.

Otra bomba cayó silbando y se estrelló justo afuera de los muros del monasterio, destruyendo un gran cedro de Joshu y haciendo un agujero en el suelo que aún sigue allí hoy en día, lleno de agua, como un pequeño estanque.

Pero entonces, después de que Xu Yun entrara en la Sala de Meditación y comenzara a rezar, ocurrió un milagro. Dos de los tres bombarderos chocaron entre ellos y cayeron sobre la Montaña Ma Ba. El avión restante regresó inmediatamente a su base de Guang Zhou.

Naturalmente, el accidente aéreo fue acreditado al poder espiritual de Xu Yun. Todos lo chinos que lo conocían no dudaban acerca de esto; pero lo que es más importante, los japoneses por lo visto también comenzaron a creer. Con gobernadores o sin ellos, nunca más se intentó bombardear Nan Hua.

Los japoneses intensificaron la guerra en el interior, y a finales de 1944 consiguieron finalmente tomar la ciudad de Shao Guan. Pero incluso entonces, a pesar de estar tan cerca de Nan Hua, no lo atacaron. Creíamos que temían al poder espiritual de Xu Yun. A pesar de la ocupación, nunca permitieron a sus soldados de ocupación perturbar la santidad del monasterio.

Pero para regresar a mi historia - en 1940, Wei Yin, el hombre que un día sucedería a Xu Yun como abad del monasterio de Nan Hua, se hizo monje. Fue un honor para mí afeitarle la cabeza y darle su nombre de Wei Yin que significa, ‘el Sello del Dharma de la Causa y Efecto’. Su nombre secundario fue Zhi Gua que significa ‘conocer el resultado’. En otras palabras, determina la causa de una acción y su efecto y obtendrás los resultados esperados. Wei Yin permaneció en el Monasterio de Nan Hua para asistir a Xu Yun con las tareas adicionales de ayudar a las víctimas de la guerra. En ese mismo año, sabiendo del mal estado y desorden en el que había caído el una vez gran Monasterio de Yun Men, Xu Yun me envió allí para ayudar a restablecer el orden y supervisar la reconstrucción. Para esta tarea Xu Yun me elevó al rango de Maestro.

Era necesario pasar por delante de muchos soldados japoneses durante mi caminata de dos días hasta el Monasterio de Yu Men. Pero de nuevo, la influencia de Xu Yun fue tan grande que se extendía incluso hasta mí, y ningún soldado osó interferir en mi viaje. Habiendo llegado sin incidentes, tomé residencia en Yun Men.

En Da Xia Shan, el tercer gran monasterio de la zona de Shao Guan, no había problemas con los japoneses. La situación de este remoto monasterio desalentaba la actividad militar, y el Maestro Ben Wen podía mantener una paz y disciplina monástica.

Permanecí en el Monasterio de Yun Men hasta 1944, cuando Xu Yun decidió establecer una Escuela Budista en Nan Hua, con el fin de enseñar el antiguo Código Monástico Vinaya a todos aquellos que se convertirían en monjes y monjas. Ahora podía comprender la meta de Xu Yun y su consejo de que permaneciera en la escuela. Mi grado de estudios me calificaba para supervisar la organización de esta nueva Escuela Vinaya y también para convertirme en uno de sus profesores.

Ya que Xu Yun sentía la necesidad de proporcionar una buena educación a los niños, decidió crear también una escuela primaria en Nan Hua. Quería que esta escuela fuese una institución de primera clase y, en poco tiempo, estudiantes de muchas partes de China vinieron a Nan Hua para ser educados. Naturalmente, los padres ricos donaban dinero por la matrícula de sus hijos, los libros, el material escolar, y también por la habitación y la pensión. Pero Xu Yun creía que todos los niños, ricos o pobres, tenían derecho a la educación y por eso se permitía acceder a los niños pobres a esta escuela de primera, sin costo de ninguna clase. Xu Yun les proporcionaba libros, material escolar, y cualquier alimento o alojamiento que necesitaran. Yo observaba mis responsabilidades en la escuela como sagradas, y puse lo mejor de mí para cumplir mis obligaciones con gran devoción y esmero. Todo el que estaba asociado con la escuela sentía lo mismo que yo, y por todos nuestros incansables esfuerzos, la escuela ganó rápidamente su reputación de excelencia.

Mientras el Maestro Wei Yin y yo residimos en Nan Hua, Xu Yun se fue a vivir al Templo de Yun Men para continuar la supervisión de su reconstrucción.

Entonces la dirección de mi camino en el Dharma dio otro giro.

Muchos chinos se trasladaron a Hawai, especialmente durante los años de guerra. Y aunque había muchos budistas chinos viviendo en Hawai, que por entonces solo era un territorio americano, no había templo budista ni tan siquiera sacerdotes que enseñaran y condujeran servicios. Estos chinos hawaianos mandaban repetidas delegaciones a Hong Kong pidiendo que se enviaran sacerdotes a Hawai para servir a la gente, y también para supervisar la construcción de un templo, pero Xu Yun estaba dedicado a la restauración del monasterio de Yun Men así que decidió enviarme a mí en su lugar.

En 1949 completé la primera etapa de esta misión cuando llegué a Hong Kong e inicié los necesarios trámites de inmigración. No llegaría a Honolulu hasta 1956, Hawai se convirtió en estado en 1959; y nuestro templo, al que llamé Templo de Hsu Yun (Xu Yun), fue el primer templo budista de Hawai.


No mucho después de haber llegado a Hong Kong en 1949, terminó la guerra civil china, y los comunistas tomaron el control del gobierno. Escuadrones de desalmados comunistas, suponiendo que las iglesias y templos eran almacenes de oro escondido y otros valores, marcharon contra los indefensos edificios religiosos y pidieron que el clero les devolviera estos inexistentes tesoros.

En 1951, mientras yo estaba en Hong Kong, un escuadrón de estos crueles e inhumanos, fue al Monasterio de Yun Men y le pidieron a Xu Yun que les entregara el oro y valores del templo. Xu Yun intentó explicar que no había tales valores en el Monasterio de Yun Men. Pero no le quisieron creer y uno por uno, golpearon a los monjes en un esfuerzo por provocar la revelación del escondite del tesoro. De hecho, un monje fue golpeado hasta la muerte; varios monjes desaparecieron y sus cuerpos nunca fueron encontrados. Muchos sufrieron serias lesiones como brazos y costillas rotas. Durante los tres meses que estos desalmados ocuparon el monasterio, interrogaron y golpearon a Xu Yun con frecuencia, y más tarde lo tiraron en un pequeño cuarto oscuro durante días, negándole comida y agua. Fue golpeado muchas veces hasta perder el conocimiento y casi hasta la muerte. Pero a pesar de las numerosas lesiones internas y huesos rotos, este hombre que estaba en los noventa y tres años aguantaba, ejercitaba su enorme fuerza de voluntad y se negaba a abandonar la vida hasta que terminara su misión. Sabía que su presencia viva, aunque solo en un pequeño grado, estaba sirviendo para contener a los atacantes. También sabía que tanto tiempo como siguiera vivo, podía inspirar a sus seguidores; y en estos tiempos difíciles necesitaban toda la inspiración que pudieran obtener.

Resolviendo que su voluntad por sobrevivir debía ser más fuerte que la voluntad de sus atacantes por destruirlo, Xu Yun, aunque frágil físicamente, fue indomable; y se recuperó a pesar de las torturas a las que había sido sometido.

Aunque estos desalmados habían intentado mantener en secreto el trato que le estaban dando al hombre santo, pronto se extendieron noticias de su tortura por todo el mundo, y chinos de todo el globo se quejaron enérgicamente al gobierno de Pekín (Beijing). Era inconcebible que los invasores japoneses hubieran respetado al sacerdocio y a los monasterios, y sin embargo los militares chinos los violaran.

Las autoridades de Pekín mandaron inmediatamente una delegación a Yun Men, pero como Xu Yun temía represalias rehusó cubrir ninguna querella formal. Tan pronto como hubo recuperado su fuerza hizo, sin embargo, un dificultoso viaje hasta Pekín y le pidió personalmente al gobierno que contuviera a esos escuadrones. Insistió en que ordenaran que todas las órdenes religiosas fuesen respetadas, que el clero dejara de ser molestado, y que al pueblo chino se le permitiera practicar libremente la religión. Las autoridades, temiendo tal vez el poder de su entonces reputación legendaria, cedieron; y durante un tiempo, al menos durante los años que le restaban de vida a Xu Yun, la política del gobierno se volvió más tolerante hacia la religión.

El gobierno no podía, sin embargo, tolerar más críticas de ninguna clase de fuentes exteriores, y por eso fueron cortadas todas las líneas de comunicación. En Hong Kong yo intenté desesperadamente obtener noticias acerca del destino de Xu Yun, pero fue imposible saber nada. Escribí numerosas cartas, pero ninguna recibió respuesta.

Sin embargo, como es costumbre, continué enviándole a Xu Yun copias de todos los ensayos y artículos que había escrito sobre Budismo. En días más felices, de acuerdo a la tradición, hubiera recibido sus comentarios. Pero en estos días tristes, ninguno de mis envíos recibiría el agradecimiento.

Entonces, en 1952 escribí una disertación sobre el Sutra del Corazón que fue particularmente bien recibida. El gobierno de Pekín decidió permitir su publicación. Inmediatamente escribí al editor en Pekín expresando mi gran deseo de conocer la respuesta de mi maestro sobre la disertación. Milagrosamente, uno de los empleados de la oficina del editor decidió llevar personalmente la carta y la disertación a Xu Yun, y esperar su respuesta. Xu Yun leyó ambas, y luego le dijo al empleado que aprobaba la disertación y que me enviaba su bendición. Sus palabras me fueron retransmitidas; y esta comunicación indirecta fue la última que tuve con mi querido maestro.

El 13 de octubre de 1959, a la edad de 101 años, el Maestro Xu Yun entró en el Nirvana final. Las noticias de su muerte me entristecieron más allá de lo que puede ser expresado. Públicamente, celebré servicios memoriales especiales y le escribí un epitafio; pero en privado, estaba abrumado por el dolor. Lloré durante días y no pude comer ni dormir. Sabía cuanto le debía. Sabía que en su sabiduría había prevenido la amenaza al Dharma de nuestro Budismo Chino, el Dharma de Hui Neng, Lin Ji y Han Shan. Él quería transplantar este Dharma a los Estados Unidos donde estaría seguro, y me dio el honor de hacerlo.

Incluso, la forma en que murió Xu Yun también me hizo apreciar aún más, el poder de su gran corazón. Entendí claramente que él era capaz de trascender la existencia física y posponer su entrada al Nirvana final hasta que estuviera listo para hacer este último viaje... hasta que hubiera cumplido totalmente su sagrada obligación de utilizar su influencia para proteger a todos los sacerdotes de China.

Otro sacerdote budista y yo, junto con muchos clérigos de muchas religiosas distintas, debemos nuestra vida a la devoción de Xu Yun por el Buda Amitaba, y a su inquebrantable convicción que esta Presencia Gloriosa vive en los corazones de todos los seres humanos.

¡Shanti. Shanti. Shanti. Amitofo! (Amitaba)

Enero de 1996
Maestro Jy Din Shakya
Abad del Templo Hsu Yun
Honolulú, Hawai




Queridos amigos, déjenme que les cuente una pequeña historia que un hombre sabio me contó. Él dijo: "Una vez me encontraba en un país desconocido para mí, caminando por una calle extraña. Miré alrededor intentando orientarme; y vi dos hombres que estaban de pie cerca de mí. Me acerqué a ellos, y les pregunté, '¿Dónde estoy?' '¿Quiénes sois?'

El primer hombre me respondió, 'Este es el mundo del Samsara, ¡y en este mundo da la casualidad de que soy el enano más alto!' Y el otro contestó, 'Sí, ¡y yo por casualidad soy el gigante más pequeño!'.

Este encuentro me dejó muy confundido, porque ambos hombres medían exactamente lo mismo."

He incluido esta pequeña historia, a modo de prólogo en mis notas, porque quiero enfatizar desde el comienzo lo importante que es considerar la percepción de las cosas.

Hui Neng, el Sexto y último Patriarca de nuestro Camino Chan, se encontró una vez con dos monjes que discutían sobre una bandera que ondeaba al viento.

El primer monje dijo, "Es la bandera la que se mueve." Y el otro, "¡No! Es el viento quien la mueve." El Sexto Patriarca les reprendió a los dos. "Bueno señores – les dijo-. Es su mente quien realiza todo el movimiento."

En el mundo del Samsara, el Hombre es la mezcla de todas las cosas. Todo es relativo. Todo cambia. Solo en el mundo real, el mundo del Nirvana, hay constancia.

En Chan nuestra tarea es discriminar - no entre lo falso y lo falso, sino entre lo falso y lo real. Las diferencias en la apariencia externa no tienen ninguna importancia. El mundo real está en nuestro interior. Para ser más exactos, dentro de nuestra mente.

Ahora estoy encantado con mi tarea de ayudarles a entrar en el mundo real, el mundo donde no hay enanos ni gigantes ni argumentos sin sentido. En el mundo real solo hay paz, alegría, verdad, y libertad del continuo deseo de ilusiones moletas.

Queridos amigos, cada ser humano posee dos naturalezas – del yo: una aparente y la otra real. La aparente es nuestro pequeño yo, o ego, que siempre es diferente de los demás pequeños 'yoes'; la real es nuestro Gran ‘Yo Búdico’ que es en todas partes el mismo. Nuestro pequeño yo existe en el mundo aparente, el mundo del Samsara. Nuestro Yo Búdico existe en el mundo real, el mundo del Nirvana.

Los dos mundos se encuentran en el mismo lugar. En el Sutra del Corazón leemos, "La forma no es diferente del vacío y el vacío no es diferente de la forma." Todo el mundo se pregunta, "¿Cómo Samsara y Nirvana pueden ser lo mismo? ¿Cómo puede ser la ilusión lo mismo que la realidad? ¿Cómo puedo ser yo y Buda a la vez?" Son buenas preguntas. Todo budista necesita conocer su respuesta.

La respuesta se encuentra en la forma en que percibimos la realidad. Si percibimos la realidad directamente, la vemos en su pureza Nirvánica. Si la percibimos indirectamente – a través de la conciencia de nuestro ego- vemos su distorsión samsárica. ¿Por qué nuestra visión de la realidad es defectuosa?

El Samsara es el mundo que nuestro pequeño ‘yo’ piensa que ve y percibe con los sentidos. A veces cometemos errores. Si un hombre está caminando por el bosque, se encuentra con un rollo de cuerda y piensa que la cuerda es una serpiente, huirá rápidamente. Para él esta cuerda era una serpiente y actuó de acuerdo a ello. Cuando llegue a casa probablemente le hablaría a todo el mundo sobre la peligrosa serpiente que casi le muerde en el bosque. Su miedo era legítimo. La razón por la que estaba asustado, no.

El pequeño yo egoísta también percibe erróneamente la realidad siempre que impone una estética arbitraria, o juicios morales sobre algo. Si una mujer ve a otra que viste un sombrero verde y dice, "Veo una mujer que lleva un sombrero verde", no hay problema. Pero si dice, "Veo una mujer que lleva un sombrero verde y feo ", está cometiendo un juicio samsárico. Alguien podría encontrar bello a ese sombrero. Pero en realidad, no es bello ni feo, simplemente es.
Asimismo, cuando una zorra mata a una coneja, esto, para los conejitos que se morirán de hambre porque han matado a su mamá, es un acto muy malo. Pero para los hambrientos cachorros de zorro que comen la coneja que su madre les ha traído, esta misma acción es indiscutiblemente buena. En realidad, la acción no es buena ni mala. Simplemente es.
La realidad también es malinterpretada ya que tanto el observador como lo que está siendo observado se encuentran en continuo cambio.

No hay un momento preciso en que un capullo se convierta en flor, o una flor en fruto, o un fruto en semilla, o una semilla en un árbol en ciernes. Todos estos cambios son sutiles y continuos.

No podemos pisar el mismo río dos veces porque el agua está continuamente en movimiento. Tampoco nosotros somos la misma persona de un minuto para otro. Constantemente adquirimos nueva información y nuevas experiencias, y simultáneamente olvidamos la vieja información y las viejas experiencias. Ayer podíamos recordar lo que cenamos la noche pasada. Mañana, no tendremos el privilegio de recordar ese menú, a no ser, quizás, que fuera un suntuoso banquete... o si siempre comemos lo mismo y podemos decir con seguridad, "Fue arroz y tofú."

La ilusión de la vida es la opuesta a la ilusión del cine. En el cine una serie de imágenes individuales son pasadas juntas para formar una ilusión de movimiento continuo. En la vida, cortamos un movimiento continuo, aislando y congelando una imagen, y entonces la nombramos y etiquetamos como si fuera una acción u objeto independiente. No siempre etiquetamos el momento en el acto. ¿Qué es una mujer joven? Si un hombre tiene noventa años, muchas mujeres serán mujeres jóvenes.

Bien, ahora podemos tener una idea más clara de porqué nuestro pequeño yo interpreta erróneamente la realidad, pero seguimos preguntándonos por qué tenemos dos 'yoes' en el primer lugar.

La respuesta es simplemente porque somos seres humanos.

El pequeño yo nos hace conscientes del sentido de identidad continua que nos permite saber a cada uno de nosotros, "Soy hoy lo que fui ayer y lo que seré mañana." Sin él, no podríamos organizar los datos sensoriales que nos asaltan. Sin él, no tendríamos sentido de pertenencia o de estar conectados a otros. No tendríamos padres o familia a la que llamar nuestra, ni esposa ni hijos, ni profesores ni amigos para guiarnos y alentarnos. Nuestro pequeño yo nos da nuestra naturaleza humana.

A medida que crecemos, descubrimos que el hilo de nuestra alma no es una larga hebra ensartada con cada acción por separada, como por ejemplo, las cuentas de un rosario. No. El hilo se entreteje en sí mismo para formar una red, una matriz interdependiente de nudos. No podemos deshacer un simple nudo sin afectar a los demás. No podemos sacar una simple línea de nuestra historia sin, quizás, alterar su curso entero. Esta red de información y experiencia, de acondicionamiento y asociación, de memoria y malentendidos, se convierte pronto en un laberinto complicado y desconcertante; y nos vemos confundidos sobre el lugar que ocupamos en el esquema de las cosas. Cuando somos jóvenes, nos vemos como el centro del universo, pero cuando nos hacemos mayores, ya no tenemos certeza de nuestra posición o de nuestra identidad. Pensamos, "No soy la persona que era cuando tenía diez años, pero tampoco soy alguien diferente." Pronto nos preguntamos, "¿Quién soy?" Nuestro yo egoísta nos ha conducido a esta confusión.

La confusión conduce a la calamidad, y entonces la vida, como el Buda apuntó en su Primera Noble Verdad, se hace amarga y dolorosa.

¿Qué hacemos para disipar esta confusión? Cambiamos nuestra consciencia. Rechazamos el mundo exterior de la complejidad en favor de nuestro mundo interior de la simplicidad. En vez de intentar ganar poder y gloria para nuestro pequeño yo ego egoísta, volvemos nuestra consciencia hacia el interior para descubrir la gloria de nuestro Yo Búdico. En vez de hacernos desdichados queriendo ser un maestro para los demás, encontramos alegría y contento en ser Uno con nuestro Yo Búdico y siendo útiles para los demás.

Queridos amigos, el propósito del entrenamiento Chan es aclarar nuestra visión para así poder adquirir una nueva percepción de nuestras identidades verdaderas. El Chan nos permite trascender nuestra naturaleza humana y realizar nuestra naturaleza búdica.

Hace siglos, nuestra Orden de Meditación Chan fue fundada por dos grandes hombres: el Primer Patriarca, Bodhidharma, que vino a China desde el Oeste; y Hui Neng, el Sexto Patriarca que era chino de nacimiento.

Debido a estos dos hombres, el Chan floreció, expandiéndose a través de China y de muchas tierras distantes. Ahora bien, ¿cuáles fueron las enseñanzas más importantes de Bodhidharma y Hui Neng? "¡Liberen a la mente del egoísmo! ¡Libérenla de los pensamientos sucios!"

Si no se siguen estas directrices, no puede haber éxito en la práctica del Chan. ¡El Camino Chan está ante ustedes! ¡Síganlo! Les proporcionará paz, alegría, verdad y libertad.



Mucha gente comienza el entrenamiento Chan con el pensamiento, "Bien, ya que todo es Maya o ilusión samsárica, no importa lo qué haga o cómo lo haga. La única cosa importante es alcanzar el Nirvana. Así que como las cosas no son ni buenas ni malas, haré lo que quiera." Importa lo que hacemos. El Chan es una rama de la religión budista y como budistas debemos observar unos preceptos éticos. Samsara o no Samsara, debemos respetar los Preceptos. Y en adición a esto, también debemos seguir unas normas estrictas de disciplina que gobiernan nuestro entrenamiento. Vamos a comenzar con las normas de entrenamiento:

A pesar de que hay muchos métodos que pueden seguirse, antes de comenzar cualquiera de ellos, un practicante debe cumplir estos cuatro requerimientos básicos:

El o ella debe:

1. Comprender la Ley de la Causalidad.
2. Aceptar las normas de disciplina.
3. Mantener una fe inquebrantable en la existencia del Yo Búdico.
4. Estar determinado a tener éxito en cualquier método que escoja.

Explicaré cada uno de estos cuatro prerrequisitos:

Primero, la Ley de la Causalidad explica simplemente que el mal produce mal y el bien produce bien. Un árbol venenoso da un fruto venenoso, mientras que un árbol sano da uno bueno.

Conceptualmente esto parece simple; pero en realidad es bastante complejo.

Los malos actos son una horrible inversión. Garantizan una ganancia en dolor, amargura, ansiedad y remordimiento. No hay ganancia para las acciones que nacen de la codicia, la lujuria, la cólera, el orgullo, la pereza o la envidia. Todas estas motivaciones sirven simplemente a las ambiciones del ego. Los actos o acciones malas nunca pueden desarrollar la realización espiritual. Solo garantizan penuria espiritual.

Por otra parte están los actos buenos, siempre que no sean realizados condicionalmente – como una inversión que dará una futura recompensa – traerán al que los haga paz y realización espiritual.

Un buen acto libre de ego es muy diferente de un buen acto artificial. En apariencia, el efecto puede parecer el mismo; es prestada la ayuda o atención necesarias. Pero la persona que ayuda a otra con la esperanza secreta de recibir algún beneficio futuro, por regla general hace el mal, no el bien. Permítanme que ilustre este punto:

Hubo una vez en China un príncipe al que le gustaban mucho los pájaros. Siempre que encontraba un pájaro herido, lo alimentaba y lo cuidaba hasta que recobraba la salud; y entonces, cuando el pájaro había recobrado su fuerza, lo dejaba en libertad con mucho regocijo.

Naturalmente, el príncipe se hizo bastante famoso debido a su capacidad de sanador amoroso de los pájaros heridos. Siempre que alguien se encontraba un pájaro herido, en cualquier lugar del reino, rápidamente se le llevaba, y él expresaba su gratitud a la persona considerada que se había ocupado de eso.

Pero entonces, para tratar de conseguir el favor del príncipe, la gente comenzó a atrapar pájaros y a lesionarlos deliberadamente para así poderlos llevar al palacio.

Fueron asesinados tantos pájaros en el curso de la captura y su posterior mutilación, que el reino se convirtió en un infierno para los pájaros.

Cuando el príncipe vio el daño que estaba causando su bondad, decretó que nunca más se ayudara a ningún pájaro herido.

Cuando la gente vio que ya no obtenía beneficio por ayudar a los pájaros, dejaron de dañarlos.

A veces sucede que nuestras experiencias son como las de este príncipe. A veces, cuando pensamos que estamos haciendo lo más adecuado, nos damos cuenta para nuestro disgusto que en realidad estamos causando el mayor perjuicio.

¡Realicen un buen acto en silencio y en el anonimato! Olviden el regocijo. Un buen acto debería tener una vida muy corta, y una vez muerto, debería ser rápidamente enterrado. No intenten resucitarlo. Demasiado a menudo intentamos convertir un buen acto en un fantasma que ronda a la gente, que recuerda constantemente nuestro maravilloso servicio - solo en caso de que comenzaran a olvidarlo.

¿Pero qué sucede cuando somos receptores de la bondad de otra persona? Bueno, entonces debemos permitir que el buen acto alcance la inmortalidad. Dejar vivir el buen acto de otra persona es mucho más difícil que permitir que nuestro buen acto muera. Permítanme también que ilustre esto.

Hubo una vez un tendero, un hombre bondadoso y decente que apreciaba a todos sus clientes. Cuidaba y quería que todos estuviesen sanos y bien alimentados. Mantenía sus precios tan bajos que no ganaba mucho dinero, ni tan siquiera para contratar a alguien que lo ayudara en su pequeña tienda. Trabajaba muy duro en su honesta pobreza, pero era feliz.

Un día vino una clienta y le contó una historia. Su marido se había lesionado y no podría trabajar en varios meses. No tenía dinero para comprar comida ni para él ni para sus niños. "Sin comida – lloró – todos morirán."

El tendero se compadeció de ella y acordó extenderle un crédito. "Cada semana te proporcionaré arroz para siete días y vegetales para cuatro, y esto con seguridad será suficiente para mantener la salud de tu familia; después, cuando tu marido vuelva a trabajar, podrás mantener el mismo menú mientras liquidas tu deuda. Y antes de que te des cuenta, ya estarás comiendo vegetales siete días a la semana."

La mujer se lo agradeció mucho. Cada semana recibía arroz para siete días y vegetales para cuatro.

Pero cuando su marido volvió a trabajar tuvo que decidir entre liquidar su vieja deuda, mientras continuaba comiendo vegetales cuatro días a la semana, o comprar a otro tendero y comer vegetales siete días a la semana. Escogió lo último y justificó su falta de pago diciendo a la gente que su anterior tendero le había vendido vegetales podridos.
¿Con cuánta frecuencia, cuando queremos algo con muchas ganas, prometemos que si se cumplen nuestros deseos dedicaremos nuestras vidas a demostrar nuestra gratitud? Pero entonces, una vez recibido lo que tan ardientemente buscábamos, nuestra promesa se debilita y muere casi automáticamente. La enterramos rápidamente, sin ceremonia. Este no es el camino Chan.

Y así, como un granjero que siembra fríjoles de soja no espera cosechar melones, no debemos esperar, cuando cometemos acciones egoístas, inmorales o perjudiciales, cosechar pureza espiritual. Ni podemos esperar escondernos de nuestras fechorías mudándonos del lugar en que las hemos cometido, o asumir que el tiempo borre su recuerdo. Nunca podemos suponer que si ignoramos nuestras fechorías durante el tiempo suficiente, la gente a quien hemos perjudicado morirá oportunamente, llevándose a la tumba nuestra necesidad de expiar el daño que hemos causado. Son nuestros buenos actos los que debemos enterrar... no nuestras víctimas o promesas rotas.

No podemos pensar que debido a la falta de testigos no tendremos que responder de nuestras fechorías. Muchas viejas historias budistas ilustran este principio. Déjenme que les cuente algunas de mis favoritas:

Durante la generación que precedió a la vida del Buda Shakyamuni en la tierra, muchos de los miembros de su clan, Shakya, fueron brutalmente masacrados por el malvado Rey Virudhaka, también llamado "Rey Cristal".

¿Qué hizo que sucediera esta terrible acción?

Bueno, también sucedió que cerca de Kapila, la ciudad de los Shakya donde nació el Buda, había un gran estanque, y en la orilla de este estanque una pequeña aldea. Nadie recuerda su nombre.

Un año hubo una gran sequía. Los cultivos se secaron y a los aldeanos no se les ocurrió nada mejor que matar y comer los peces que había en el estanque. Los atraparon a todos menos a uno. Este último pez fue atrapado por un niño que jugaba con la pobre criatura tirándola sobre su cabeza. Esto es lo que estaba haciendo cuando los aldeanos se lo quitaron y lo mataron.

Entonces volvieron las lluvias y la normalidad a todo el reino. La gente se casaba y tenía hijos. Uno de estos niños fue Siddharta, el Buda, que nació en la ciudad de Kapila, cerca de la aldea y del estanque.

Siddharta creció y predicó el Dharma, teniendo muchos seguidores. Entre los seguidores estaba el rey de Shravasti, el Rey Prasenajit. Este rey se casó con una chica del clan de los Shakya y tuvieron un hijo: el príncipe Vurudhaka – el anteriormente nombrado "Rey Cristal". La pareja real decidió criar al príncipe en Kapila, la ciudad del Buda.

Al principio todo iba bien. Virudhaka era un niño sano y poco tiempo después se hizo un chico guapo y fuerte. Pero antes de estar listo para entrar en la escuela ocurrió un hecho trascendental.

Ocurrió que un día, durante una ausencia del Buda de Kapila, el joven príncipe subió a la Honorable Silla del Buda y empezó a jugar allí. El no pretendía estropearla - solo era un juego de niños. Pero ¡Oh! - cuando los miembros del clan del Buda vieron al príncipe jugando en este lugar sagrado se enfadaron mucho, le reprendieron, y le hicieron bajar de la silla, humillándole y maltratándole.

¿Cómo puede un niño comprender la imbecilidad de los fanáticos? Los adultos no se lo pueden explicar.

Verdaderamente es bastante misterioso. Su cruel trato solo sirvió para envenenar al príncipe y hacer que odiara a todos los miembros del clan del Buda. Fue su trato cruel el que lo inició en su carrera de crueldad y venganza.
Finalmente, se dice que el príncipe mató a su propio padre para poder ascender al trono de Shravasti. Entonces, como Rey Virudhaka, el Rey Cristal, finalmente pudo tomar venganza contra el clan Shakya. Conduciendo a sus propios soldados, comenzó a atacar la ciudad de Kapila.

Cuando los miembros del clan del Buda fueron a contarle la inminente masacre, le encontraron con un terrible dolor de cabeza. Le suplicaron que interviniera y rescatara a la gente de Kapila del brutal ataque del Rey Cristal, pero el Buda, gimiendo de dolor, se negó a ayudar, diciendo, "Un karma establecido no puede ser cambiado".

Entonces los miembros del clan fueron a Maudgalayayana, uno de los más poderosos discípulos del Buda, y le suplicaron su ayuda. Les escuchó y se compadeció, y movido por la compasión decidió ayudar a los sitiados ciudadanos de Kapila.

Utilizando sus habilidades sobrenaturales, Maudgalyayana alargó su cuenco maravilloso a los amenazados Shakya y permitió a quinientos de ellos que subieran al mismo. Entonces levantó el cuenco en el aire, pensando que los alzaba a la seguridad. Pero cuando lo bajó, los quinientos hombres se habían convertido en un charco de sangre.

El terrible signo alarmó tanto a todos que el Buda decidió revelar la historia de sus antepasados, aquellos aldeanos que habían matado a todos los peces durante la sequía.

"Este ejército de soldados intrusos que ahora está atacando Kapila eran aquellos peces – explicó-. La gente de Kapila que ahora está siendo masacrada fue la gente que asesinó a aquellos peces. El mismo Rey Cristal, fue ese último gran pez. Y ¿quién pensáis -preguntó el Buda manteniendo un paño frío contra su frente- que era ese chico que tiraba el pez sobre su cabeza?"

Así que, por matar a los peces, la gente padeció la muerte. Y por herir esa cabeza de pez, el Buda estaba importunado con un tremendo dolor de cabeza.

Y ¿qué paso con Virudhaka, el Rey Cristal? Naturalmente, renació en el infierno.

Con este ejemplo podemos ver que no hay final a la causa y al efecto. Una causa produce un efecto que se convierte en sí mismo en la causa de otro efecto. Acción y reacción. Tributo y retribución. Esta es la Ley de la Causalidad. Más tarde o más temprano nuestros malos actos nos alcanzarán. La única forma de prevenir el efecto es prevenir la causa.

Debemos aprender a perdonar, a dejar pasar el daño y el insulto, a no buscar nunca venganza y ni siquiera albergar ningún rencor. Nunca nos debemos volver fanáticos santurrones y estar orgullosos de nuestras vanas nociones de piedad y deber, y sobre todo, debemos ser siempre benévolos, especialmente con los niños.

Déjenme que les cuente otra historia de causa y efecto. Esta concierne al Maestro Chan Bai Zhang quien en efecto pudo liberar un salvaje espíritu-zorro. ¡Muy pocas personas son capaces de hacer esto!

Parece ser que una noche, después de que una reunión Chan hubiera terminado y todos sus discípulos se hubieran retirado, el Maestro Bai Zhang se dio cuenta de que un anciano permanecía fuera de la Sala de Meditación.
Bai Zhang se acercó al hombre y le preguntó, "Dígame, señor, ¿a quién o qué está buscando?"

El anciano respondió, "No, no 'señor'. No soy en absoluto un ser humano. Soy un zorro salvaje que simplemente habita el cuerpo de un hombre."

Bai Zhang naturalmente se quedó sorprendido y curioso. "¿Cómo adquiriste esta condición?", preguntó.

El anciano hombre-zorro explicó, "Hace quinientos años, era el monje prior de este monasterio. Un día, un joven monje se acercó y me preguntó, '¿Cuando un hombre consigue la iluminación sigue sujeto a Ley de la Causalidad?' y atrevidamente le contesté, 'No, está exento de la Ley.' Mi castigo por esta falsa y arrogante respuesta fue que mi espíritu se cambió por el espíritu de un zorro salvaje, y por eso corrí a las montañas. Como hombre-zorro no puedo morir, y mientras persista mi ignorancia debo continuar viviendo en esta desdichada condición. Durante quinientos años he estado paseando por el bosque en busca del conocimiento liberador. Maestro, le suplico que se apiade de mí y me ilumine a la verdad."

El Maestro Bai Zhang le habló amablemente al hombre-zorro. "Hazme la pregunta que el joven monje te hizo, y obtendrás la respuesta correcta."

El hombre-zorro obedeció. "Maestro, deseo preguntarle esto: ¿Cuándo un hombre alcanza la iluminación está sujeto a la Ley de la Causalidad?"

Bai Zhang respondió, "Sí. Nunca está exento de la Ley. Nunca podrá cerrar sus ojos a las posibilidades de la causa y el efecto. Debe seguir atento a todas sus acciones pasadas y futuras."

De repente el anciano hombre-zorro obtuvo la iluminación y quedó libre. Se postró ante el maestro y le agradeció profusamente, "¡Al fin – dijo- estoy liberado!" Entonces, cuando se estaba marchando, se volvió y le preguntó a Bai Zhang, "Maestro, ya que soy un monje, ¿podría concederme amablemente los ritos funerarios usuales para un monje? Vivo cerca, en una guarida en la montaña que hay detrás del monasterio, ahora iré allí para morir."

Bai Zhang aceptó, y al día siguiente fue a la montaña y encontró la guarida. Pero en vez de encontrar allí un viejo monje, Bai Zhang solo vio un bulto en el barroso suelo de la guarida. Tanteó el bulto con su bastón y descubrió ¡un zorro muerto!

Bueno, ¡una promesa es una promesa! El Maestro Bai Zhang condujo los ritos funerarios acostumbrados para un monje sobre el cuerpo del zorro. Todo el mundo pensó que Bai Zhang estaba loco, especialmente cuando condujo una solemne procesión funeral... con un ¡zorro muerto en el féretro!

De ese modo pueden ver, queridos amigos, que incluso haber alcanzado la Budeidad no libra a uno de la Ley de la Causalidad. Si incluso el Buda pudo sufrir un dolor de cabeza por haber sido cruel con un pez, qué gran necesidad tenemos de seguir atentos al principio de que un acto nocivo, más tarde o más temprano, nos traerá una retribución nociva. ¡Sean cuidadosos en lo que dicen y hacen! ¡No se arriesguen a convertirse en el espíritu de un zorro!

Para el segundo requerimiento, la estricta observación de las normas de conducta, les diré sinceramente que no puede haber progreso espiritual sin moralidad y el cumplimiento del deber religioso.

La disciplina es el fundamento sobre el que descansa la iluminación. La disciplina regula nuestro comportamiento y lo hace estable. La constancia se hace firmeza y esta es la que produce la sabiduría.

El sutra Surangana nos enseña claramente que un simple éxito en meditación no borrará nuestras impurezas. Incluso si podemos demostrar una gran habilidad en meditación, permanecer sin adherirnos a la disciplina nos hará caer fácilmente en los dominios de Mara de demonios y herejes.

Un hombre o una mujer que es diligente en la observación de la disciplina moral y el deber religioso, es protegido y alentado por dragones celestes y ángeles, así como evitado y temido por los demonios del infierno y los herejes de todas partes.

Sucedió una vez que en el estado de Kashmir, un horrible dragón terrestre vivía en una cueva cercana a un monasterio de quinientos arhats theravadinos. Este dragón aterrorizaba a la región y hacía miserable la vida de mucha gente. Todos los días los arhats se reunían, y juntos intentaban utilizar el poder de su meditación colectiva para ahuyentar al dragón. Pero siempre fracasaban. El dragón simplemente no se marchaba.

Entonces, un día sucedió que un monje Chan mahayano se detuvo en el monasterio. Los arhats le informaron al monje sobre el terrible dragón y le pidieron que se uniera a la meditación, para añadir el poder de su meditación a la de ellos. "¡Debemos forzar a esta bestia para que se vaya!" se quejaron. El monje Chan simplemente les sonrió y fue directamente a la cueva del horrible dragón.

Quedándose en la entrada de la cueva, el monje llamó al dragón, "Sabio y virtuoso señor, ¿sería tan amable de abandonar su guarida y buscar refugio en un lugar más lejano?"

"Bueno – dijo el dragón – ya que me lo ha pedido tan cortésmente, accederé a su petición y me marcharé en el acto." El dragón, como pueden ver, tenía un fino sentido de la etiqueta. ¡Y de este modo se fue!

Desde su monasterio, los arhats observaban todo esto con absoluto asombro. ¡Sin lugar a dudas este monje poseía milagrosos poderes de samadhi!

Tan pronto como el monje regresó, los arhats se reunieron a su alrededor y le suplicaron que les hablara de esos maravillosos poderes.

"No he utilizado ninguna meditación o samadhi especial – dijo el monje – Simplemente mantuve las normas de disciplina y estas normas estipulan que debo observar los requerimientos menores de cortesía tan cuidadosamente como los requerimientos mayores de moralidad."

De este modo podemos ver que el poder de la meditación-samadhi colectiva de quinientos arhats a veces no iguala a la de un simple monje que se adhiere a las reglas de disciplina.

Si preguntan, "¿Por qué sería necesario mantener una estricta atención a la disciplina si la mente ha alcanzado un estado que no es crítico? ¿Por qué debería un hombre honesto y honrado continuar la práctica del Chan?"

Yo le respondería a tal hombre, "¿Está su mente tan segura de que si la hermosa diosa de la Luna bajara hasta usted, y le abrazara con su cuerpo desnudo, seguiría su corazón palpitando tranquilamente?"

Y ustedes... ¿Si alguien sin tener motivo les insultara y les golpeara, no sentirían cólera y resentimiento? ¿Tienen la certeza de que siempre resistirían a compararse con otros, o que siempre se abstendrían de ser críticos? ¿Pueden estar seguros de que siempre distinguirían lo correcto de lo erróneo?

Ahora, si tienen la certeza absoluta de que nunca se rendirían a la tentación, de que nunca se equivocarían en nada, entonces, ¡Abran su boca y hablen alto y claro! De otra manera, no digan mentiras.

En cuanto al tercer requerimiento de tener una firme creencia en nuestro Yo Búdico, por favor sepan que la fe es la madre, la fuente nutritiva de nuestra determinación a someterse, a entrenar y a desarrollar nuestros deberes religiosos.

Si buscamos la liberación de los dolores de este mundo, debemos tener una fe firme en la promesa del Buda de que cada ser viviente sobre la tierra posee la sabiduría Tathagata y, por lo tanto, tiene el potencial de alcanzar la Budeidad. ¿Qué nos impide realizar esta sabiduría y alcanzar esta Budeidad? La respuesta es simplemente que no tenemos fe en su promesa. Preferimos seguir en la ignorancia en vez de en la verdad, aceptar lo falso como genuino, y dedicar nuestras vidas a satisfacer nuestros tontos deseos.

La ignorancia de la verdad es una enfermedad. Ahora, como el Buda enseñó, el Dharma es como un hospital que tiene muchas puertas. Podemos abrir una de ellas y entrar en un lugar de curación. Pero debemos tener fe en nuestros médicos y en la eficacia del tratamiento.

Siempre que quiso ilustrar los problemas sobre la duda y falta de fe, el Buda relataba la parábola del médico. Preguntaba, "Suponte que te han herido con una flecha envenenada y un amigo trae un médico para ayudarte. ¿Le dirías a tu amigo, '¡No! ¡No! ¡No! ¡No voy a dejar que este compañero me toque hasta que encuentre al que me disparó! Quiero conocer el nombre, la dirección y demás datos del delincuente. Esto es importante, ¿no? Y quiero saber más sobre esta flecha. ¿Es la pica de piedra o de hierro, de hueso o de asta? ¿Y qué hay del palo de madera? ¿Es de roble, de olmo o de pino? ¿Qué clase de fibra ha utilizado para unir la pica y el palo? ¿Es la fibra de un buey, de un mono, o de un ciervo? ¿Y qué clase de plumas hay en la fibra? ¿Son de una garza o de un halcón? ¿Y qué hay del veneno que ha sido utilizado? Quiero saber de qué clase es. Y por cierto, ¿quién es este compañero? ¿Estás seguro de que es un doctor cualificado? Después de todo, no quiero que me trate un medicucho. Creo que tengo derecho a saber estas cosas, ¿tú no? Así que por favor, responde a mis preguntas o no dejaré que el hombre me toque.' Bueno - dijo el Buda - antes de que para tu satisfacción sean contestadas las preguntas, estarías muerto."

Así que, queridos amigos, cuando se encuentren sufriendo los males del mundo, confíen en El Gran Médico. Ha curado a millones. ¿Qué creyente ha fallecido nunca a su cuidado? ¿Qué creyente no ha recuperado la vida eterna y la felicidad siguiendo su régimen? Ninguno. Todos se han beneficiado. Y así lo harán ustedes si tienen fe en sus métodos.

La fe es un tipo de destreza que pueden desarrollar. Si, por ejemplo, desean hacer tofú, comienzan hirviendo y moliendo los fríjoles de soja y después le añaden una solución de polvo de yeso o zumo de limón a los fríjoles hervidos. Saben que pueden quedarse ahí, si lo desean, y ver formarse el tofú. Tienen fe en su método porque siempre funciona.

De esta manera obtienen un sentimiento de seguridad. Por supuesto, la primera vez que han hecho tofú, asumiendo que no estaban familiarizados con su producción, podían haber tenido falta de fe en el método. Podrían haber dudado que el yeso o el agua del limón hiciera que los fríjoles hervidos se transformaran en tofú. Pero una vez que han tenido éxito y ven con sus propios ojos que la receta era correcta, y que el procedimiento funciona, aceptan sin reversa el método prescrito. Se estableció su fe en el método.

Por lo tanto, todos debemos tener fe en que poseemos la Naturaleza búdica y que podemos encontrar esta Naturaleza búdica si seguimos diligentemente un camino adecuado del Dharma.

Si dudásemos, recuerden las palabras del Maestro Yong Jia recogidas en su Canción de la Iluminación:

"En el Mundo Real del Tathagata no existen egos, ni reglas, ni infiernos. No se puede encontrar allí ningún mal samsárico. Si miento, podéis sacarme la lengua fuera, y llenar mi boca de arena, y dejarla así por toda la eternidad."
Nadie sacó la lengua del Maestro Yong Jia.

En cuanto al cuarto prerrequisito, estar anclados en nuestra determinación por tener éxito en cualquier camino que escojamos, déjenme por favor que les advierta de lo estúpido de ir saltando de un camino a otro. Piensen en el Dharma como en una montaña que hay que escalar. Hay muchos caminos que conducen a la cumbre. ¡Escojan uno y sigan en él! ¡Les conducirá allí! Pero nunca llegarán a la cima si corren alrededor de la montaña probando un camino y luego rechazándolo en favor de otro que parece más fácil. Rodearán la montaña muchas veces, pero nunca la subirán. Permanezcan en el método que han escogido. Tengan una fe absoluta en él.

En Chan siempre contamos historias sobre diablos comprados. Una en particular es muy adecuada aquí:
Un día un hombre estaba paseando por el mercado cuando se acercó a un puesto que decía, "Se vende: Demonios de Primera Clase." Por supuesto, el hombre estaba intrigado. ¿Lo estarían ustedes? Yo sí. "Déjeme ver uno de esos demonios -le dijo al comerciante-".

El demonio era una pequeña y extraña criatura... bastante parecida a un mono. "Es bastante inteligente -dijo el comerciante-. Y todo lo que tiene que hacer es decirle cada mañana lo que quiere que haga ese día, y lo hará." "¿Cualquier cosa?" preguntó el hombre. "Sí -dijo el comerciante-, cualquier cosa. Todos sus quehaceres domésticos estarán terminados cuando llegue a casa después del trabajo." El hombre se encontraba soltero así que el demonio le pareció una muy buena inversión. "Me lo quedo" dijo. Y pagó al comerciante.

"Una pequeña cosa -dijo el comerciante (siempre hay una pequeña cosa, ¿no?)- debe ser fiel en decirle lo que debe hacer cada día. ¡Nunca se olvide! Dele las instrucciones cada mañana y todo irá bien. ¡Recuerde mantener esta rutina!"
El hombre aceptó y llevó su diablo a casa. Cada mañana le decía que fregara los platos, que hiciera la colada, que limpiara la casa y que preparara la cena; y cuando volvía a casa, todo estaba hecho de la manera más maravillosa.

Pero entonces llegó el cumpleaños del hombre y sus compañeros de trabajo decidieron darle una fiesta. Bebió mucho y se quedo a pasar la noche en la ciudad, en casa de un amigo, y a la mañana siguiente fue directamente al trabajo. No volvió a casa para decirle a su diablo lo que tenía que hacer. Y cuando regresó aquella noche descubrió que el diablo había quemado la casa y estaba bailando sobre las ruinas humeantes.

¿Y no es esto lo que sucede siempre? Cuando comenzamos un entrenamiento juramos con nuestra sangre que nos mantendremos fieles a él. Pero después de dejarlo y descuidarlo por primera vez, le conducimos al fracaso. Es como si nunca lo hubiéramos hecho.

Así que, sin importar que hayan escogido el camino del Mantra, o del Yantra, o de la Cuenta de la Respiración, o de un Hua T’ou, o de repetir el nombre del Buda, ¡sigan con su método! Si no funciona hoy, prueben mañana. Díganse a ustedes mismos que están tan decididos que si necesitan continuar su práctica durante la próxima vida, lo harán a fin de tener éxito. El viejo Maestro Wei Shan solía decir, "Permaneced en la práctica que hayáis escogido. Tal vez varias reencarnaciones os hagan falta para alcanzar la Budeidad."

Sé que es fácil desalentarnos cuando pensamos que no estamos haciendo progresos. Lo intentamos una y otra vez pero cuando no viene la iluminación queremos abandonar la lucha. La perseverancia es en sí misma un logro.
Sean constantes y pacientes. No están solos en su lucha. De acuerdo a un viejo proverbio, "Nos entrenamos durante aburridos eones, para alcanzar la iluminación que ocurre en un instante."

(Conteniendo los Preceptos)

El Chan tuvo dos famosos maestros llamados Ha Shan: un ermitaño del siglo 9 cuyo nombre significa Montaña Fría y un profesor del siglo 16 cuyo nombre significa Montaña Tonta. Montaña Fría es el más grande poeta de Budismo Chan. Montaña Tonta también fue muy bueno. Es probablemente el segundo mejor poeta Chan. Montaña Fría apelaba a la naturaleza para que le condujera a la paz y al entendimiento. Encontrando belleza en el mundo natural encontraba belleza en sí mismo. Así es como actúan los ermitaños. Miran; reflexionan; convierten el aislamiento en soledad. Montaña Tonta se trascendía a sí mismo trabajando para los demás. Se esforzaba en ayudar a la gente corriente a alcanzar la iluminación. Eso es un poco más duro que sobrevivir congelado y hambriento.

Ha Shan, Montaña Fría, dijo:

¡Arriba en la cima de la montaña / Infinidad en todas direcciones! La luna solitaria mira hacia abajo / Desde su desván de medianoche / Admira su reflejo en el estanque helado. Tiritando, le doy una serenata.

No hay Chan en el verso. Abunda en la melodía.

Ha Shan, Montaña Tonta, intentó poner en palabras que todo el mundo entendiera lo que no puede ser dicho:

Poned un pez sobre la tierra y recordará el océano hasta su muerte. Poned un pájaro en una jaula, y no olvidará el cielo. Cada uno siente nostalgia de su verdadero hogar, el lugar en que su naturaleza ha decretado que deberían estar.

El hombre nace en el estado de inocencia. Su naturaleza original es amor, gracia y pureza. A pesar de todo emigra sin darle importancia, sin siquiera un pensamiento de su antiguo hogar.

¿No es esto más triste que los peces y los pájaros?

A todos nos gustaría reflejar la Luna de la Iluminación. A todos nos gustaría llegar al hogar de la Inocencia. ¿Qué hacemos para conseguirlo? Seguimos el Dharma.

El Buda vio lo ignorante de la vida no iluminada como una condición enferma. Sus Cuatro Nobles Verdades tienen una connotación médica:

Uno, la vida en el Samsara es amarga y dolorosa. Dos, el deseo es la causa de la amargura y del dolor. Tres, hay una cura para esta enfermedad. Cuatro, la cura es seguir el Óctuplo Camino.

Primero, necesitamos reconocer que estamos enfermos. Segundo, necesitamos un diagnóstico. Tercero, necesitamos tener confianza en que lo que marcha mal responderá al tratamiento. Cuarto, necesitamos un régimen terapéutico.

El Samsara es el mundo visto a través del ego. Es un mundo accidentado y enfermo debido al incesante deseo del ego.

Intentar satisfacer las demandas del ego es como intentar nombrar el número más alto. No importa lo grande que sea el número en que pensemos, siempre podremos sumarle uno y obtener un número más grande todavía. No hay forma de llegar al último. Queridos amigos, ¿no es verdad que sin importar el dinero que una persona tenga, siempre piensa que necesita un poco más, que sin importar lo cómoda que sea la casa de una persona, siempre quiere un lugar que sea un poco más palaciego, que sin importar cuántos admiradores tenga, necesita siempre escuchar unos pocos aplausos más? Los esfuerzos constantes dan lugar a una lucha constante.

Y bien, ¿qué tenemos que hacer? Primero debemos comprender que los problemas que el ego crea no pueden solucionarse en el mundo de ilusiones siempre cambiantes del Samsara. ¿Por qué? Porque el ego es en sí mismo cambiante, un ser ficticio que actúa y reacciona en respuesta a las fluctuantes condiciones de la vida - condiciones que nunca pueden ser lo bastante comprendidas.

Es como intentar jugar al fútbol cuando la longitud del campo está en constante cambio; y en vez de un balón en juego, hay veinte; y los jugadores están o bien hablando y dejando de lado el juego o bien durmiendo sobre el césped. Nadie está realmente seguro del juego que se está jugando y todos juegan con reglas diferentes. Entonces, nadie que esperase ser tanto jugador como árbitro podría encontrar placer en semejante juego. Encontraría su vida sobre el campo como un ejercicio sin fin de miedo, confusión, frustración y agotamiento. El Óctuplo Camino guía, delimita, y establece unas normas que son claras. Todo el mundo puede seguirlas.

El primer paso es Correcto Entendimiento.

El Entendimiento requiere tanto el estudio como la consulta con un Maestro. La información que se obtiene solamente a través de la lectura nunca es suficiente. ¿Es el libro preciso? Si lo es, ¿realmente comprendemos lo que leemos? No nos podemos evaluar a nosotros mismos. Piensen en lo que sucedería si los estudiantes idearan sus propios exámenes y también les pusieran la nota. ¡Todo el mundo tendría un sobresaliente! ¿Pero cuántos conocerían realmente la materia?

Muchos estudiantes de Chan leen un libro y entonces, pensando en poner a prueba su comprensión, abordan a sus amigos con argumentos pretenciosos o les agasajan con declaraciones arrogantes. Los profesores dicen de estas discusiones, "En el país de los ciegos el tuerto es el rey."

Un buen profesor es indispensable. Un buen profesor se ocupa de nosotros y determina si comprendemos lo que hemos estudiado.

Si no estamos seguros de un pasaje del libro, no podemos preguntarle al libro. Si no estamos de acuerdo con ciertas opiniones de un profesor, no podemos pasar por alto su enseñanza de la forma en que podemos pasar por alto los párrafos fastidiosos. A menudo es necesario consultar con un buen profesor. No hay substituto para los regulares encuentros cara a cara.

Había una vez un marinero que, estando de permiso, se encontró con la chica de sus sueños. Cayó locamente enamorado de ella. Desdichadamente tenía que regresar a su barco para finalizar los dos años del alistamiento. Así que pensó, "No dejaré que me olvide. Le escribiré todos los días. Aunque mi escritura no sirva para otra cosa, me querrá por mi fidelidad."

Todos los días, dondequiera que estuviese, le escribía; y cuando regresó dos años después, se enteró que aproximadamente a las doscientas cartas, ¡se casó con el cartero! Queridos amigos, no sean como este pobre marinero que confiaba en las palabras escritas para lograr un entendimiento. Encuentren un maestro que se reúna regularmente con ustedes. Ábranle su corazón. Cuanto mejor les conozca, mejor podrá asesorarles e instruirles. El segundo paso es Correcto Pensamiento.

El Correcto Pensamiento requiere que se den cuenta de sus motivaciones. Debemos preguntarnos siempre por qué queremos tener algo o por qué queremos hacer algo, y debemos ser implacables en nuestra pesquisa. Si un amigo quiere comprar algo que no se puede permitir, o hacer algo que sería malo para él, deberíamos darle un buen consejo, advirtiéndole, ayudándole a ver las posibles consecuencias de sus estúpidos deseos. ¿No podemos ser este tipo de amigo con nosotros mismos? ¿No podemos aplicar el sentido común a nuestros propios deseos?

Una investigación cuidadosa iluminará nuestra situación: Al Señor de la Guerra T'ien Chi y al Rey de Ch'i les divertían las carreras de caballos. Regularmente se reunían para ir a montar sus caballos y hacer carreras. Ahora bien, cada uno tenía tres clases de caballos. La tercera clase era el caballo de tiro. Estos son los caballos que tiraban de los carros. Son grandes y fuertes, pero muy lentos.

La segunda clase era el caballo de caballería, estos son los caballos que montan los lanceros, los arqueros y los espadachines. Estos caballos son fuertes y razonablemente rápidos; pero son viejos porque necesitan años de entrenamiento.

La primera clase era el joven pura sangre que montaban los nobles y los altos oficiales. Este tipo de caballo era ligero y muy rápido.

Siempre que el Rey y el Señor de la guerra mantenían una carrera, primero corrían con sus caballos de tercera clase, después con los de segunda, y por último con sus caballos de pura sangre de primera clase.

Ahora bien, el rey que era rico tenía caballos mucho mejores que los del señor de la guerra. Así que naturalmente ganaba todas las carreras.

En su frustración, el señor de la guerra T'ien Chi apeló a Sung Ping, un sabio descendiente de Sun Tzu - Sun Tzu escribió el famoso libro "Arte de la guerra". T'ien Chi le preguntó a Sung Ping, "Aconséjeme por favor. ¿Cómo puedo ganarle al rey?"

El sabio pensó durante un momento. Y entonces dijo, "Señor, le sugiero que cuando el rey saque a competir sus caballos de tercera clase, saque usted los de segunda clase a correr contra ellos. Cuando el rey saque sus caballos de segunda clase, saque usted sus caballos de primera clase; y cuando el rey saque sus caballos de primera clase, saque usted los de tercera clase. Ganará dos de las tres carreras."

La respuesta fue simple, pero ¿por qué no pudo el señor de la guerra figurársela por el mismo? Porque su ego le tenía demasiado involucrado emocionalmente en la carrera. No se distanciaba de la situación y no la miraba objetivamente. No aplicaba el Correcto Pensamiento.

El tercer paso es Correcto Habla.

¿Con cuánta frecuencia ponemos las palabras al servicio del ego? Para sacar algún provecho contamos chismes, o exageramos, o nos olvidamos de contar la historia completa, o insinuamos la posible culpabilidad de otros mientras afirmamos nuestra propia inocencia incuestionable. A veces, solo para ser el centro de atención, muchos de nosotros contamos sórdidas historias o chistes verdes.

Pensamos que las palabras no son acciones, que tienen poco poder y una vida corta, que de algún modo las palabras se evaporan con el aliento de quien las pronuncia. Pero las palabras tienen poder y pueden vivir para siempre; y, además, pueden curar tanto como herir.

Solo el Hablar Correcto nos desalienta de proferir mentiras, insultos, acusaciones, o de fanfarronear sobre nuestros propios logros, y también nos alienta a decir palabras de consuelo, o proferir palabras de perdón, expresar agradecimiento y reconocimiento para los logros de los demás.

Nunca infravaloren el poder de las palabras. Déjenme que les cuente una vieja historia que ilustra su poder:

Era un precioso día de primavera y mucha gente había venido al parque para ver las plantas, la hierba verde, los árboles en flor. Entre la gente que vino había dos mendigos ciegos.

El primer mendigo tenía un cartel que decía, "Soy ciego." La mayoría de la gente pasaba por delante de él y seguía admirando la vista.

El segundo mendigo lo hizo mucho mejor. Casi todos los que pasaban delante de él echaban una moneda en su taza. Algunos, que habían pasado por delante de él sin echarle nada, actualmente regresaron para darle una moneda.

Su cartel decía, "Es mayo, ¡y yo estoy ciego!"

Queridos amigos, cuando estemos decidiendo entre hablar o no hablar, ¡piensen en el ciego que vio la diferencia que puede provocar una frase!

El cuarto paso es Correcta Acción.

La Correcta Acción contiene los Preceptos:

1. El voto budista de no ser violento. Esto no significa que no puedan defender su vida o la de aquellas personas que estén a su cuidado, sino que no pueden comenzar acciones hostiles contra otros.

¿Y qué diríamos si es en contra de nosotros mismos? Nosotros también somos una persona contra la que no se puede cometer acciones hostiles.

La paz no es simplemente la ausencia de la guerra. La ansiedad no es un estado agresivo, pero tampoco es pacífico. Alguien que está en coma no está en guerra, pero tampoco en paz. La paz es un estado que es alcanzado y sostenido deliberadamente.

No es suficiente con limitarse a no ser violentos; debemos actuar para fomentar la armonía, el bienestar, y la buena salud.

Fumar, por ejemplo, es perjudicial no solo para la salud del fumador sino para la salud de todos los que le rodean. En ambos casos, por tanto, el fumar está prohibido por el precepto contra la violencia.

Cuando sea posible, un budista debería abstenerse de comer carne. Digo 'cuando sea posible' porque esta norma no es absoluta. Mucha gente, por ejemplo, vive en las regiones árticas donde no tienen elección y deben comer pescado y otras criaturas marinas. No pueden cultivar jardines en la tundra; y no podemos negar el Dharma a los seres humanos porque su entorno no sea adecuado a las dietas vegetarianas. Pero donde los vegetales son abundantes, no hay razón para comer carne.

En el lado positivo, una dieta vegetariana estimula una buena salud y también por esta razón debe ser seguida.

El ejercicio, particularmente el Tai Ji Quan ó Qi Gong, libera agresividad e ira y también tiene efectos saludables sobre el cuerpo. El Yoga también es muy beneficioso.

2. El voto budista de ser veraz, no solo en la vida social, sino también en la vida de negocios. Todas las formas de fraude y embustes están incluidas en este Precepto. Siempre que sacrificamos la verdad para conseguir algún supuesto beneficio, entramos en un mundo serpentino y complicado:

Había en Tokio dos comerciantes que, tras años de una competitividad llena de engaños y trampas, desconfiaban por completo el uno del otro.

Un día se encontraron en una estación de tren. El primer comerciante preguntó, "¿Adónde vas?" El segundo comerciante pensó durante un momento y respondió, "A Kobe."

El primer comerciante gritó, "¡Mientes! Me has dicho que vas a Kobe porque querías que pensara que ibas a Osaka; pero he hecho averiguaciones y ¡sé que vas a Kobe!" Queridos amigos, este es el final del más pequeño engaño. Nuestra reputación es como la etiqueta de un paquete. Una vez que se nos conoce como mentirosos y tramposos, enviamos nuestras intenciones, sin importar lo inocentes que sean, al lugar de la duda y la desconfianza.

3. El voto budista de no apropiarse de la propiedad ajena. Este es el Precepto contra el robo. Hay quienes piensan que este Precepto implica solo a rateros y carteristas. Puesto que ellos no "rompen las puertas para entrar" o arrancan la cartera de un tirón, piensan que no necesitan preocuparse de este Precepto. Y por esta razón, no les remuerde la conciencia por actos de hurtos insignificantes u otras estafas de la propiedad.

¿Pero qué es una deuda que no se paga? ¿No es esto robar? ¿Qué es tomar prestado algo y no devolverlo? ¿Tampoco esto es robar? ¿Qué es utilizar la propiedad de otras personas y dañarla sin recompensar por el daño? ¿No es esto robar?

A veces actuamos como si tuviéramos derecho de apropiarnos de las pertenencias de una persona porque otra persona se ha apropiado de las nuestras. La Regla de Oro dice que debemos hacer a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros. No dice que podemos hacerle a los demás, lo que ellos nos han hecho.

Porque disculpamos y disimulamos nuestros propios hurtos, es por lo que no sentimos la necesidad de arrepentirnos de ellos.

Según un viejo proverbio, "El ladrón se arrepiente de ser capturado, no de ser ladrón." Si antes de cometer ningún acto examinamos su moralidad y sus posibles resultados, nunca necesitaremos preocuparnos por la horca.

4. El voto budista de ser sexualmente moral, modesto y responsable. En este Precepto podemos ver lo fácil que es romper todas los demás. Por causa de la lujuria, el hombre robará. Por causa de la lujuria, emborrachará a la mujer que ama y la engañará con falsas promesas. Y cuando él abusa del cuerpo de ella en cualquier forma, ¿no la está dañando?

Y así como condenemos la inmoralidad, estaremos elogiando la moralidad. Mucho honor comporta la persona virtuosa, la persona que es casta en su vida de soltero o fiel a su sagrado voto de matrimonio.

Es por el incumplimiento de la observancia del Precepto de la moralidad por lo que encontramos las mayores hipocresías. ¿Con cuánta frecuencia nos encontramos con un hombre que protege ferozmente a su propia hija, mientras es muy dado a seducir a las hijas de los demás? ¿O aquel que vigila estrictamente a su esposa, mientras seduce a la mujer de otro hombre? Si él asesinara a un hombre que ultraja a su propia mujer e hijas, esperaría que el Tribunal lo viera como una victima y lo absolviera de culpa. Con todo, a pesar de ser el quien corrompió y sedujo, se considera un héroe. ¿No es esta una triste y terrible verdad?

No es fácil para un hombre sobreponerse a la lujuria. Las tentaciones se encuentran en todas partes y en infinidad de variedades. Con todo, si un hombre desviara alguna de las energías que derrocha en sus conquistas sexuales hacia la conquista de su propia lujuria, haría verdaderos progresos espirituales.

Todos los hombres honorables convienen en la intensidad de la lucha. Incluso el Buda dijo, "Si me hubiera encontrado con otro obstáculo tan difícil de superar como el de mi sexualidad, nunca lo hubiera conseguido." El buen humor del Buda y su franqueza auto despreciativa deben darnos aliento.

5. El voto budista de abstenerse de consumir alcohol u otros intoxicantes. Hay quienes dicen, "Un trago de vez en cuando no hace daño a nadie." Pero un bebedor ocasional sigue siendo un bebedor. Es bastante parecido al hecho de estar "un poco embarazada." O hay embarazo o no lo hay.

La descripción "ocasional" es una puerta abierta por la cual un ladrón puede entrar. La puerta de la sobriedad está cerrada o no lo está. La experiencia nos dice que el mejor camino para solventar el problema es evitarlo. La abstención completa es el mejor camino de observar y guardar este Precepto.

El bebedor ocasional puede mantenerse sobrio cuando no le asaltan los problemas; pero tan pronto como se ve sometido a un serio estrés, puede sucumbir fácilmente al callejón sin salida del alcohol. Una vez que uno es atrapado por la bebida, descubre que una copa es demasiado y cien no son suficientes.

El alcohol mitiga nuestras inhibiciones y de este modo podemos satisfacer nuestros egos. Nos permite dejar a un lado las normas del decoro y la decencia, y después echarle la culpa de nuestra falta de conducta a la bebida - pero deberíamos echarnos la culpa a nosotros mismos por haber bebido. Nos decimos, por supuesto, que tomamos esa copa para divertirnos; pero cuando bebemos y se embotan nuestros sentidos, ¿cómo podemos sentir placer? Incluso aunque pudiéramos, ¿qué valor hay en experimentar un placer que no podemos recordar o saborear más tarde?

A menudo encontramos que un hombre intoxicado que comete una acción inmoral se observará más tarde, cuando esté sobrio, con disgusto; pero entonces este mismo hombre usará ese auto-disgusto como una excusa para volver a beber.

Déjenle en cambio que tome conciencia de su verdadera naturaleza, su Glorioso Yo Búdico. Déjenle que aprenda, en lugar de eso, que en sí mismo encontrará la verdad, la paz, la diversión y la libertad. Asegúrenle que si fuera posible cultivar estas cosas en una parra y ponerlas después en una botella, seríamos todos vinateros y borrachines.

Queridos amigos, hay un dicho que dice, "In Vino Veritas" que significa "En el vino hay verdad" siempre que bebamos lo suficiente. Pero la única verdad que siempre encontramos cuando somos demasiado indulgentes con el vino, es que la vida en el Samsara es amarga y dolorosa.

El quinto paso es Correcto Modo de Vida.

Obviamente, si no podemos participar en actividades ilegales para divertirnos, desde luego no podemos participar en ellas para obtener beneficio.

En la India, por ejemplo, tradicionalmente ha existido siempre un sistema de castas. Hay una clase sacerdotal, una clase guerrera, una clase comerciante, y una clase de trabajadores, y, muy por debajo, una casta de intocables o marginados de la sociedad. Una persona se queda en la casta que nace (no tiene derecho a la promoción). No puede ir de trabajo en trabajo avanzando. Sin importar el talento y de lo inteligente que sea, si ha nacido en una familia de granjeros, este es el único trabajo que se le permite hacer. Incluso no se le permite alternar con gente de otra casta. Hoy en día el sistema no es tan rígido, pero en el tiempo del Buda las reglas eran inviolables.

A pesar de esto, el Buda rechazó participar en un sistema tan injusto. El no seguía para nada las reglas. A la gente le gustaba eso de él. Fue un príncipe, pero no discriminaba a los que habían nacido en una casta más baja. Y en efecto, la mayoría de personas con quien se encontró habían nacido en una escala social mucho más baja que él. Cuando eres un príncipe no tienes demasiados superiores en la escala social.

Así que al Buda no le influyó en absoluto la ocupación o posición social de las personas. El Buda, como pueden ver, poseía el "Ojo del Discernimiento". Ninguna trampa piadosa pudo engañarle. Solo tenía que mirar a una persona para ver cómo era de santa. No mucha gente tiene este talento.

Ocurrió que cerca de Shravasti había un marginado llamado Sunita, un hombre tan bajo en la escala social, que no se le permitía trabajar para ganarse la vida. Era un intocable, y nadie se atrevía a romper las reglas de casta para contratarlo. Así que Sunita se ganaba el dinero para comer recogiendo flores en el basurero. Iba cada día al basurero del pueblo y hurgaba entre los ramos de flores secas, buscando una flor ocasional que inexplicablemente lograba seguir fresca mientras todas las demás estaban marchitas. Sunita disponía todas las flores frescas que encontraba en un ramo y lo vendía a la gente que pasaba por el camino.

Había mucha otra gente en Shravasti que era tan pobre como Sunita, pero realmente no había nadie que lo fuera más. Incluso a pesar de su pobreza, Sunita alcanzó la iluminación. Era un hombre amable y cariñoso. No hace falta decir que había escuchado predicar al Buda y fue un creyente devoto.

Un día, en una procesión, el Buda pasó por el camino cercano al basurero donde Sunita estaba buscando entre la basura.

Tan pronto como Sunita vio acercarse a la procesión, se agazapó rápidamente detrás de una piedra. Pero el Buda ya había visto a Sunita, y con su Ojo del Discernimiento lo reconoció como un ser iluminado.

"¡Hola! - le dijo al hombre agazapado - Por favor, levántate y déjame que te vea." Avergonzado, Sunita se puso en pie lentamente, haciendo una reverencia con la cabeza y sus manos juntas en señal de oración ante su cara.

"¿Por qué te has agazapado detrás de la roca? - preguntó el Buda." "Bendito - dijo Sunita - no quería que mi vista ofendiera a sus ojos. Soy indigno de su mirada."

Muchas de las personas que acompañaban al Buda estuvieron de acuerdo. Tiraron de su manga, intentado que se alejara del marginado. "Está sucio - dijeron - ¡Solo es un recogedor de basuras, un intocable!"

"¿Lo es? - dijo el Buda mientras avanzaba a través de un poco de basura para poner el brazo alrededor del hombro de Sunita - ¡Mirad! Lo he tocado, y sigue vivo."

Entonces el Buda le preguntó a Sunita, "Buen Señor, si no tiene demasiado cariño a esta labor, ¿le puedo persuadir de que venga conmigo para ayudarme en mi ministerio? Puedo utilizar un buen trabajador como usted."

Con lágrimas corriendo por su cara, Sunita aceptó. Y se dice que durante el resto de su vida, de acuerdo con los deseos del Buda, Sunita siempre permaneció muy pegado a él, donde el Buda pudiera alargar la mano y tocarlo.

El sexto paso es Correcto Esfuerzo.

Sabemos que la destreza viene con la práctica, pero para practicar las lecciones espirituales que hemos aprendido, no necesitamos encontrar oportunidades. En Chan debemos darnos cuenta de que cada respiración que hacemos nos proporciona una oportunidad para practicar.

La gente piensa que el mundo le molesta. No comprenden que son los porteros de sus propias mentes, que pueden fácilmente cerrar y bloquear las puertas de sus mentes. Si la gente les molesta, es porque el portero ha dejado la puerta abierta.

Hay gente que no pudiendo controlar su propia mente se esfuerza sin embargo en controlar la mente de los demás. Encuentran menos desalentador intentar dirigir los pensamientos de cientos de personas que dirigir los suyos propios. Esta situación es la que el Buda tenía en mente cuando dijo que el hombre que conquista a diez mil hombres en batalla, no es un héroe tan grande como aquel que se conquista a sí mismo.

Todos los días, en todas nuestras acciones, debemos actuar para avanzar en nuestra meta de iluminación y conocimiento personal. Si tenemos conocidos cuya compañía nos puede conducir fácilmente al error, deberíamos evitar relacionarnos con estos conocidos. Si no tenemos suficiente tiempo para meditar porque estamos muy ocupados en clubes, entretenimientos y deportes, deberíamos suprimir estas actividades.

Hace falta esfuerzo consciente para obtener la tranquilidad Chan. La calma espiritual se logra mediante la práctica. Un hombre muy sabio apuntó una vez que la mente del verdadero Hombre del Chan no puede ser apenada o intimidada porque, ya sea en los buenos o en los malos tiempos, simplemente continua en su propia paz constante, como un reloj haciendo tictac en una tormenta. Me gusta eso. Todos deberíamos intentar ser como relojes que incluso en una tormenta siguen haciendo tictac.

El séptimo paso es Correcta Atención.

Además de mantener nuestras mentes enfocadas en nuestro mantra, siempre que nos hallamos comprometido a seguir este método, y observar los pensamientos disciplinados necesarios para discriminar lo real de lo falso si hubiéramos escogido este método, también debemos seguir siendo conscientes de las causas y de los efectos de todas nuestras acciones. Queridos amigos, no debemos permitir nunca que pase un día sin cuestionar nuestra conducta. ¿Hemos hecho todo lo que hemos podido para ser amables y serviciales con los demás, y lograr que se sientan cómodos? ¿Hemos actuado de forma contraria al Buda Dharma? ¿Hemos sido mezquinos o tacaños? ¿Orgullosos o perezosos? ¿Glotones o codiciosos? ¿Envidiosos o irascibles? ¿Nos hemos manchado a nosotros mismos o a los demás con pensamientos, palabras o acciones lascivas?

No es fácil ver nuestras propias faltas. A veces tenemos que esforzarnos en detectarlas si no podemos ver ninguna.

Por la noche, si nos encontramos en una habitación brillantemente iluminada e intentamos mirar por la ventana el oscuro paisaje, todo lo que veremos será nuestro reflejo en el espejo. No veremos nada que no conociéramos antes - nuestra imagen y la de ese pequeño espacio en el que estamos encerrados. Si queremos ver más allá de nosotros mismos, tenemos que apagar las luces. Tenemos que reducir la intensidad de nuestros egos o cortarlos por completo. Solo entonces podremos ver a través del cristal.

El octavo paso es Correcta Meditación.

1. El Hua Tou
Si un hombre desea ser feliz durante una hora, que tome una buena comida;
Si desea ser feliz durante un año, que se case;
Si desea ser feliz durante una vida, que cultive un jardín;
Si desea ser feliz por la eternidad, que examine un Hua Tou.

¿Qué es entonces un Hua Tou?

Hua Tou significa "palabra de cabeza", y podemos contrastar Hua Tou con Hua Wai que significa "palabra de cola". Si un perro caminara por delante de nosotros, antes de ver el cuerpo del perro veríamos su cabeza; y después de ver el cuerpo veríamos su cola. Hasta aquí, todo bien. De este modo, la palabra de cabeza o Hua Tou es el punto en el que se origina nuestro pensamiento - el punto antes de que entre en el "cuerpo" de la ego-conciencia. La cola es el pensamiento subsecuente. Nos detendremos en la palabra de cola más tarde.

En la antigüedad se consideraba suficiente el apuntar a la mente calma para realizar la Naturaleza búdica. Bodhidharma habló de "calmar la mente" y el Sexto Patriarca sobre "darse cuenta de la Naturaleza del Yo". Ambos defendían un simple reconocimiento del verdadero estado inmaculado de pureza de la mente. Pero apuntar no era tan sencillo como sonaba.

A medida que pasaron los años y el Chan se hizo popular, personas con distintos grados de habilidad se vieron atraídos por él. Muchos practicantes proclamaron haber encontrado caminos fáciles para alcanzar exaltados estados de iluminación. Alardeaban de poseer las preciosas joyas del Dharma, pero las joyas que describían simplemente las habían visto en posesión de otros.

Los verdaderos maestros Chan podían, por supuesto, ver correctamente estas falsas proclamas; pero los principiantes no siempre podían distinguir una verdad de una mentira. Los maestros, preocupados por los efectos desconcertantes que esta incorrecta información estaba teniendo sobre los nuevos practicantes, decidieron idear métodos para autentificar y estandarizar logros.

Uno de los métodos que idearon fue el Hua Tou.

Así que, ¿qué es un Hua Tou? Es una pregunta diseñada para concentrar nuestros pensamientos en un único punto, un punto que existe en la "cabeza" de la Mente Original, un punto inmediatamente anterior a que el pensamiento entre en nuestro ego conciencia. Es un pensamiento "fuente".

Vamos a examinar el Hua Tou, "¿Quién es lo que ahora repite el nombre de Buda?" De todas las preguntas Hua Tou, esta es la más poderosa. Ahora bien, este Hua Tou puede explicarse de muchas formas distintas, pero todas ellas apuntan a una cuestión básica, "¿Quién soy yo?" Sin importar cómo sea planteada la pregunta, la respuesta debe encontrarse en el mismo lugar en que se origina: en la fuente, el Yo Búdico. El ego no puede responderla. Obviamente, las respuestas rápidas y fáciles no valen para nada. Cuando preguntamos, "¿Quién es lo que ahora repite el nombre de Buda?" no podemos replicar, "¡Es yo, el Yo Búdico!" y que la respuesta quede así. Por esto debemos preguntar entonces, "¿Quién es este yo?" Continuamos nuestras interrogaciones y nuestras confrontaciones. Una guerra civil tiene lugar en nuestra mente. El ego combate al ego. A veces el ego gana y a veces el ego pierde. Combatimos sin parar. ¿Qué es lo hace a mi mente consciente de ser yo? Por cierto, ¿qué es mi mente? ¿Qué es la consciencia?

Nuestras preguntas se hacen más y más sutiles y pronto comienzan a obsesionarnos. ¿Quién soy yo? ¿Cómo sé quién soy? Estas preguntas dan vueltas y vueltas en nuestras cabezas como boxeadores cansados y hambrientos. A veces, podemos querer dejar de pensar en el Hua Tou, pero nos damos cuenta de que no podemos quitárnoslo de la cabeza. No sonará la campana y nos dejará descansar. Si no os gustan las metáforas pugilísticas podéis decir que el Hau Tou comienza a atraparnos como una melodía que no podemos dejar de canturrear. Así que ahí estamos - siempre luchando, siempre practicando. No hace falta decir que, un Hua Tou nunca debería degenerar en una expresión vacía. Mucha gente cree que puede hacer sombra con su Hua Tou e incluso experimentar el movimiento del combate. Mientras sus mentes están en otro lugar, sus labios dicen, "¿Quién está repitiendo el nombre de Buda? ¿Quién está repitiendo el nombre de Buda? ¿Quién está repitiendo el nombre de Buda?" Esta es la forma de los loros pendencieros, no de los practicantes Chan.

El Hua Tou tiene un significado. Es una pregunta que tiene una respuesta y debemos estar decididos a encontrarla.

Me doy cuenta de que "¿Quién soy yo?" suena como una pregunta simple, uno podría responder la pregunta sin dificultad. Pero no es una pregunta fácil de responder. Con frecuencia es extremadamente enigmática.

De hecho, mucha gente llega a un punto en la vida en que, a parte de cualquier técnica Chan, se comienza a preguntar quién es en realidad.

Vamos a considerar, por ejemplo, a una mujer de mediana edad que ha alcanzado el punto donde ya no está segura de quién es. Tiene lo que los psicólogos modernos llaman "una crisis de identidad". Quizás sus hijos han crecido y se han mudado de casa, y su marido ya no la encuentra atractiva. Está deprimida y confusa.

De repente se da cuenta de que toda su vida se ha identificado a sí misma en términos de su relación con otras personas. Ella ha sido siempre la hija, la hermana, la empleada, la amiga, la mujer, o la madre de alguien. Esta mujer comienza ahora a querer saber, ¿Quién soy yo cuando no soy la hija, la esposa, la madre, etc. de alguien? ¿Quién soy yo realmente?

Quizás repase su vida y vea que cuando prestaba atención a las necesidades de una persona, no estaba disponible para satisfacer las necesidades de los demás. Y que aquellos que se sentían desatendidos por ella, la criticaban, mientras que los que recibían su ayuda, simplemente la aceptaban como si de algún modo tuviesen derecho a ella. Ser criticada por una parte, y no apreciada como era debido por la otra, le causó mucho sufrimiento. Y aún peor, se puede dar que satisfaciendo las demandas de estas relaciones sociales externas, descuidó las necesidades de su vida espiritual interior. Ahora se siente vacía espiritualmente y quiere saber por qué dio tanto de sí misma a los demás, por qué no dejó nada para su Yo Búdico.

Pero un lazo mantiene las dos partes juntas. No es una ligadura sin retorno. ¿No es porque deseamos ser queridos o respetados, temidos o admirados, por lo que permitimos o fomentamos estas ataduras? ¿No son nuestros deseos de personas, lugares, y cosas de la existencia samsárica los que a la larga nos causan amargura y dolor? Claro que sí. Había una vez un hombre que trabajaba en una tienda de comestibles. Todos los días solía robar comida y llevarla a casa para su familia. Su mujer e hijos crecieron fuertes y sanos, y utilizaba el dinero que habría que tenido que gastar en comida en comprar ropa y otros objetos. Le dijeron que era el mejor marido y padre que nadie podía tener. Pronto, el hermano del hombre, viendo esta prosperidad, le pidió que robara comida también para él; y el hombre accedió. Su hermano le adoraba. "Eres el mejor hermano que un hombre puede tener - decía."

Luego, un amable vecino que estaba atravesando problemas económicos le rogó que le ayudara; y el hombre robó más comida aún. Su vecino estaba muy agradecido, "Eres el mejor amigo que un hombre puede tener -decía."

El hombre se sentía importante y apreciado. En su deseo de ser querido y respetado, no se dio cuenta de que se había convertido en un vulgar ladrón.

Poco tiempo después fue atrapado, culpado, y condenado por sus robos. Fue sentenciado a pasar años en la cárcel.

¿Cuántas de las personas a las que había ayudado se ofrecieron a ocupar su lugar en la cárcel aunque solo fuera por una noche de su condena? Ninguna. ¿Cuántos se ofrecieron a restituir al menos la mitad de lo que les había proporcionado? Ninguno.

Tristemente el hombre se dio cuenta de que su familia se sentía molesta de admitir que había tenido relación con un ladrón. Tristemente el hombre se dio cuenta de que sus amigos expresaban lo aliviado que estaba el vecindario con un tipo tan vil entre rejas. Y de este modo, cuando nos preguntamos realmente quiénes somos, debemos reflexionar sobre los estúpidos deseos de nuestro ego y los patéticos caminos en que se humillará por afecto.

Cuando preguntamos, "¿Quién soy yo?", debemos preguntarnos también si nos identificamos a nosotros mismos en términos de nuestra riqueza o posición social. ¿Qué sucedería si perdiésemos nuestro dinero o fuéramos expulsados de la sociedad debido a un defecto en nuestro pedigrí? ¿Somos nuestras cuentas bancarias, nuestro círculo social o nuestro linaje?

¿Qué hay acerca de nuestros trabajos? ¿Somos nuestras ocupaciones? Si un músico se lesiona la mano y ya no puede seguir tocando su instrumento, ¿deja de existir? ¿Se ve privado de su humanidad por el hecho de verse privado de su identidad como músico?

¿Nos identificamos a nosotros mismos en términos de nuestras nacionalidades, nuestras ciudades, nuestros vecindarios, el lenguaje que hablamos o los deportes que practicamos?

¿Perdemos parte de nosotros mismos si nos trasladamos a una nueva localidad?

¿Somos nuestros cuerpos? Si un hombre tiene cabeza, tronco, y cuatro extremidades, ¿qué ocurriría si perdiera dos extremidades? ¿Solo es las dos terceras partes de un hombre? Pensad en lo estúpido que sería si él y su hermano tuvieran que repartir equitativamente una herencia, y su hermano dice que como le falta un brazo y una pierna, ¡solo tiene derecho a las dos terceras partes de su herencia!

¿Podemos definirnos como nuestros egos, nuestro sentido consciente de "yo", "mí" ó "mío"? ¿Qué sucede cuando dormimos? ¿Dejamos de existir? ¿Qué sucede cuando nuestra atención está completamente centrada en un problema, o un drama, o en alguna música maravillosa? ¿Que sucede cuando meditamos y perdemos completamente nuestro sentido de la yo-idad? ¿Los santos que alcanzan un estado de no-yo dejan de existir? Y Shakyamuni Buda, que estaba tan desprovisto de la personalidad de Siddharta que sólo podía llamarse "Tathagata" - la Realidad como Tal o la Talidad de la Realidad, Sí Mismo - ¿dejó de existir ya que no tenía naturaleza egótica?

Al intentar responder al Hua Tou, "¿Quién soy yo?" o "¿Quién repite el nombre de Buda?", debemos examinar nuestras identidades ilusorias, nuestras cambiantes y condicionales identidades samsáricas.

Queridos amigos, ¡rompan las viejas ataduras! ¡Disuelvan las auto-imágenes llenas de orgullo y las relaciones especiales, y creen en su lugar humildes y genéricas variedades! No pidan amigos. Intenten simplemente ser alguien amable, alguien que respeta a toda la gente y la trata con toda bondad y consideración.

No se limiten solo a un cariño filial hacia sus padres, sean solícitos hacia todas las personas mayores, etc.

Una vez que nos desapegamos de las relaciones emotivas específicas y nos extendemos hacia toda la humanidad, comienza a emerger una nueva fuerza del carácter.

El Hua Tou, "¿Quién soy yo?" es una Espada Vajra que, cuando es empuñada adecuadamente, cortará el molesto ego.

Un Hua Wei, o palabra de cola, sigue la pista de un pensamiento hasta su origen. Esto también puede ser muy útil. Por ejemplo, un niño en compañía de sus amigos le hace a su padre una pregunta, dice, "¿Podemos ir a la playa este fin de semana?" y su padre contesta de modo áspero, "¡No me molestes!" y aparta al niño de un empujón haciéndole sentir pena y dolor por el rechazo.

Esa respuesta puede ser un Hua Wei. El hombre debe preguntarse, ¿por qué he respondido a mi hijo de esta manera? ¿Por qué me trastorné de repente? Sabe que antes de que su hijo se le acercara, estaba de buen humor. ¿Qué había en la pregunta que le trastornó?

Comienza a seguirle la pista a cada una de las palabras. ¿Fue la expresión 'fin de semana'? ¿Qué asocia con esta palabra? Si no puede encontrar nada, prueba con la palabra "playa". Comienza a recordar sus experiencias en la playa. Piensa en muchos acontecimientos y de repente recordará lo que le perturba. No quiere pensar en ello, pero la disciplina Hua Wei requiere que examine este hecho. ¿Por qué le perturba el recuerdo? ¿Qué hay tan desagradable en él? Continua investigando este suceso hasta que llega a la causa raíz de su dolor.

Queridos amigos, esa causa raíz seguramente le causará daño a su orgullo y a su auto-estima. Y de este modo el hombre recuerda y, de alguna forma, revive la experiencia, solo ahora puede verla desde una perspectiva diferente, más natural. Quizás esa amarga experiencia implique en realidad malos tratos que recibió ¡de su propio padre! De todas formas, seguramente verá que ha transferido el dolor de su experiencia infantil en la playa a su inocente hijo. Debido a esto, intentará compensar su cruel desaire, y de esta forma, su carácter crecerá.

Sucede ocasionalmente que si el hombre se concentra lo suficiente en el Hua Wei, el perro podría morder su propia cola; y puede en realidad ir de la cola a la cabeza de un trago. A veces un Hua Tou funciona como una instrucción, una clase de guía que nos ayuda a enfrentarnos con los problemas de la vida. Ya que un Hua Tou nos sostiene y nos dirige cuando viajamos por la difícil carretera hacia la iluminación.

¿Saben? Hace tiempo el Maestro Chan Hui Jue de la Montaña Lang Ye tenía una discípula que vino a él por instrucción. El maestro le dio el Hua Tou, "Déjalo ser". Le dijo que si utilizaba fielmente este Hua Tou como si fuera una guadaña, podría cortar las ilusiones y cosechar la iluminación.

La mujer tuvo fe en su maestro y, estando anclada en su determinación de obtener éxito, afiló y mantuvo este Hua Tou, Déjalo ser. ¿Dejar ser el qué? ¿Quién lo deja ser? ¿Qué es ser? Afilaba la hoja sin parar. Su casa se quemó y cuando la gente vino corriendo a decírselo, se encontraba tranquilamente con los ojos cerrados y susurrando, "Déjalo ser." Su hijo se ahogó y cuando la gente vino corriendo a decírselo, se encontraba tranquilamente con los ojos cerrados y susurrando, "Déjalo ser."

Un día comenzó a preparar buñuelos para cenar. Tenía lista la pastaba y el aceite estaba caliente. Entonces, cuando echó un poco de pasta en el aceite caliente, crepitó. Y este pequeño chisporroteo reverberó en su mente, y ¡alcanzó la iluminación! Al momento tiró la sartén con el aceite caliente al suelo y comenzó a brincar dando palmadas y riendo sin parar. Su marido naturalmente pensó que se había vuelto loca. "¡Que desastre! - gritó - ¿Qué haré?" Y su mujer se volvió hacia él y le dijo, "Déjalo ser. Tan solo déjalo ser." Entonces fue al Maestro Hui Jue y comprobó que en efecto había cosechado la Fruta Santa. Mantengan la mente en su Hua Tou siempre que estén haciendo cualquier cosa que no requiera toda su atención. Naturalmente, si están pilotando un avión no se pondrán a pensar en su Hua Tou. Descubrir si un perro tiene o no la Naturaleza búdica no les será de mucha utilidad si estrellan su avión. Conducir un automóvil también es algo que requiere toda su atención. No pueden cometer el riesgo de matar los pequeños 'yoes' de otra gente solamente porque estén intentando despachar el suyo propio.

Pero hay muchas ocasiones durante el día en las que pueden trabajar con seguridad en su Hua Tou. Normalmente intentamos llenar ese tiempo con actividades frívolas. Practicamos juegos tontos, hacemos puzzles, escuchamos la radio o vemos algún evento deportivo. Estas son las ocasiones en que deberíamos volcar nuestra mente en nuestro Hua Tou. Uno nunca puede decir cuando llegará el momento mágico.

En China llamamos a un trozo de carne "carne pura". No está mezclada con otros ingredientes como, por ejemplo, lo está una salchicha. A veces "carne pura" significa el mejor trozo de carne. La gente siempre le dice al carnicero que eso es lo que quiere. Carne pura o selecta.

Hubo una vez un hombre que estaba teniendo en cuenta el Hua Tou, "¿Quién tiene Naturaleza búdica?" Todos los días pasaba por delante de una carnicería en su camino al trabajo. Siempre escuchaba a la gente pidiendo a voces "carne pura" pero nunca prestó mucha atención.

Un día una mujer estaba comprando carne y, de acuerdo a la costumbre, insistió en que el carnicero solo le diera carne pura. Esto es lo que gritó. "Deme solo carne pura." Su incisiva insistencia irritó al carnicero y gritó, "¿Qué pieza no es pura?" El hombre escuchó este grito de enfado y realizó de repente que toda la carne es carne pura, eso es decir, todo el mundo contiene la pura Naturaleza búdica. ¿Quién tiene Naturaleza búdica? ¡Ah! ¿Quién no tiene Naturaleza búdica?

¡El hombre alcanzó la iluminación en ese instante! Se excitó tanto que botó, saltó y siguió diciendo, "¿Qué pieza no es pura? ¡Ah, ah! ¿Qué pieza no es pura?", una y otra vez. "¿Qué pieza no es pura?" A esta locura la llamamos Enfermedad Chan. No dura mucho tiempo, puede que solo unos pocos días antes de que la víctima se calme; pero es una maravillosa enfermedad. Afortunadamente, no hay medicina que la cure.

Un monje le preguntó una vez al Maestro Zhao Zhou, "¿Qué sucede cuando finalmente una persona alcanza el estado no sensorial?". El Maestro Zhao Zhou respondió, "Lo asienta." El monje no comprendió. Así que este dilema se convirtió en su Hua Tou. "¿Cómo puede uno asentar la ausencia de algo?" Trabajó sobre esto una y otra vez y siguió sin poder comprenderlo. Así que regresó al Maestro Zhao Zhou y preguntó, "¿Cómo puede uno asentar la ausencia de algo?" El Maestro Zhao Zhou respondió simplemente, "Lo que no puedas asentar, llévatelo." Inmediatamente el monje obtuvo la iluminación.

Como pueden ver, el Maestro Zhao Zhou sabía que la única cosa que no podemos asentar es nuestro Yo Búdico. Esto, y solo esto, es todo lo que verdaderamente podemos llevar con nosotros. Nadie puede decir, "Estoy iluminado" porque la experiencia de la iluminación es precisamente una experiencia de no-ego. El ego se extingue y el puro Yo Búdico es experimentado. No hay "yo" en aquel que puede proclamar que está iluminado. Esta es la experiencia más tónica y saludable. Alguien que sufra de una enfermedad del ego debería intentar administrase una dosis de iluminación. La cura es permanente.

2. Meditación en el sonido

Antes de comenzar esta instrucción, creo que es importante comprender la diferencia entre Huésped e Invitado.

En el Sutra Surangama, Arya Ajnatakaundinya pregunta, "¿Cuál es la diferencia entre permanente y transitorio?" Responde poniendo de ejemplo al viajero que se detiene en una posada. El viajero cena, duerme, y después continua su camino. No se queda en la posada, paga su cuenta y se marcha, continuando su camino. Pero, ¿qué pasa con el posadero? El no va a ninguna parte. Sigue residiendo en la posada porque es ahí donde vive.

"Por lo tanto digo que, lo transitorio es el invitado y el posadero es el huésped", dijo Arya Ajnatakaundinya.

Y de ese modo identificamos a la miríada de pensamientos del ego que se levantan y caen en el flujo de conciencia como transitorios, viajeros que vienen y van, y que no deberían ser retenidos con investigaciones discursivas. Nuestro Yo Búdico es el huésped que permite a los viajeros pasar sin estorbar. Un buen huésped no detiene a sus invitados con charla ociosa cuando están listos para partir.

Por lo tanto, así como el huésped no lía el petate y se va con sus invitados, nosotros no deberíamos seguir nuestros pensamientos transitorios. Deberíamos simplemente dejarlos pasar, sin obstáculos.

Mucha gente se esfuerza en vaciar su mente de todo pensamiento. Esta es su práctica de meditación. Intentan no pensar. Piensan una y otra vez, "No pensaré." Esta es una técnica muy difícil y no es recomendada para principiantes. Realimente, el estado de "no-mente" que buscan es un estado espiritual avanzado. Hay muchos estados espirituales que deben precederle.

El progreso en Chan es bastante parecido a intentar escalar una montaña alta. Comenzamos abajo del todo. ¿Cuál es nuestro destino? No es la cima sino simplemente nuestro campo base, Campo 1, o la primera parada. Después de haber descansado allí, continuaremos nuestro ascenso. Pero, otra vez, nuestro destino no es la cima, sino sencillamente el Campo 2 o la segunda parada. Solamente alcanzamos la cima desde nuestro Campo final o nuestra parada final.

Desde luego nadie sueña con intentar escalar el Monte Everest en un ascenso rápido. ¡Y la cima del Chan es más alta que la del Everest! A pesar de todo, en el Chan todo el mundo quiere empezar por el final. Nadie quiere empezar en el comienzo. Si los principiantes pudieran tomar un avión hasta la cumbre querrían hacerlo, pero esto no sería ser escalador, ¿no es cierto? El entusiasmo por el logro es lo que le hace a la gente intentar tomar atajos. Pero el viaje es el verdadero logro.

Un método mejor que intentar deliberadamente poner la mente en blanco mediante la prevención del surgimiento del pensamiento, es meditar en el sonido. En este método nos sentamos en calma y cuando escuchamos un sonido le dejamos, por así decirlo, entrar por una oreja y salir por la otra. Somos como buenos posaderos que no retienen a los invitados-pensamientos con charlas discursivas. Si escuchamos el claxon de un coche, sencillamente guardamos el ruido sin decirnos, "¡Este claxon parece el del Bentley del Sr. Wang! ¡Supongo que se va!" O si escuchamos afuera el grito de un niño, simplemente dejamos que el grito pase por nuestra mente sin decir, "¡Oh, este niño ruidoso! Desearía que su madre le enseñara mejores modales."

¿Saben?, en algunos estilos de Chan, es tradición golpear a alguien con un palo si comienza a mostrar signos de somnolencia. De un lado a otro de los pasillos hay alguien que patrulla con un palo. A nadie se le permite moverse o hacer ruidos al respirar o, ¡no lo quiera dios!, hacer gestos de somnolencia. ¡El compañero del palo le golpeará! Esto es estúpido y, en verdad, viola el Quinto Precepto de no-violencia.

¿Qué debemos hacer con una monja o sacerdote ancianos que comienzan a dormirse en la Sala de Meditación? ¿Deberíamos golpearles con un palo? ¿Estamos confundiendo pereza con somnolencia? Quizás la persona somnolienta se ha pasado la noche atendiendo a los enfermos. ¿Deberíamos castigarle si, en su agotamiento, comienza a dejarse llevar por el sueño? No. Deberíamos ofrecerle un té fuerte. Si quiere reanimarse, se toma el té. Pero si se toma un pequeño sueño deberíamos dejarle descansar. Quizás el ruido en la respiración de una persona, o el desasosiego, sean en realidad el síntoma de una enfermedad. ¿Deberíamos castigar a una persona enferma y aumentar su malestar? No. Este no es el camino Chan.

¿Qué deberíamos hacer una vez, por supuesto, que estemos seguros de que su ruido no viene de la fatiga o la enfermedad? Deberíamos utilizar el sonido de su respiración o sus movimientos como utilizamos el sonido del claxon de un coche o el grito de un niño. Deberíamos registrar el ruido sin pensar para nada en él. No deberíamos permitir que nuestro ego se implique en el ruido. Dejarlo pasar a través de nuestras mentes libres, como un invitado en una posada. Un invitado entra y se marcha. No hurgamos en las pertenencias del invitado. No le detenemos con chismes o con una charla insustancial. El Buda le pidió una vez a Manjushri que escogiera entre los distintos métodos de alcanzar la iluminación. "¿Cuál es el mejor?" preguntó. Manjushri escogió sin dudar el método del Bodhisattva Avalokiteshvara de utilizar la facultad de respirar como el mejor.

Recuerden siempre que cuando se medita sobre el sonido es esencial eliminar el ego del proceso de escuchar, y dejar al no-crítico Yo Búdico registrar el sonido que entra por nuestras orejas. Allá donde lo hagamos, hacemos de ese un lugar un Bodhimandala, un lugar sagrado en el que se puede conseguir la iluminación.

No necesitamos estar en una sala de meditación para practicar esta técnica. Todos los días, en nuestras actividades ordinarias, dondequiera que estemos, podemos practicarla. No deberíamos intentar limitar nuestra práctica del Chan a aquellas ocasiones en que estemos en una Sala de Meditación Chan. De hecho, la función de una sala de meditación es simplemente la de proporcionar un lugar de distracción mínima para la gente que tienen dificultad en mantener su atención centrada en lo que está haciendo.

A veces a la gente le gusta ir a las salas de meditación porque necesitan ser forzados a meditar. No les gusta practicar en sus casas solos. ¿Por qué debería una persona estar obligada a tener una experiencia bonita? ¡Qué estupidez!

A veces la gente va a las salas de meditación porque quieren encontrarse allí con los amigos. Es un mal uso del Chan. Es convertir al Chan de un Camino a la Iluminación a solo otro camino samsárico sin salida; ¿y no es eso una lástima?

3. Meditación sobre un objeto específico

A veces un invitado no es transitorio. A veces un invitado viene a la posada con la intención de quedarse por un tiempo. Bueno, entonces el posadero debe brindarle una atención especial.

El posadero no investiga al invitado-objeto antes de dejarle que firme el registro. Es otra manera de decir que antes de sentarse a meditar no vamos y estudiamos el objeto sobre el que meditaremos.

Supongan que escogemos como objeto una rosa. Este es un objeto particularmente agradable para la meditación Chan ya que, después de todo, las rosas son uno de los regalos de China al mundo de la horticultura.

Una rosa puede abordar a nuestros sentidos de muchas formas.

Después de haber logrado calma y de haber regulado nuestra respiración, comenzamos por cerrar nuestros ojos suavemente e intentamos construir una rosa en nuestra mente. No nos permitimos divagar en recuerdos personales sobre rosas.

Vemos un tallo - cómo es de largo, de grueso, de verde, y demás. Vemos espinas, sus formas, sus puntas, su disposición en el tallo. De nuevo, no divagamos pensando en ocasiones específicas en que nos pinchamos con espinas. Quizás cautelosamente sentimos la espina, pero solo en nuestra mente. Después vamos a las diversas partes de la flor. Dependiendo de nuestro conocimiento de botánica ensamblamos la flor... pistilo, estambre, pétalos y demás. Los pétalos son tan suaves. ¿De qué color son? El polen es tan amarillo y polvoriento. Vemos el polvo amarillo cerca de los pétalos. Una rosa tiene fragancia. ¿Cuál es el perfume específico de nuestra rosa? Incluso comenzamos a olerla.

Así es cómo se medita sobre una rosa o sobre cualquier otro objeto. Recuerden, nunca nos permitimos divagar sobre "Las rosas que he conocido..." o situaciones del pasado cuando dimos o recibimos rosas. ¡No pensad en nada! Solo nos hacemos conscientes de una rosa en todas sus partes y sensaciones.

Pronto la rosa brillará en nuestra mente. La rosa será de una belleza tan exquisita que sabremos que hemos visto la propia Rosa Ideal del Cielo. Después, podemos chillar con placer. No se le permite a mucha gente ver uno de los tesoros del Cielo.

4. Meditación sobre el nombre del Buda

En el Budismo Mahayama, el Buda Amitabha, el Buda del Oeste, es muy importante. Los chinos pronuncian Amitabha como Amitoforo. Y de ese modo, repetir el nombre Amitoforo es una práctica excelente.

Primero, ponemos nuestra mente en una imagen del Buda Amitabha. Debemos confesarle nuestra gran deuda. ¿No brotó el Bodhisattva Avalokitesvara-Guan Yin de su frente? ¿Dónde estaría la meditación Mahayana sin nuestro querido Guan Yin? Así que mantenemos al Buda en nuestra mente cuando repetimos su nombre sagrado. ¿Cuál es la forma errónea de repetir el nombre del Buda? Es fácil de describir. Pensad en una persona enferma a la que se le da un frasco de pastillas de penicilina. Pensad en él sentado y sosteniendo el frasco cerrado repitiendo "penicilina, penicilina, penicilina". ¿Lo curará? No. Debe tomar la penicilina. La debe tragar y asimilar. Simplemente repitiendo el nombre de la medicina no le curará.


Capítulo 4 - El Sermón de la Flor del Buda
Un buen profesor es mejor que los libros más sagrados. Los libros contienen palabras, y el Chan no se puede transmitir únicamente con palabras. Supongo que estarán pensando, "Bueno, si este anciano dice que las palabras no tienen utilidad, ¿por qué habla tanto?" La religión tiene muchos misterios, y el porqué los profesores dicen que las palabras nunca pueden ser suficientes, y después hablan una y otra vez hasta que las orejas de sus estudiantes se petrifican, es quizás el mayor misterio de todos.
El Buda se encontraba junto a un lago en el Monte Grdhakuta, y estaba preparado para dar un sermón a los discípulos que allí se reunieron para oírlo hablar.
Mientras el Santo esperaba a que sus estudiantes se acomodaran, se fijó en un floreciente loto dorado en las fangosas aguas cercanas. Sacó del agua la planta – la flor, el largo tallo y la raíz. Entonces la sostuvo en alto para que sus estudiantes pudieran verla. Durante un tiempo se quedo ahí, sin decir nada, sosteniendo en alto el loto y mirando a las palidecidas caras de su audiencia.
De repente, su discípulo Mahakashyapa sonrió. ¡Había comprendido!
¿Qué comprendió Mahakashyapa? Todo el mundo quiere saberlo. Durante siglos todo el mundo se pregunta, "¿Qué mensaje le dio el Buda a Mahakashyapa?"
Algunos dicen que la raíz, el tallo y la flor representaban los Tres Mundos: el infierno, la tierra y el cielo, y que el Buda estaba diciendo que podía sostener a toda la existencia en la palma de su mano. Puede ser.
Algunos dicen que estaba invirtiendo el Gran Mantra, "Mani Padme Hum" La Joya está en el Loto. Cuando el Buda sostenía la flor en su mano, el Loto estaba en la Joya. Hummm.
Algunos dicen que la raíz, el tallo y la flor representaban la base, la espina y la corona de lotos de mil pétalos del sistema Chakra Yoga, y que levantando la planta estaba defendiendo esa disciplina. Otros dicen que podía estar sencillamente indicando un resultado de esa disciplina, el cumplimiento Trinitario: puesto que el Buda fue Padre y Madre, también fue Hijo - el Loto Nacido y el Loto Sostenido por Maitreya, el Buda Futuro, el Julai. ¡Eso es ciertamente algo sobre lo que pensar!
En Chan no estamos seguros de demasiadas cosas. Realmente solo sabemos una: ¡La Iluminación no puede encontrarse en un diccionario! El puente al Nirvana no está construido de frases. Como el viejo Maestro Lao Zi escribió, "El Dao del que puede hablarse no es el Dao que queremos."
Así que Buda habló en silencio, pero ¿qué dijo?
Quizás estaba diciendo – Fuera de las inmundicias del Samsara el Loto crece puro e inmaculado. ¡Trasciendan la ego-conciencia! ¡Sean Uno con la flor!
¡Allí mismo! El Buda dio una conferencia y nadie tuvo que tomar notas.
Capítulo 5 - Estados de Desarrollo
¿Por qué estados debemos pasar en nuestro progreso hacia la iluminación?
Primero, debido a nuestra meditación podemos experimentar un momento de completa pureza y ligereza. Podemos incluso sentir que nuestro cuerpo está empezando a levitar, o que nuestra mente se levanta de nuestro cuerpo y que podemos mirar hacia abajo y vernos a nosotros mismos sentados debajo. Es muy difícil aprender de estas experiencias, y más difícil aún de experimentarlas. Lo que es más extraño de todo es que mucha gente las ha experimentado.
Segundo, podemos experimentar un estado de pureza libre de ego en el que somos meros espectadores de los objetos y de los eventos de nuestro entorno, sin ser afectados de ninguna manera por ellos. Los datos sensoriales no nos alcanzan. Permanecemos sin afectarnos por los eventos que nos rodean como una piedra apoyada en el agua. Siempre que alcanzamos este estado deberíamos esforzarnos en seguir vigilantes, alertas, y conscientes de la experiencia.
Tercero, podemos oír un trueno que nadie más puede oír, incluso podemos jurar que está haciendo temblar la casa entera. O el sonido que sólo nosotros oímos puede ser como el zumbido de una abeja o la nota de una trompeta lejana. Estas experiencias auditorias son muy poco frecuentes para una persona normal, pero para aquellas personas que practican Chan, son bastantes ordinarias.
Siempre que tengamos una extraña e inexplicable experiencia – una visión, quizás deberíamos discutirla con un maestro y no con otros que puedan sacar conclusiones erróneas provenientes de la ignorancia o la malicia. Demasiado a menudo un practicante Chan que no ha podido avanzar en su propio programa denigrará la experiencia de otro.
¿Qué deberíamos hacer cuando no podemos meditar de ninguna manera, cuando nos sentamos y solo experimentamos inquietud? Deberíamos acercarnos a nosotros mismos como si fuésemos niños. Si un niño estuviera aprendiendo a tocar un instrumento musical, no le se enseñaría a la vez teoría musical, notación, las particularidades de su instrumento y composición. No, a un niño se le enseñaría gradualmente, con pequeñas sesiones de instrucción y pequeñas sesiones de práctica. Esta es la mejor forma. Un músico consumado puede fácilmente practicar ocho horas al día, pero no un principiante. Un principiante necesita alcanzar una serie continua de pequeños éxitos. De esta forma cultiva la paciencia, la confianza y el entusiasmo. Una larga serie de pequeños éxitos es mejor que una pequeña serie de fracasos. Deberíamos establecernos pequeñas metas; y no embarcarnos en largas metas hasta que hayamos dominado todas las pequeñas.
Más allá de la práctica de la meditación, está la actitud. Un principiante debe aprender a cultivar la llamada "serenidad de un moribundo". ¿Qué es esta serenidad? Es la serenidad de conocer qué es importante y qué no lo es, de aceptar y perdonar. Alguien que haya estado junto a la cama de un moribundo comprenderá esta serenidad. ¿Qué haría el moribundo si alguien lo insultara? Nada. Cuando yace allí, ¿hará planes para hacerse famoso o rico? No. ¿Si alguien que antaño le hubiera ofendido le pidiera su perdón no se lo daría? Por supuesto que sí. Un moribundo conoce la falta de sentido de la enemistad. El odio es siempre un sentimiento lamentable. ¿Quién desea morir sintiendo odio en su corazón? Nadie. El moribundo busca amor y paz.
Hubo un tiempo en que el moribundo se permitía el lujo de albergar sentimientos de orgullo, codicia, lujuria y cólera, pero ahora tales sentimientos se han ido. Hubo un tiempo en que era condescendiente con sus malos hábitos, pero ahora se ha librado de ellos. No lleva nada. Ha dejado a un lado sus cargas. Está en paz.
Queridos amigos, cuando hayamos respirado por última vez, este cuerpo físico nuestro se convertirá en un cadáver. Si nos esforzamos en considerar este cuerpo físico como un cadáver, pronto nos llegará la paz.
Si considerásemos cada día de nuestra vida como si fuera el último, no desperdiciaríamos ni un precioso minuto en ocupaciones frívolas, con resentimiento o cólera nociva. No nos olvidaríamos de mostrar amor y gratitud a aquellos que han sido amables con nosotros. No negaríamos nuestro perdón para ninguna ofensa, grande o pequeña. Y si nos hubiéramos equivocado, ¿no pediríamos perdón incluso con nuestra última respiración?
Bueno, si esta es la gran dificultad para un principiante, ¿qué obstáculos se encontrará un practicante intermedio? ¡Los resultados! Después de que ha cultivado la disciplina del Buda Dharma, debe seguir cuidando su jardín ya que espera ¡la maduración de Fruta Santa! Sin embargo, su espera debe ser una espera pasiva. No puede esperar o fijar la hora para la estación de la cosecha. En agricultura, es posible estimar cuánto tardaran en madurar las habas o las manzanas. Pero la Iluminación llegará cuando llegue.
Cuando venga, el meditador experimentará su Verdadera Naturaleza de repente. También comprenderá que su ego es en realidad una criatura de ficción, una ilusión dañina. Ahora, eliminada la confusión, se hará imperturbable. Desarrollará una mente unidireccional, una identidad que brillará en la pureza y estará completamente tranquila. Naturalmente, cuando alcance este estado, debe actuar para preservar este Ojo Diamantino de Sabiduría. Debe estar vigilante para no permitir reafirmase a su ego, ya que hacerlo sería un estúpido intento de injertar una segunda cabeza carente de utilidad sobre su cuello.
Siempre que alcanzamos el estado de perfecto conocimiento de no-ego, nos damos cuenta que es imposible describirlo. La situación es bastante parecida a un observador que mira a alguien beber un vaso de agua. ¿El agua estaba caliente o fría? El observador no puede decirlo, sino el que se está bebiendo el vaso de agua. Si el observador no está de acuerdo, ¿pueden discutir sobre ello? No. Tal discusión sería fútil. El Maestro Chan Lin Ji solía decir, "Esgrimir con maestros de esgrima. Discutir poesía con poetas." Una persona que ha alcanzado el estado de no-ego puede comunicar su experiencia solamente a alguien que la haya alcanzado.
Pero, ¿qué pasa después de la Iluminación?
Después de la Iluminación, experimentamos la aventura del Gran Bodhisattva. En nuestras meditaciones entramos en el domino de Guan Yin. Este es el mundo más maravilloso de todos.
Pero después de esto, el practicante consumado debe separarse del Chan, obtener el título, por así decirlo, y ser lo que haya planeado convertirse: una persona que parece ser bastante común, solo otra cara entre la multitud. ¿Quién adivinaría que su rostro es un Rostro Original? ¿Quién adivinaría que esa persona ha sido una persona, dos personas y tres personas, y ahora es de nuevo una persona, una persona que vive la vida del Yo Búdico? Nadie lo puede adivinar con solo mirar.
Y así, el problema final con el que el practicante se enfrenta, es el de penetrar realmente en el Vacío sobre el que tanto gusta teorizar a los principiantes. Debe lograr la "no-mente". En vez de proceder en una única dirección, tiene que expandirse en todas las direcciones, o como Han Shan (Montaña Fría) diría "hasta el infinito". En Chan también llamamos a esto "dejarse caer del poste de cien pies".
El Chan es un resbaladizo poste de cien pies. Es difícil de subir. Pero una vez que un practicante se encuentra sentado en lo alto, ¿qué es lo próximo que debe hacer? Dejarse caer. No puede aferrarse al Chan. Ha descubierto lo que significa estar sin ego, pero ahora debe vivir los resultados de ese descubrimiento. Sus acciones no pueden ser premeditadas y artificiales. Y de este modo alcanza la espontaneidad y se hace uno con la realidad. No necesita luchar por más tiempo.
De este modo, alcanzar el Chan es la difícil tarea de cuando empezamos; y dejar ir al Chan es la difícil tarea de cuando terminamos.
La mujer u hombre de Chan no se sientan en lo alto del poste de cien pies y se quedan mirando su diploma de Iluminación. Lee el diploma, grita "¡Kwatz!", y agita el diploma a los cuatro vientos. Después salta del poste hacia el infinito.
Queridos amigos, aunque muy variadas puertas del Dharma conducen a la iluminación, el Buda, los Seis Patriarcas, y todos los Antepasados Chan, están de acuerdo en que la más maravillosa de las puertas es la Puerta del Chan.
Capítulo 6 – Dificultades
A veces la enseñanza del Chan puede ser tan frustrante como su aprendizaje.
Hubo una vez un Maestro Chan que se encargó de la instrucción de tres novicios. Les explicó la necesidad de la disciplina espiritual y les ordenó que, empezando en ese mismo momento, observaran la regla del silencio absoluto. Después, sosteniendo su dedo en sus labios, les ordenó que fueran a sus habitaciones.
El primer novicio dijo, "¡Oh, Maestro, déjeme decirle lo agradecido que estoy por recibir su instrucción!"
Tras lo cual el segundo novicio dijo, "¡Tonto! ¿No te das cuenta de que hablando has roto la ley del silencio?"
Y el tercer novicio levantó las manos, en un gesto de desesperación, y se lamentó, "¡Señor! ¿Soy aquí la única persona capaz de seguir órdenes?"
A veces miramos alrededor y suponemos que nadie evalúa nuestros valores morales. Somos como esos tres novicios. A menudo, como ese primer novicio, decimos que queremos aprender pero verdaderamente no ponemos atención en lo que nuestros libros o maestros nos dicen. O como el segundo novicio, comprendemos las reglas pero pensamos que solo se refieren a los demás. O como el tercer novicio, clamamos alabanzas toda vez que hacemos lo que suponemos debemos hacer.
A veces compartimos las frustraciones de ese Maestro Chan.
Quizás veamos desatención, holgazanería, frivolidad o satisfacción intelectual. Peor aún, podemos ver personas que son hipócritas consumadas - gente que finge que sus intereses son puramente espirituales mientras que en realidad son una amalgama al noventa y nueve por ciento de orgullo, codicia y lujuria.
Ante esta situación levantamos nuestras manos consternados y concluimos que la Edad de Oro del Chan se ha terminado. Hemos llegado demasiado tarde. No hay esperanza para el Chan. Llegamos justo a tiempo para el funeral. Cada época piensa que por poco no ha sido incluida en la Edad Dorada de la Iluminación.
El Maestro Yong Jia, que estudió bajo el Sexto Patriarca Hui Neng, estaba preocupado por el futuro del Chan. Se desesperó por la abundancia de hombres mundanos y la escasez de seguidores sinceros del Buda Dharma. "¡Ay! - gritó en su Canción de la Iluminación - En este tiempo de decadencia y diablos mundanos, nadie quiere someterse a la disciplina. El Periodo Santo ha terminado y ha comenzado la Era de la Perversión."
Entonces, el Maestro Yong Jia, por todas sus preocupaciones sobre estar en una era de oscuridad, se las arregló para alcanzar la iluminación en muy poco tiempo. Tuvo lo que llamarían una "Sensación Nocturna". De hecho así es como Hui Neng se refirió a él. "¡El Iluminado Nocturno!" La lámpara del Maestro Yong Jia ardió durante largo tiempo en lo que se suponía era un periodo de oscuridad.
El Maestro Wei Shan que nació en 771 y murió en 863, vio el final de su vida terrenal justo cuando finalizaba la Edad de Oro de la Dinastía Tang. El Maestro Wei Shan se lamentaba con frecuencia, "¿No es lamentable que hallamos nacido al final del Periodo de la Iluminación?" Se desesperaba por la abundancia de hombres mundanos y la escasez de seguidores sinceros del Buda Dharma. ¡Cuánto deseaba haber nacido antes! Verdaderamente tenía miedo que no hubiera nadie para ocupar su lugar.
Pero vamos a tomarnos un momento para recordar como empezó a llamársele Wei Shan a Wei Shan.
El nombre original de Wei Shan era Ling You y era de la Provincia de FuJian. Estudió Chan bajo el Maestro Bai Zhang Huai Hai.
Ahora bien, el Maestro Bai Zhang Huai Hai había nacido a mediados de la Dinastía Tang; pero también se desesperó por la abundancia de hombres mundanos y la escasez de seguidores sinceros del Buda Dharma.
Bai Zhang Huai Hai estaba tan preocupado sobre el estado del Chan que decidió solventar el problema construyendo un nuevo monasterio en el Monte Wei, Wei Shan, que está en la Provincia de Hunan. Naturalmente, ya que pensaba que había disponibles tan pocos hombres que hubiesen alcanzado la iluminación, supuso que tendría que ir allí y hacer el trabajo por él mismo.
Un día mientras estaba intentando imaginarse cómo llevar a cabo esta proeza, el viejo asceta-adivino [vidente] Si Ma, le hizo una visita.
"Deme su consejo - le pidió Bai Zhang Huai Hai-. Primero, ¿qué piensa acerca de construir un nuevo monasterio en el Monte Wei?"
"Excelente idea - dijo Si Ma -. Es un sitio ideal y puede fácilmente mantener una comunidad de mil quinientos monjes."
Bai Zhang Huai Hai estaba encantado de escuchar esto. Pero entonces Si Ma añadió, "No se haga a la idea de ir allí usted mismo. La montaña es joven y fuerte, y usted es viejo y débil. Tendrá que enviar a algún otro."
¿Pero quién? Bai Zhang Huai Hai no se podía imaginar que alguien de por allí pudiese remplazarle.
Si Ma intentó ayudar. Dijo, "Vamos a ver, ¿a quién tiene disponible?"
Así que, uno por uno, Bai Zhang Huai Hai llamó a todos sus monjes. Naturalmente, comenzó por el monje prior.
Si Ma echó un vistazo al monje prior y sacudió su cabeza, rechazándolo. Continuó rechazando a cada uno de los candidatos hasta que finalmente fue el turno de Ling You. Cuando Si Ma vio a Ling You, dio su aprobación inclinando la cabeza. "¡Este es el hombre! -dijo- Envíalo a Wei Shan."
Al monje prior no le gustó mucho este juicio y le pidió al Maestro Bai Zhang Huai Hai que afirmase su decisión mediante un examen, esto es, dejar que cada candidato demostrase activamente la profundidad de su Chan.
Así que Bai Zhang Huai Hai organizó una prueba. Puso un cántaro en medio del suelo y uno por uno invitó a sus monjes a venir a la habitación y a responder a la pregunta: "Sin llamar a este objeto un cántaro, ¿cómo debería llamársele?"
Vino el monje prior, miró el cántaro, pensó durante un minuto y entonces respondió, "Bueno, no se le puede llamar una cuña." Bai Zhang Huai Hai se decepcionó. Esta respuesta evidentemente artificial mostraba que el monje prior se estaba acercando al problema demasiado intelectualmente. Seguía demasiado enredado con los nombres y las formas.
Todos los candidatos dieron una respuesta insatisfactoria hasta que, finalmente, fue el turno de Ling You. Ling You llegó a la habitación, y cuando Bai Zhang Huai Hai le preguntó, "Sin llamar a este objeto un cántaro, ¿cómo debería llamarse?" Ling You dio espontáneamente tal patada al cántaro que lo hizo añicos contra la pared. Bai Zhang Huai Hai echó hacia atrás su cabeza y se rió. Si Ma tenía razón. Ling You era en efecto el hombre. ¿Un cántaro? ¡Se acabó el nombre! ¡Se acabó la forma!
Así pueden ver que a veces los profesores también necesitan aprender una lección. Bai Zhang Huai Hai pensaba que los gloriosos días del Chan pertenecían al pasado. Estaba equivocado. Ling You fue a la montaña y fundó un monasterio, y esto es por lo que se le terminó llamando Gran Maestro Wei Shan.
Más de mil años han pasado desde esa prueba y los maestros se siguen desesperando por la abundancia de hombre mundanos y la escasez de seguidores sinceros del Buda Dharma.
Tomen mi propio caso. Cuando era joven, la mayoría de los monasterios en la zona sur de los tres ríos fueron destruidos durante varias rebeliones. Muchos monjes de las montañas Zhong Nan vinieron al sur, andando, para ayudar a reconstruir estos monasterios. ¿Qué tenían? Nada. Llevaban una calabaza, una pequeña cesta y la ropa a su espalda. Eso era todo. Todo el mundo se preguntaba que era todo lo que podían hacer en la tierra. Pero hicieron el trabajo. Reconstruyeron los monasterios.
Tiempo después estos monasterios florecieron y se necesitaron más monjes, nuevos monjes comenzaron a llegar. Venían en carros, utilizando bastones y palos sobre sus hombros para transportar todas sus posesiones. Y todo el mundo pensó, "Oh, son demasiado mundanos. No harán nada." Pero lo hicieron.
Y ahora, cuando viajo a algún lugar y veo monjes tomar trenes y aviones con su equipaje de cuero, me encuentro diciendo, "Oh, son demasiado mundanos. No lograrán nada." Pero lo harán, ¿no? Ustedes lo harán, ¿no?
Capítulo 7 - Respiración y postura
Aunque podemos hacer muchas meditaciones mientras caminamos o trabajamos, cuando nos sentamos formalmente a meditar debemos ser cuidadosos en mantener una actitud reverente, en sentarnos y respirar correctamente.
Queridos amigos, aunque pueden derivar muchos beneficios de nuestros esfuerzos, la meditación es un ejercicio espiritual, no un régimen terapéutico. No meditamos para contrarrestar alteraciones fisiológicas o para ayudarnos a hacer frente a las frustraciones del ego. Meditamos para trascender el ego-conciencia y realizar nuestro Yo Búdico. Nuestra intención es entrar en el Nirvana, no hacer más tolerable la vida en el Samsara.
Esta instrucción puede ser desconcertante, lo sé. Mucha gente piensa que está meditando cuando alcanza un estado de paz y tranquilidad. Les hace mucha ilusión practicar debido a la hora de paz y tranquilidad que les proporciona. Pero el quietismo no es meditación. Acorralar un caballo salvaje no le hace manso ni reaccionar a las riendas. Puede reposar durante un rato y parecer tranquilo. Incluso puede comenzar a pacer. Pero cuando se abra la puerta se escapará tan salvaje como siempre.
Saben, en Nan Hua Si, el monasterio del Sexto Patriarca, una vez hubo un monje que empleaba unas horas cada día en sentarse tranquilamente sobre su cojín, disfrutando de la paz y tranquilidad que le traía. Pensaba que estaba meditando. Hui Neng, el Sexto Patriarca, dándose cuenta del error del monje se acercó a él. "¿Por qué dedicas tanto tiempo a tu cojín cada día?" le preguntó.
El monje levantó los ojos sorprendido. "Porque quiero hacerme un Buda", respondió."
Hui Neng sonrió. "¡Hijo mío" dijo, "¡puedes hacer un espejo puliendo un ladrillo antes que hacerte un Buda sentado en el cojín!"
Deberíamos recordar siempre este intercambio entre un gran maestro y un monje equivocado.
Antes de entrar en un estado meditativo siempre estamos despiertos y alertas. Nuestras mentes, liberadas de las solicitudes externas, se centran en nuestro ejercicio de meditación. Después de haber tenido éxito en alcanzar el estado meditativo estamos, normalmente, bastante eufóricos. El vértigo alegre es experimentado por practicantes de todas las religiones. Se llama Enfermedad del Chan, Intoxicación de Dios, o Locura Divina. El quietismo no produce euforia. Produce una inactividad parecida a la de un zombi que no tiene nada que ver con el Budismo Chan o cualquier otra religión, excepto, tal vez, el vudú.
Nunca deberíamos comenzar un ejercicio de meditación si estamos excitados o inquietos. La mente y el cuerpo deben llegar a un estado relajado. Si estamos enfadados, la introspección y la aplicación de los principios Budistas, particularmente los del perdón y la aceptación, pueden ayudarnos a recobrar nuestra compostura; pero si nuestra angustia persiste debemos rogar por orientación o buscar consuelo para resolver nuestros problemas antes de sentarnos a meditar.
Si nuestra agitación es meramente una condición temporal, debido quizás a estar agitados o fatigados, deberíamos seguir el método de la "vara de incienso de solo media pulgada". Simplemente nos sentamos en silencio y miramos como arde la vara de incienso durante media pulgada. Si en este tiempo no hemos recuperado nuestra compostura, deberíamos terminar la sesión de meditación. Siempre podemos intentarlo más tarde.
Asimismo, nuestra respiración debe ser suave y rítmica. Ocasionalmente, mientras estemos practicando meditación, pueden nacer pensamientos perturbadores o nos puede costar respirar debido a que estemos realizando incorrectamente una técnica de respiración. De nuevo deberíamos seguir el método de la "vara de incienso de solo media pulgada", y permitir que nuestra mente y nuestra respiración se asienten antes de continuar la práctica.
La postura
Una postura natural, relajada pero recta, es la mejor postura. Nos sentamos sin rigidez ni dolor. Esto es muy importante. El dolor inicia una respuesta de alarma, una emergencia percibida que hace aumentar el latido del corazón y la presión de la sangre en el cuerpo; y bajo tales condiciones, la meditación es imposible. Sin embargo, alguien que pueda sentarse fácilmente en una postura más formal como la posición del loto, puede utilizar esta postura para obtener una ventaja.
Por supuesto debemos sentarnos de forma erguida para que de este modo nuestros pulmones puedan expandirse completamente. No podemos dejarnos caer ni hacia adelante ni hacia los lados. Si nos encontramos al borde del sueño, deberíamos espabilarnos con unos pocos tragos de té, balanceándonos de lado a lado unas pocas veces, y tomando unas pocas respiraciones profundas.
El fracaso en el control del cuerpo, de la mente y de la respiración, puede producir pequeñas lesiones como malestar emocional o físico, o grandes lesiones, como distensiones musculares u horrendos encuentros con demonios alucinados que, creo que todos podemos estar de acuerdo, son los eventos más dolorosos.
Ejercicios respiratorios
Antes de comenzar cualquier técnica de meditación formal, es absolutamente necesario obtener el control de la respiración.
Hay dos aproximaciones básicas al control de la respiración: desestructuradas y estructuradas. En ambos métodos los pulmones son comparados a un fuelle. Cuando deseamos llenar un fuelle con aire, separamos los mangos. De la misma forma, cuando deseamos inflar el pecho, comenzamos por extender el abdomen, empujándolo hacia afuera, separándolo de la columna vertebral como pensando que estamos apartando los mangos de un fuelle. Cuando exhalamos, primero dejamos que el aire se escurra y entonces contraemos lentamente el abdomen, exprimiendo el aire que queda en los pulmones como si estuviésemos cerrando el fuelle.
Nuestra intención debería ser siempre la de respirar de manera tan sutil y no forzada, que si alguien pusiera una pluma de avestruz ante nuestra nariz, no la agitáramos ni al aspirar ni al exhalar.
1. En la respiración desestructurada, bajamos la mirada y simplemente seguimos la respiración, contando diez respiraciones seguidas. Si perdemos la cuenta, simplemente comenzamos de nuevo. Cuando completemos diez cuentas o ciclos de respiración, simplemente comenzamos de nuevo.
Comenzamos centrando nuestra atención en la inspiración, fijándonos como el aire entra en la nariz, desciende por la garganta y llena los pulmones. Vemos mentalmente expandirse el pecho y levantarse los hombros.
Cuando nos preparemos para exhalar, tomemos nota de la cuenta; y entonces veremos como el aire se escurre de nuestros pulmones hacia la nariz. Nos damos cuenta de que nuestros hombros se relajan y caen, y también de que nuestros pulmones se vacían. Cuando completemos la exhalación, observamos contraerse nuestros músculos abdominales. Con práctica, todos los músculos de nuestro abdomen, ingle y nalgas se contraerán para hacer salir el aire residual de los pulmones.
Por la misma razón, es más fácil contar ciclos de respiración cuando comencemos a exhalar que cuando comencemos a inhalar. Pero cada uno de nosotros es diferente. Contar inhalaciones o exhalaciones es un asunto de elección personal.
2. En la respiración estructurada, inhalamos, retenemos la respiración, exhalamos y, o bien comenzamos un nuevo ciclo, o bien mantenemos los pulmones vacíos antes de comenzar otro ciclo de respiración. La cantidad de tiempo que destinamos a cada parte del ciclo depende de la fórmula particular que sigamos. Ya que la capacidad de los pulmones varía de individuo a individuo, no puede ser suficiente una única fórmula. Los practicantes pueden escoger entre las variadas proporciones:
a. La proporción 4:16:8, requiere que la inhalación tome 4 cuentas, que la retención tome 16 cuentas, y la exhalación tome ocho cuentas.
La proporción 4:16:8:4 requiere un periodo adicional en el que los pulmones quedan vacíos durante cuatro cuentas. Esto es más difícil, pero muchos practicantes la encuentran más propicia para alcanzar estados meditativos profundos.
Normalmente, un segundo por cuenta es la cadencia prescrita. Sin embargo, hay quien tiene gran dificultad en mantener su respiración, por ejemplo, durante dieciséis segundos. Estos individuos deberían entonces mantener su respiración simplemente durante doce segundos. Con práctica alcanzarán rápidamente la cuenta de dieciséis. Si doce también es muy difícil, entonces pueden probar con ocho y trabajar hasta llegar a doce, y después a dieciséis.
b. La proporción 5:5:5:5 u otras cuentas igualadas similares también son muy efectivas. Los principiantes pueden encontrar más fácil eliminar la cuenta final de mantener los pulmones vacíos.
La intención de todos los ejercicios de respiración es establecer una respiración controlada y rítmica.
Resistiendo el impulso de abandonar
Por una razón que nadie ha podido determinar aún, a menudo encontramos que cuando nos sentamos a meditar nuestro cojín se convierte en una montaña de hormigas. Los principiantes en Chan experimentan con más frecuencia esta misteriosa transformación del cojín, pero antes o después nos sucede a todos. Comenzamos a retorcernos y la única cosa en que podemos pensar es en marcharnos de ese sitio que provoca comezón.
Cuando nos sentamos por primera vez, estamos llenos de buenas intenciones. Planeamos hacer un programa completo - como mínimo, veinte ciclos de respiración. Pero después, tras cuatro o cinco ciclos, nos damos cuenta de que estamos sentados sobre una montaña de hormigas y tenemos que cortar nuestro corto programa.
A veces no hay hormigas ahí. Pero todos nos acordamos de repente de muchas cosas importantes que hemos olvidado hacer; ordenar los libros de nuestra biblioteca; comprar fideos para la cena de mañana; leer el periódico de ayer. Claramente estas cosas deben ser atendidas y así, con gran pesar, nos levantamos de nuestro cojín.
Queridos amigos, ¿cómo podemos mantener nuestras buenas intenciones? ¿Cómo podemos prevenir nuestra resolución de dimitir tan drásticamente?
Primero debemos reconocer cómo nos estamos engañando a nosotros mismos. Saben, hay una vieja historia en Chan sobre un rico que contrajo una enfermedad y estaba en gran peligro de muerte. Así que hizo un pacto con el Buda Amitaba. "Perdona mi vida, Señor, y venderé mi casa y le daré a los pobres todo lo que obtenga de su venta." Toda su familia y amigos le escucharon hacer esta promesa. Entonces, milagrosamente, comenzó a recuperarse. Pero a medida que su condición mejoraba, su resolución empezó a disminuir; y cuando estuvo completamente curado, se preguntaba por qué habría hecho tal promesa. Pero ya que todo el mundo esperaba que vendiera su casa, la puso en venta.
Además de la casa, sin embargo, vendía el gato de la casa. Vendió su casa por un total de diez mil y una monedas de oro. Pero una promesa es una promesa, así que le dio una moneda de oro a los pobres. Esto fue por lo que vendió la casa. El gato, como veis, era un gato muy costoso. Cuando no queremos hacer algo, las cosas triviales se hacen muy importantes. Un gato tiene un valor de diez mil veces el de una casa.
Todos deberíamos recordar a este hombre siempre que tengamos el deseo de saltar del cojín. Todos deberíamos recordarlo siempre que decidamos cortar repentinamente nuestro programa antes de haberlo finalizado. Pero si no nos disculpamos de realizar nuestra práctica, no deberíamos permanecer en nuestro cojín debido a nuestro sentido de culpabilidad.
A veces la gente actúa como si estuvieran haciendo un gran sacrificio cuando realizan su práctica de meditación. Piensan: "Lo haré y lo terminaré de una vez". Pero esta no es la actitud adecuada. El tiempo que empleamos en la meditación debería ser el tiempo más maravilloso de nuestro día. Debemos apreciar este tiempo.
Queridos amigos, estén agradecidos por el Dharma de Buda. Estén agradecidos por los Tres Tesoros. No olviden el refugio eterno que existe para todos en el Buda, en el Dharma y en la Sangha. Den las gracias a la Lámpara que nos lleva desde la oscuridad hasta la luz.
Capítulo 8 - Perseverancia e Iniciativa
En cierta ocasión, un señor de la guerra que regresaba a casa tras una exitosa campaña militar, se detuvo en un monasterio. Fue a visitar al abad que era un antiguo profesor suyo.
El abad y el señor de la guerra estaban sentados en el patio charlando agradablemente y bebiendo té, cuando fueron distraídos por una discusión entre un novicio y un monje veterano. El novicio se quejaba de que la técnica de meditación que le había dado el monje veterano era inefectiva e inútil. "No puede enseñarme a concentrarme y mucho menos meditar – gritó el novicio. Deme una técnica más fiable."
Observando que la discusión estaba afligiendo a su viejo maestro, el señor de la guerra se levantó y dijo, "Por favor, Maestro, permítame ayudar a este joven." Cuando el maestro asintió con la cabeza, el señor de la guerra llamó a seis de sus arqueros.
Entonces el señor de la guerra llenó su taza de té hasta el borde y se la dio cuidadosamente al novicio. "Toma esta taza de té – ordenó – y sin derramar una sola gota, llévala al rededor de toda la periferia de este patio."
Cuando el novicio cogió la copa, el señor de la guerra ordenó a sus arqueros: "¡Seguidle! Si derrama una sola gota, ¡disparadle!" Los arqueros tensaron sus arcos y comenzaron a caminar detrás del novicio que, durante los veinte minutos siguientes, aprendió a concentrarse.
Queridos amigos, no hay substituto para la determinación. La Iluminación es un asunto serio. Nunca se puede alcanzar con una actitud despreocupada o negligente. Deben estar determinados a tener éxito y deben ser firmes en su determinación.
Aunque parezca mentira, tener éxito en meditación tiene los mismos requerimientos que el ser sospechoso de un crimen; una persona tiene que tener un motivo, unos medios y una oportunidad. No es suficiente con cumplir una o dos de estas condiciones para ser considerado un criminal sospechoso. Deben cumplir las tres: motivo, medios y oportunidad.
Para ayudarles a comprender esto les contaré varias historias. La primera la he presenciado personalmente.
En el año mil novecientos surgió la famosa Rebelión Boxer contra los extranjeros, ocho potencias extranjeras, provocadas por el ataque de sus consulados, enviaron fuerzas expedicionarias a Pekín. El Emperador Manchú Guang Sui y la Emperatriz Viuda Zi Xi habían apoyado a los Boxers en sus ataques contra los extranjeros, y por eso temieron naturalmente por sus vidas. Disfrazados, huyeron de Pekín buscando la seguridad de la Provincia Shanxi. Yo era miembro de su séquito.
Nadie estaba preparado para el viaje. Habíamos partido tan repentinamente y bajo tales condiciones de emergencia, que no hubo tiempo de aprovisionarse para el viaje. No teníamos nada de comida. Tampoco caballos o dinero.
Como se pueden imaginar, esta situación fue particularmente difícil para la familia imperial. No fue solamente que nunca hubieran experimentado hambre, sino que todos sus caprichos de apetito se habían satisfecho siempre por los manjares más delicados. Y por supuesto, nunca habían caminado a ninguna parte. Sillas de manos y carruajes siempre habían mantenido sus pies a una buena distancia del suelo. Y ahí estaban... ¡intentando pasar por ciudadanos normales!
El primer día caminamos mucho y teníamos un hambre terrible, pero los establos y las cocinas imperiales eran solo un recuerdo continuo.
Finalmente, exhaustos y hambrientos, suplicamos por comida; y un campesino nos complació dándonos parras de boniatos y sobras de comida que normalmente se reservaban para los cerdos.
Pues bien, el Emperador, que estaba completamente débil y destrozado, en realidad nunca antes había tomado comida de cerdo; pero a causa de su mucha hambre pensó en verdad que las parras y las sobras estaban deliciosas. "¿Qué es esta excelente comida?" preguntó; y desde luego se quedó sorprendido al conocer su identidad. "Más, más", dijo y se comió con gusto todo lo que pudo.
No podíamos demorarnos en tomar tan placentera comida ya que, desafortunadamente, estábamos escapando de ocho ejércitos diferentes. Como decían, teníamos que "comer y correr". Apresuradamente nos pusimos en marcha.
Así estaba el poderoso Emperador de China, que anteriormente era llevado a dondequiera que fuese y que nunca comía nada que no fuesen los platos más delicados del gourmet, corriendo el camino y cenando comida para animales. Me imagino que podrán decir que estaba perdiendo las formas... también mentalmente, pues perdió todos sus aires imperiales y parecía encontrarse bien en la simplicidad y humildad de la situación.
Pero, ¿qué fue lo que motivó al Emperador a caminar tan deprisa y comer con gusto tal comida común? Y, ¿por qué descartó su porte imperial? Se lo diré: ocho ejércitos extranjeros querían matarle y él lo sabía. Estaba corriendo por su vida y de repente desarrolló un sentido bastante agudo para distinguir en que era importante esforzarse y en que no.
Tiempo después, cuando se reestableció la paz, se marcharon los extranjeros y el Emperador y la Emperatriz Viuda pudieron al fin regresar a Pekín, él volvió a sus viejas maneras. Se convirtió de nuevo en el importante y poderoso señor. Siempre que sentía la más insignificante muestra de hambre, se atiborraba de delicias; y por supuesto, nunca más volvió a caminar a ningún sitio. Cuando estaba huyendo por su vida, se hizo de acero. Pero ahora era de nuevo estúpido y se echó a perder.
Si hubiera aplicado la misma determinación para huir de los enemigos de su espíritu como el que mostró para huir de los enemigos de su persona, ¿habría algo en este mundo que no pudiera llevar a cabo? Bueno, todos sabemos lo que le sucedió a la Dinastía Manchú.
Queridos amigos, los demonios de la pereza, del orgullo y de la glotonería nunca negocian la paz. Siempre están en guerra. Solamente una determinación feroz puede dominarlos. Y dominados, se echan y esperan a que aflojemos nuestra resolución, pueden estar seguros de que reaparecerán a la primera oportunidad.
Determinación e iniciativa. Son indispensables. No se conviertan nunca en esclavos de la conveniencia y del complacer. Aprendan a adaptarse a cualquier situación que se encuentren. Den la bienvenida con más énfasis a los apuros en vez de a la facilidad. Los apuros se presentan con retos... y es superando estos obstáculos como desarrollarán carácter y habilidad. Los retos son nuestros mejores profesores.
No tengan miedo de fracasar. Inténtenlo una y otra vez. Hay un viejo proverbio que merece la pena recordar: El buen juicio viene de la experiencia, y la experiencia viene del mal juicio.
No permitan que los fracasos les derroten, se convertirán en la base sobre la que seguramente descansarán sus éxitos.
Permítanme que les hable de un hombre humilde que adquirió el nombre poco común de, "Maestro Imperial Pantalones de Dragón".
Una vez hace tiempo – en realidad en la segunda mitad del siglo dieciséis – había un hombre pobre y analfabeto que con devoción deseaba alcanzar la iluminación. Se creía miserable e indigno para convertirse en monje budista, pero con todo fue a un monasterio y preguntó si le dejarían trabajar en sus campos.
Todos los días este humilde hombre trabajaba alegremente desde el amanecer hasta el anochecer. Era demasiado vergonzoso para presentarse y pedir directamente la ayuda de alguien. Simplemente esperaba que observando a los monjes descubriría un método por el cual poder alcanzar la iluminación.
Un día vino un monje de visita al monasterio. Este monje había llegado al punto más bajo de su vida espiritual y estaba viajando por varios monasterios intentando hallar un camino para recuperar su fe. Por casualidad se fijó en el hombre que trabajaba tan alegremente en los campos, y le maravilló el entusiasmo del hombre por el trabajo duro. ¿Qué provocaba en el hombre una vida tan feliz? ¿Cuál podría ser su secreto?
Así que el monje se acercó al hombre y con humildad y admiración preguntó: "Señor, ¿sería tan amable de explicarme su método? ¿Qué práctica sigue?"
"No tengo práctica – dijo el hombre – pero ciertamente me gustaría aprender una. Venerable Maestro, ¿sería tan amable de darme alguna pequeña instrucción?"
El monje visitante vio la humildad y sinceridad del hombre y se conmovió bastante. Dijo: "Ha hecho por mí lo que los maestros no han podido." Y estando verdaderamente inspirado, renovó su voto y su determinación por alcanzar la iluminación en aquel mismo momento y lugar. Entonces le dijo al hombre: "Aunque no puedo darle ninguna instrucción que sea tan valiosa como la que usted me ha dado con su ejemplo, estaría encantando de ofrecerle cualquier consejo que pueda. Le sugiero, Buen Señor, que se esfuerce por comprender el Hua T'ou, "¡Amitaba! ¿Quién es el que ahora repite el nombre de Buda?"
Todo el día mientras trabajaba, el hombre pensaba en este Hua T’ou. Y después, cuando llegó el invierno y no había más trabajo que hacer en el campo, se retiró a una cueva en la montaña y siguió trabajando en su Hua T’ou. Hizo una cama de olorosas espinas de pino. Para la comida recogía piñones y sacaba raíces de la tierra. Con arcilla se hacía un puchero, y después de cocerlo al fuego, podía hervir nieve para hacer té y sopa.
Cerca de su cueva había una pequeña aldea y cuando el invierno se estaba terminando, y la gente agotó sus provisiones, comenzaron a acudir a él rogando comida. Les daba lo que podía y les enseñaba donde estaban los mejores pinos y raíces, pero muchos estaban demasiado débiles para buscar comida. Peor aún, en su hambre todos se volvieron tacaños, egoístas y pocos dispuestos a ayudar.
El hombre tuvo una idea. Sabía lo que hacer. Hizo un gran puchero de arcilla y lo llevó al centro de la aldea. Llenó el puchero con nieve y prendió fuego bajo él. Naturalmente todos los aldeanos vinieron a ver lo que estaba haciendo.
"Hoy – anunció – les enseñaré como hacer sopa de piedra." Todos se rieron. No es posible hacer sopa de piedras. Pero el hombre escogió varias piedras de la falda de la montaña y después de lavarlas cuidadosamente las echó al puchero.
Entonces, del bolsillo de su gastado abrigo sacó unos pocos piñones y algunas raíces secas.
Uno de los aldeanos dijo: "Necesitará algo de sal para la sopa."
"¡Ah! – dijo el hombre – No tengo sal."
"Yo sí – dijo el aldeano – correré a casa y la cogeré."
Otro aldeano dijo: "Sabe, por casualidad tengo un repollo en mi bodega. ¿Le gustaría incluirlo en la sopa?"
Y el aldeano corrió a casa para ir a buscar su viejo repollo.
Otro aldeano le ofreció dos zanahorias secas mientras que otro recordó una cebolla que tenía guardada. Puñados de arroz vinieron de muchas casas.
Unos pocos más de vegetales viejos, un pequeño apio silvestre, un poco de pimienta, y entonces, para el deleite de todo el mundo, el delicioso olor de la sopa llenó el aire.
¡La gente trajo sus cuencos y comió con placer! Había sopa para todo el mundo. Todos estuvieron de acuerdo: "¡Qué hombre más inteligente que es capaz de hacer esta delicada sopa de piedras!" Le agradecieron al hombre su receta, cuyos principales ingredientes eran amor y generosidad.
De nuevo el hombre regresó a su cueva y continuó trabajando en su Hua T'ou, "¡Amitaba! ¿Quién es, él que ahora repite el nombre de Buda?"
Pero se extendió su fama por ser una especie de "chef de sopa de piedra"; y cuando su madre y hermana oyeron hablar de su poder maravilloso, le fueron a visitar, trayendo y ofreciéndole un rollo de fina seda. Pero cuando entraron en su cueva, estaba en un profundo Samadhi, y ni respondía a sus comentarios lisonjeros ni agradecía su regalo. Decepcionadas y enfadadas, su madre y su hermana apoyaron el rollo contra la pared y se marcharon.
Durante trece años vivió en esa cueva y al finalizar este tiempo, su madre murió y su hermana vino sola a llamarlo. Estaba agitada y deprimida, y sentía que su vida no tenía ningún sentido real.
Cuando entró en la cueva se quedó sorprendida al encontrar el rollo de seda apoyado contra el muro exactamente como lo había dejado.
"¿Qué secreto poder tienes que te hace tan independiente de las cosas del mundo?" preguntó su hermana.
"No tengo ningún poder secreto – dijo. Me esfuerzo en seguir la vida del Yo Búdico. Me esfuerzo en vivir el Dharma."
Eso no le parecía a ella mucha respuesta, así que se puso en pie para irse.
"Llévate este rollo de seda contigo – dijo-. Llévate también algo que es más valioso." Y le dio la preciosa instrucción del Hua T’ou. "Todos los días, desde la mañana hasta la noche, repítete a ti misma, ¡Amitaba! ¿Quién es, él que ahora repite el nombre de Buda?"
El Hua T’ou capturó su atención inmediatamente. Incluso antes de marchar había comenzado a hacer progresos espirituales con esto. Sus pensamientos, en vez de estar dispersos y agitados, de repente asentaron la cabeza para centrarse en el Hua T’ou. En vez de estar deprimida y sin rumbo, se había involucrado activamente en la resolución del problema.
El hombre, al ver lo fascinada y encantada que estaba con este método, se dio cuenta de que era tiempo para volver al mundo e intentar ayudar a la gente.
Volvió al monasterio donde anteriormente había trabajado los campos y recibió la ordenación en el Dharma. Pero rehusó vivir en el monasterio. En vez de ello, siguió viaje a Xia Men, una ciudad en la costa sur de la Provincia FuJian, donde construyó una cabaña al borde del camino. Todos los días cogía raíces y vegetales silvestres, y hacía té que ofrecía gratuitamente a los peregrinos y otros viajeros.
Siempre que alguien le pedía consejo sobre cuestiones espirituales, repetía el consejo que le había dado el monje visitante: ¡recomendaba el Hua T’ou!
Entonces, durante el reinado del Emperador Wan Li, la Emperatriz Madre murió, y el Emperador, destrozado por el dolor, planeó una suntuosa ceremonia funeral, una que fuera digna de su recuerdo. Pero, ¿qué sacerdote era digno de conducir el servicio? ¡Era un problema! Hay un viejo proverbio que dice: "La familiaridad es la causa del menosprecio", y el Emperador evidentemente conocía muy bien a los sacerdotes budistas de la capital. No creyó que ninguno de ellos fuera lo suficientemente santo para conducir el sagrado servicio.
Día tras día se enfrentaba con el problema de encontrar un sacerdote adecuado, y entonces una noche su madre le habló en sueños. "En la prefactura de Chang Zou en la Provincia Fujian – dijo – hay un monje que es adecuado para conducir mi servicio funeral." No le dio más información.
Inmediatamente, el Emperador envió oficiales del gobierno a la Provincia FuJian para buscar a los monjes más santos. Y los oficiales, no teniendo mejor juicio de santidad que la que tenían entonces, simplemente cogieron a los monjes más eminentes que pudieron encontrar. Naturalmente, estos monjes estaban encantados de haber sido elegidos para el honor y, naturalmente, los oficiales estaban encantados de haber cumplido su cometido; y de este modo un grupo de oficiales y monjes muy felices regresaban a la capital. Por el camino se pararon en la cabaña del monje para tomar té.
"Venerables Maestros – dijo el monje. Por favor, cuéntenme la razón por la que están tan felices."
Uno de los eminentes sacerdotes no pudo resistir el fanfarronear: "Estamos de camino hacia la capital para conducir los servicios funerales de la Emperatriz Madre."
Esta no le parecía al monje una ocasión para la diversión. Respetaba al Emperador y a la Emperatriz Madre que eran ambos budistas devotos. "Me gustaría ayudadles – dijo – ¿Podría acompañarles a la capital?"
Todos los oficiales y sacerdotes se rieron de él por ser tan tosco. Entonces se burlaron del sacerdote preguntándole incrédulamente, "¿En realidad espera ayudarnos a conducir los servicios?"
"¡Oh, no! – dijo el monje – sencillamente me gustaría llevar su equipaje." "Eso está mejor – dijo el sacerdote. Muy bien, puedes venir en calidad de porteador."
Mientras tanto, el Emperador había ideado una prueba para determinar qué sacerdote de los muchos que había convocado era digno de conducir la ceremonia. Tenía el Sutra del Diamante esculpido en una piedra, y cuando escuchó que los oficiales y sacerdotes se acercaban a palacio, situó esa piedra en el umbral de la Puerta de Palacio.
Tristemente el Emperador vio como, uno por uno, los oficiales y los sacerdotes cruzaban la piedra, charlando unos con otros sobre diferentes cosas que harían para hacer la ceremonia más impresionante.
El monje porteador fue el último monje en acercarse a la piedra. Cuando la vio, a pesar de que no la sabía leer, notó que era, ¡una Escritura Santa! y le preguntó a uno de los sacerdotes, "¿Qué dicen estos caracteres?"
Los sacerdotes dieron la vuelta, miraron hacia abajo y leyeron, "¡Qué! ¡Es el Sutra del Diamante!" dijeron sorprendidos; pero siguieron caminando y hablando unos con otros. El monje, sin embargo, no cruzó el umbral. En vez de ello, se arrodilló ante la piedra, y se quedó fuera de la puerta del palacio.
El Emperador vio todo esto y entonces mandó entrar al monje.
"¡Señor! – dijo el monje – siento desobedecerle, pero no puedo deshonrar estas sagradas palabras caminando sobre ellas."
"Si estuvieras leyendo el sutra, podrías sostenerlo en tus manos sin deshonrarlo, ¿no?" preguntó el Emperador.
"Si pudiera leerlo, Señor, entonces no deshonraría las palabras sosteniéndolas en mi mano."
El Emperador sonrió. "Entonces cruza el umbral caminando sobre tus manos."
Así que el monje dio un salto mortal y entró al Palacio poniendo solo las manos sobre el suelo.
Entonces el Emperador decretó que este humilde monje conduciría la ceremonia funeral. Pero cuando el Emperador preguntó al monje cómo tenía intención de proceder, el monje simplemente respondió, "Conduciré la ceremonia mañana por la mañana. Me hará falta un pequeño altar, un estandarte procesional, algo de incienso, candelabros y fruta para ofrecer."
Esta no era la gran ceremonia que el Emperador tenía en mente. Así que, inspirado por los refunfuños de los eminentes sacerdotes, comenzó a dudar sobre su decisión de permitir al monje conducir los servicios.
Inmediatamente ideó otra prueba. Ordenó a dos de sus más bellas y experimentadas concubinas que fueran a los aposentos del monje y le ayudaran en su ablución para la ceremonia.
Y esa noche, por orden Imperial, esas dos mujeres fueron hasta el monje y procedieron a lavarlo y a masajearlo; pero aunque usaron los ungüentos y perfumes más sensuales, e hicieron todo lo que sabían hacer para estimularlo sexualmente, permaneció impasible ante sus esfuerzos. Cuando terminaron, les dio políticamente las gracias por su amable asistencia y les deseó buenas noches. Las mujeres le contaron esto al Emperador que se tranquilizó enormemente. Ordenó que la ceremonia se celebrara de acuerdo al diseño del monje.
Durante la ceremonia, el monje fue al ataúd de la Emperatriz Madre y dijo, "Míreme, querida Dama, como su propio Rostro Original. Sabed que en realidad no hay dos de nosotros sino solo uno. Piense que no hay nada que conducir y nada que seguir, por favor, acepte mis instrucciones y de un paso para entrar en el Paraíso."
El Emperador oyó esto por casualidad y se consternó de nuevo por la simplicidad del discurso. "¿Es esto suficiente para liberar a Su Majestad, la Emperatriz Madre?" preguntó. Pero antes de que el monje pudiera responder, la voz de la Emperatriz Madre, sonando un poco molesta, resonó por todo el Palacio. "¡Ahora estoy liberada, hijo mío! ¡Inclina tu cabeza y dale las gracias a este santo maestro!"
El Emperador se quedó pasmado, pero tan feliz de escuchar la voz de su madre que sonrió con alegría. Inmediatamente ordenó que se celebrara un banquete en honor del monje.
En ese banquete ocurrió algo extraño. El Emperador se presentó ataviado suntuosamente y cuando el monje vio los pantalones del Emperador, que estaban ricamente bordados con dorados dragones del cielo, se quedó prendado por su belleza. El Emperador le vio mirar fijamente sus pantalones y dijo, "¡Virtuoso! ¿Le gustan estos pantalones?"
"Sí, Señor – respondió el monje. Creo que son muy luminosos y muy bellos. Brillan como lámparas."
"Lo mejor para que la gente te siga" dijo el Emperador; ¡y en el acto se quitó los pantalones y se los dio al monje! Después de eso, el monje fue conocido como "Maestro Imperial Pantalones de Dragón".
Les cuento esta bella historia porque quiero que siempre recuerden estos Pantalones de Dragón y al monje perseverante que los recibió.
Queridos amigos, imagínense que ustedes también visten estos luminosos pantalones y son una lámpara hacia los pies de otros, una luz reluciente que pueden seguir. Recuerden también cómo ese monje se fijó rápidamente en los pantalones del Emperador, otros se fijarán en el suyo. No se rindan a la tentación o a la distracción. Mantengan siempre su Hua T'ou en mente. Nunca se separen de él. Se convertirá en la fuente de su iniciativa.
Y así es como deberían siempre ayudar a los demás, no se permitan nunca convertirse en desamparados.
Recuerden: motivo, medios y oportunidad. ¡Conserven su motivación! ¡Busquen los medios de la Iluminación!
¡Encuentren la oportunidad de practicar! Entonces, cuando alguien pregunta, "¿Quién es culpable del éxito en Chan?", puedan decir, "Yo soy."
Capítulo 9 - Transmisión Sin Palabras
¡Quedarse con el Chan! Esta es la manera más efectiva de alcanzar la iluminación. No se dejen atraer por otros métodos.
Incluso Yong Jia, por confesión propia, gastó un montón de tiempo filosofeando intelectualmente antes de intentar el método Chan con el Patriarca Hui Neng. "En mi juventud – dijo – estudié sutras, shatras y comentarios intentado discriminar sin parar entre nombre y forma. Podría también haber intentado contar los granos de arena del océano.
Había olvidado la cuestión del Buda. '¿Puede un hombre que cuente las joyas de otros hombres hacerse rico?'"
El método Chan es verdaderamente como la espada del Rey Vajra. De un golpe puede cortar la ilusión para alcanzar la Budeidad.
Siempre que pienso sobre los años de práctica que a menudo preceden a la experiencia momentánea de la iluminación, pienso sobre el Maestro Chan Shan Zan. Todos podemos aprender mucho de él.
Shan Zan tuvo un maestro que desdichadamente no estaba iluminado. Uno no puede dar lo que no tiene; y así, sin nada, Shan Zan abandonó a su antiguo maestro para ir a estudiar con el Maestro Bai Zang.
Bajo la guía del Maestro Bai Zang, Shan Zan alcanzó la iluminación y entonces, con afectuoso respeto, volvió a visitar a su antiguo maestro.
El anciano le preguntó, "¿Qué aprendiste después de abandonarme?" Y como estaba iluminado, Shan Zan pudo responder amablemente "Nada, absolutamente nada." Para el viejo, fue una noticia agridulce. Sentía que su estudiante no hubiera aprendido nada, pero estaba feliz de tenerlo de vuelta. "Si quieres, puedes quedarte aquí – dijo."
Así que Shan Zan se quedó y sirvió a su antiguo maestro.
Un día, mientras tomaba un baño, el anciano le pidió a Shan Zan que le restregara la espalda porque la tenía muy sucia. Cuando Shan Zan comenzó a frotársela dijo: "Qué curiosos ventanales de cristal hay en el vestíbulo de su Buda." Su maestro no sabía lo que él quería decir. "Por favor – le pidió – explícame tu comentario."
Mientras Shen Zan continuaba limpiando la suciedad dijo: "Aunque usted no lo pueda ver, su Yo Búdico emana tales rayos luminosos." Esta respuesta confundió al maestro.
Unos días mas tarde, cuando el maestro se sentó bajo una ventana de papel encerado para estudiar un sutra, una abeja comenzó a zumbar por la habitación; y la abeja, atraída por la luz exterior, siguió chocando contra la ventana de papel, intentando salir de la habitación. Shen Zan observó a la frustrada abeja y dijo, "¡Así que quieres salir fuera y entrar en la infinidad del espacio! Bueno, no lo harás penetrando el viejo papel encerado..." Entonces simplemente dijo, "Las puertas están y continúan abiertas pero la abeja rehuye a salir por ellas. Mira cómo se golpea la cabeza contra la ventana cerrada. ¡Estúpida abeja! ¿Cuándo comprenderá que el Camino está bloqueado por el papel?"
Entonces una chispa de luz comenzó a penetrar la mente del profesor. Sintió el más profundo significado de las palabras de Shan Zan. Preguntó astutamente, "Te has ido un largo tiempo. ¿Estás seguro de que no has aprendido nada mientas estabas fuera?"
Shan Zan rió y confesó: "Después de abandonarle estudié bajo el Maestro Bai Zhang. A través de él aprendí cómo detener mi mente discriminatoria... dejar de ser crítico... trascender el mundo del ego. A través de él alcancé la Sagrada Fruta de la iluminación."
Entonces, cuando el viejo maestro escuchó esta maravillosa noticia, reunió a todos los monjes y mandó preparar un banquete en honor de Shan Zan. Estaba muy contento. "Por favor – le pidió a Shan Zan – permite a tu viejo maestro que se convierta en tu estudiante. Por favor, explícame el Dharma... especialmente lo relativo a los baños y las abejas."
Shan Zan rió. "Tu Yo Búdico resplandece en ti aunque no puedas verlo por ti mismo. Siempre es puro y ninguna cantidad de basura puede mancharlo jamás. Además, tus ojos siempre están mirando hacia afuera, fijados en páginas impresas; pero el Infinito no puede ser atrapado por las palabras. Son los libros solamente los que nos ocupan y entretienen en debates. Si quieres liberarte de la ilusión debes mirar hacia el interior. El Camino hacia el Infinito está en la otra cara de tu contemplación. ¡Mira hacia adentro para ver tu resplandeciente y deslumbrante Yo Búdico!"
¡De repente el viejo profesor comprendió! ¡De repente vio su propia Naturaleza búdica! Se excitó tanto que declaró que Shan Zan sería el Abad del monasterio. "¡Quién hubiera pensado que en mi vejez finalmente lo conseguiría! gritó."
Pero esto es lo más bonito del Momento Eterno, ¿no? Caminen fuera del tiempo una sola vez, y todos los años que han gastado en la ignorancia y el sufrimiento retroceden y se alejan en la vaguedad. Solo hay una cosa que parecen recordar. Su propio ‘yo’ viejo se ha ido y todos los viejos amigos, enemigos y familiares, y todas sus viejas experiencias, amargas o dulces, han perdido su poder sobre él. Eran como una película... creíble mientras él estaba en el teatro, pero no cuando salió a la luz de Sol. La Realidad desvanece la ilusión.
En el Nirvana no eres joven ni viejo. Simplemente eres. Y, ¿quién eres? Eso es fácil.
El Buda.
Capítulo 10 - Pang el Seglar
A veces la gente normal tiene la idea de que el significado del Chan es tan profundo que, posiblemente, solo los hombres y mujeres que han sido ordenados en el Dharma pueden penetrar en él. Pero esto no es así. En realidad los sacerdotes sentimos a menudo que estamos más allá de nuestro alcance. Y siempre, mientras chapoteamos en el agua intentando mantenernos a flote en nuestros bonitos uniformes, viene un civil que pasa como relámpago por nuestro lado, nadando como un campeón Olímpico. Un civil como este, fue Pang el Seglar, él habría ganado la medalla de oro del Chan. Ha sido un héroe no solo para cientos de seglares dignos, sino también, lo confieso, para cada sacerdote que alguna vez haya estudiado su estilo triunfal.
Pang el Seglar vivió durante la segunda mitad del siglo ocho, una edad dorada del Chan. Era un hombre culto y de familia – tenía una mujer, un hijo y una hija – y estaba bastante sobrado económicamente como para poder dedicar su tiempo a los estudios budistas.
Tenía la idea de que una persona necesitaba soledad para meditar y estudiar el Dharma, así que se construyó un pequeño monasterio de una habitación cerca de la casa familiar. Iba allí todos los días a estudiar y practicar.
Sus hijos y su mujer también estudiaban el Dharma; pero permanecían en la casa familiar, llevando sus negocios y haciendo sus cosas, incorporando el Budismo a su vida diaria.
Pang el Seglar se sumergió en los sutras y un día se encontró que él también estaba fuera de su alcance. No había aprendido a nadar todavía. Ese día, se marchó enfadado de su cabaña-monasterio y, en humilde frustración se quejó a su mujer, "¡Difícil! ¡Difícil! ¡Difícil! ¡Intentar comprender tantos hechos es como intentar guardar semillas de sésamo en las hojas de la copa de un árbol!"
Su mujer respondió, "¡Fácil! ¡Fácil! ¡Fácil! Has estado estudiando palabras, pero yo estudio la hierba y encuentro al Yo Búdico reflejado en cada gota de rocío."
Entonces, la hija de Pang el Seglar, Ling Zhao, estaba escuchando este chapoteo verbal, así se fue nadando. "¡Dos viejos – dijo – charlando estúpidamente!"
"¡Un momento! -gritó Pang el Seglar- Si eres tan lista, cuéntanos tu método."
Ling Zhao regresó hasta donde estaban sus padres y dijo gentilmente, "No es difícil y no es fácil. Cuando tengo hambre, como. Cuando estoy cansada, duermo." Ling Zhao había dominado el Chan Natural.
Pang el Seglar aprendió mucho ese día. Aprendió tanto que apartó sus libros, cerró su pequeña cabaña-monasterio, y decidió visitar a diferentes maestros Chan para probar su comprensión. Seguía sin poder competir con su propia hija, pero había hecho un gran progreso y se estaba haciendo bastante bueno.
Finalmente llegó a la Montaña Nan Yueh donde el Maestro Shi Tou tenía un refugio monástico. Pang el Seglar fue directamente al maestro y le preguntó, "¿Dónde puedo encontrar a un hombre que no esté apegado a las cosas materiales?" El Maestro Shi Tou alzó lentamente sus manos y cerró la boca de Pang. En este gesto, el Chan de Pang se hizo verdaderamente más profundo. Se quedó en Nan Yueh muchos meses.
Todos los monjes que allí había le observaban y se hicieron bastante curiosos hacia su Chan Natural, su perfecta ecuanimidad. Incluso el Maestro Shi Tou fue movido a preguntarle cuál era su secreto. "Todo el mundo se maravilla con sus métodos, dijo Shi Tou, dígame, ¿tiene poderes especiales?"
Pang el Seglar sonrió y dijo, "No, no tengo poderes especiales. Mi día está lleno de actividades humildes y solo mantengo mi mente en armonía con mis tareas. Acepto lo que viene sin deseo o aversión. Cuando me encuentro con otra gente, mantengo una actitud no crítica, nunca admiro, nunca censuro. Para mí, lo rojo es rojo y no carmesí o escarlata. Así que, ¿qué maravilloso método utilizo? Bueno, cuando corto madera, corto madera; y cuando llevo agua, llevo agua.
Comprensiblemente el Maestro Shi Tou se quedó impresionado con esta respuesta. Quería que Pang se uniera a la Sangha. "Alguien como usted no debería seguir siendo un Seglar – dijo Shi Tou – ¿Por qué no se afeita la cabeza y se hace monje?"
La proposición marcó el final de la estancia de Pang con Shi Tou. De manera clara, no podía aprender más de este maestro. Pang respondió con un simple comentario. "Haré lo que haga", y lo que hizo fue marcharse.
Después subió al peldaño de la puerta del formidable Maestro Ma Zu. Le preguntó de nuevo al maestro, "¿Dónde puedo encontrar un hombre que no esté apegado a las cosas materiales?" Ma Zu frunció el ceño y respondió, "Te lo diré cuando hayas bebido el Río del Oeste de un solo trago."
Cuando comprendió ese comentario, Pang pudo completar su iluminación. Vio que la Mente No-Crítica no era suficiente. Su mente tenía que hacerse tan inmensa como la Mente del Buda; tenía que abarcar todo, el Samsara y el Nirvana, para expandirse hasta el Vació del Infinito. Una mente como ésta, puede beberse el Pacífico.
Pang el Seglar siguió con el Maestro Ma Zu hasta que un día descubrió que tampoco tenía más que aprender con él. En esa ocasión en particular Pang se acercó a Ma Zu y observándole dijo, "Alguien que ha alcanzado la Iluminación le pide que levante los ojos." Ma Zu deliberadamente miró hacia abajo." Pang el Seglar suspiró, "¡Qué bonito toca el laúd sin cuerdas!"
En este punto, Ma Zu había confirmado que no hay diferencia entre los seres humanos, que en realidad eran uno y el mismo individuo. Cuando Pang bajó los ojos, Ma Zu bajó los suyos. No había nadie para poder mirar hacia arriba. Pero entonces, inexplicablemente, Ma Zu lo miró directamente y rompió el encanto, por así decirlo. Así que Pang el Seglar se doblegó y permaneció en obediencia hasta que Ma Zu se puso en pie y comenzó a alejarse. Cuando el Maestro le rozó al pasar, el Seglar susurró, "Échelo a perder, no lo ha hecho ya... tratando de intentar ser listo."
Pang el Seglar había alcanzado la maestría y todos los maestros con que se encontraba lo reconocían. Pero lo que es evidente para un maestro no siempre lo es para un simple monje. Un día de invierno, mientras Pang abandonaba el monasterio del Maestro Yao Shan, algunos monjes jóvenes, que eran desdeñosos de su posición de simple seglar, le acompañaron hasta la puerta principal. Cuando Pang miró fuera vio que estaba nevando. "¡Cuánta nieve! -dijo- Los copos no caen en otra parte." Un monje llamado Quan, que era tan insolente como estúpido, se equivocó completamente en la inteligencia del comentario de Pang, "¿Dónde esperabas que cayeran los copos?"
Entonces, Pang tuvo un buen detalle felicitando a la nieve por no caer en la cocina o en la sala de meditación, que es como decir, por caer donde la nieve se supone tiene que caer - en el patio y los campos, sobre los árboles y caminos. Pang sabía que tendría que caminar una gran distancia en esa nieve de frío cortante, y había aceptado este hecho sin angustia.
Pero Pang no solo tenía la sabiduría de un maestro, también tenía el temperamento. Cuando vio la mofa en el rostro del joven monje, le golpeó.
"¡Cómo osas!" dijo el monje.
"¿Y tú eres un monje ordenado? -preguntó Pang incrédulamente- ¡Serás rechazado en las puertas del Infierno!"
"¿Qué quieres decir con esto?" preguntó el monje.
Pang le golpeó de nuevo. "Quiero decir que aunque tengas ojos, orejas y lengua, estás completamente ciego, sordo, y mudo." Entonces calmadamente salió a la nieve como si fuese la luz de Sol. Le había dado al monje toda una lección.
Pero normalmente era extremadamente amable y paciente con aquellos a quien instruía.
Un día, cuando escuchó a un hombre que estaba intentado explicar el Sutra del Diamante, se dio cuenta de que aquel estaba luchando con el significado de una línea que trataba sobre la no-existencia de la personalidad del ego, "Quizás pueda ayudarle – dijo Pang – ¿Usted comprende que lo que es condicional y cambiante no es real, y lo que es incondicional e inmutable es real?"
"Sí" respondió el comentador.
"Entonces, ¿no es verdad que los egos son condicionales y cambiantes, que el no-ego es el mismo de un minuto a otro? ¿No es verdad que cada minuto que pasa, dependiendo de las circunstancias y las condiciones, adquirimos nueva información y nuevas experiencias así como olvidamos antigua información y antiguas experiencias?"
"Sí" añadió el comentador.
"Pero – pregunto Pang – ¿qué hay en nosotros que es incondicional y permanente?"
"¡Nuestra Naturaleza búdica común! -respondió el comentador, sonriendo de repente, comprendiendo de repente – ¡Solo esto es real! ¡El resto es mera ilusión!" Estaba tan feliz que inspiró a Pang para escribir un poema:
Dado que no hay ni ego ni personalidad
¿Quién está lejos y quién está cerca?
Toma mi consejo y deja de hablar sobre la realidad.
Experiméntala directamente por ti mismo.
La naturaleza de la Sabiduría del Diamante
Es verdad en toda su pureza única.
Los egos ficticios o falsos no pueden dividirla ni ensuciarla.
Las expresiones, "escucho", "creo", "comprendo"
Son simplemente recursos,
Herramientas en las manos del cortador del diamante.
Cuando el trabajo está hecho, termina con ellas.
Pang el Seglar y su hija Ling Zhao viajaron por China cubriendo sus gastos mediante la venta de artículos de bambú que ellos mismos hacían. Envejecieron juntos, convirtiéndose en leyendas de la iluminación. Su última residencia fue una cueva en la montaña.
Pang sabía que había llegado la hora de poner a un lado su carga. Estaba muy cansado y no podía seguir adelante. Dentro de la cueva había una roca en particular donde siempre se sentaba a meditar; tomó asiento y, pensando en fallecer cuando el Sol estuviera justamente sobre su cabeza, envió a Ling Zhao para mirar el momento en que llegaba el mediodía. En pocas minutos, sin embargo Ling Zhao volvió a la cueva sin aliento por la emoción, "¡Oh Padre – gritó – debes venir afuera y ver esto! ¡Ha habido un eclipse de Sol!"
Bueno, era un hecho extraordinario, si es que alguna vez hubo uno. Pang no pudo resistirse a echar un vistazo. Se levantó de su roca de meditación y salió afuera. Miró una y otra vez pero no había ningún eclipse. El mediodía había llegado, eso era todo. Pero, ¿dónde estaba Ling Zhao?
Pang regresó a la cueva y la encontró muerta, su cuerpo sentado derecho en su roca de meditación. "¡Oh, esta chica! – lloró Pang – Siempre me ha llevado la ventaja."
La incineró y entonces, una semana después, él también entró en el Nirvana. Su cuerpo fue incinerado y las cenizas esparcidas en las aguas de un lago cercano.
Capítulo 11 - El Dao Inmortal
Cuarenta y tres generaciones de maestros Chan han pasado desde que el Sexto Patriarca sostuviera en alto la Lámpara del Dharma. Cuarenta y tres generaciones de buscadores han encontrado el Camino, guiados por su Luz.
Sin importar lo ratificada que esté una persona en otro Camino, puede ser guiada por el Chan. Cuando entra la luz del sol por la ventana, no ilumina algunas partes de la habitación dejando otras en la oscuridad. La habitación entera se ilumina por la Verdad del Sol. Así que, una persona, sin importar el Camino que haya escogido, puede recibir los beneficios de la Lámpara del Chan.
Tomen el famoso caso del Dao Inmortal Lu Dong Bin.
Lu Dong Bin era el más joven y más desenfrenado de todos los Dao Inmortales. En realidad, pueden decir que era bastante salvaje. Al menos así es como empezó.
En sus días mortales fue llamado Chuan Yang... un nativo de Jing Chuan que vivió al final de la Dinastía T'ang. Pasó hace más de mil años, pero aquellos días no eran tan diferentes a los nuestros. Si un hombre joven quiere abrirse camino, necesita una educación. En nuestro tiempo, sacaría un titulo en el colegio mayor. Pero en aquellos días tuvo que pasar el temible Examen del Alumno. Si alguien no podía pasar este examen tenía que pensar seriamente en la agricultura.
Bueno, Chuan Yang intentó pasar tres veces el Examen del Alumno, y lo suspendió las tres veces. Estaba frustrado y deprimido. Sabía que había defraudado a su familia, y que tampoco había hecho mucho por él mismo. Fue su propio futuro profesional lo que había condenado.
Así que Chuan Yang hizo lo que haría un joven muy desesperado, comenzó a pasar el rato en vinaterías intentando alcoholizarse hasta morir.
El camino que toma el alcohol tenía la misma dirección para Chuan Yang que para cualquier otro: directamente desde la garganta hasta el estómago. Como dice una vieja expresión, primero Shun Yung bebía vino, después el vino bebía vino, y por último el vino bebía Shu Yung. Shu Yung estaba en muy mal estado cuando el Dao Inmortal, Zhong Li Quan, se encontró por casualidad con él en una de esas tabernas.
El Dao Inmortal se interesó por el joven. "En vez de intentar acortar tu vida con el vino – dijo – por qué no intentas alargarla con el Dao."
En vez de una vida corta y miserable, Zhong Li Quan le ofrecía a Chuan Yang una vida larga y feliz. El ofrecimiento parecía un buen negocio. Chuan Yang podría no tener lo que hacía falta para ser un burócrata gubernamental, pero desde luego tenía todo lo necesario para intentar una alquimia espiritual.
Chuan Yang no tenía otra cosa que hacer con su tiempo así que tenía muchas oportunidades para practicar. Definitivamente estaba motivado. Supongo que comenzaba a darse cuenta de lo lejos que había ido, que había golpeado bajo, por así decirlo. Cuando una persona se da cuenta de que no tiene nada que perder mirando la vida desde otro punto de vista, está más abierto a nuevas ideas.
Así que Chuan Yang tenía la motivación y la oportunidad. Solo le quedaba adquirir los medios. Y eso era lo que Zhong Li Quan le estaba ofreciendo. Le enseñaría las técnicas necesarias.
Chuan Yang puso su corazón y alma al dominio de lo que se conoce como Pequeña Orbita Cósmica, una poderosa práctica de yoga que utiliza la energía sexual para transmutar la escoria de la naturaleza humana en el Oro de la Inmortalidad. Se hizo tan bueno que podía hacerse invisible o aparecer en dos lugares a la vez... eso es bastante bueno.
Un día decidió volar sobre el Monasterio de Chan Hai Hui que estaba situado en la Montaña Lu Shan. Los Santos y los Inmortales pueden hacer eso, saben. Son como pilotos sin aeroplano... o paracaídas.
Mientras estaba volando por allí, observó la cabeza de los monjes Budistas salmodiando y trabajando duro haciendo todas las cosas comunes y ordinarias que los monjes Budistas hacen. Así que para alardear de sus poderes y burlarse de los monjes industriosos, escribió un pequeño y cruel poema en la pared de la torre del campanario del monasterio:
Con la Joya dentro de mi tesoro del Hara,
cada verdad se convierte en mi placer.
Cuando se termina el día puedo relajarme
Mi mente no tiene que preocuparse de obligaciones.
Vuestro estúpido Chan carece de propósito.
Entonces se alejó volando. Todos los días que el Abad, el Maestro Chan Huang Lung, miraba la torre del campanario tenía que leer esa horrible poesía.
Un día cuando el anteriormente llamado Chuan Yang – entonces se le conocía como el Inmortal Lu Dong Bin – estaba volando por las proximidades del monasterio, vio una nube púrpura con forma de paraguas sobre el mismo. Esa era una clara indicación de que algo muy espiritual estaba sucediendo, así que Lu Dong Bin pensó en bajar para echar un vistazo.
Todos los monjes se estaban dirigiendo a la Sala del Dharma así que se disfrazó de monje y les siguió. Pero no podía engañar al viejo Abad Huang Lung.
"No creo que exponga hoy el Dharma – gruñó Huang Lung. Parece que tenemos un Ladrón del Dharma entre nosotros."
Lu Dong Bin dio un paso al frente y arrogantemente hizo una reverencia al Maestro. "¿Sería usted tan amable – le desafió sarcásticamente – de iluminarme al significado de la expresión, 'Un grano de trigo puede contener el universo, y las montañas y los ríos pueden caber en un pequeño puchero de cocina’?" Lu Dong Bin no creía en el estado vacío de no-ego. Aceptaba la falsa creencia de que el ego de alguna forma sobrevivía a la muerte.
Huang Lung se rió de él. "¡Mirad! Un diablo guarda un cadáver."
"¿Un cadáver? -replicó Lu Tun Pin- ¡Ja! ¡Mi ‘calabaza’ está llena con el elixir de la inmortalidad!"
"Por mí puedes arrastrar tu cadáver durante toda la eternidad – dijo Huang Lung – Pero ahora, ¡vete de aquí!"
"¿No puedes responder a mi pregunta?" se mofó Lu Dong Bin.
"Pensé que tenías todas las respuestas que necesitabas – se burló Huang Lung – " Recordó el poema.
Lu Dong Bin respondió con furia. Arrojó su temida espada, el "Diablo Asesino", a Huang Lung; pero el Maestro simplemente señaló con su dedo la espada voladora, y ella, parándose en medio del vuelo, cayó inofensivamente al suelo. ¡El Inmortal estaba pasmado! Nunca se había imaginado que un maestro Chan pudiera ser tan poderoso. Arrepentido, se arrodilló en una muestra de respeto. "Por favor, maestro – dijo – verdaderamente deseo comprender."
Huang Lung se suavizó con él. "Vamos a olvidar la segunda parte del puchero de cocinar – dijo generosamente. En vez de ello, concéntrate en la primera parte. La misma mente que da forma a una disposición de materia que se llama "un grano de trigo" es la misma mente que da forma a una disposición de materia que se llama "universo". Los conceptos están en la mente. 'El estúpido Chan,' como anteriormente has declarado, es en realidad la práctica de vaciar la mente de conceptos, de juicios, de opiniones, de ego." Después añadió, probablemente recordando el poema, "¡Especialmente el concepto de ego!"
Lu Dong Bin meditó la respuesta hasta que de repente la entendió. Durante el tiempo que había discriminado entre él mismo y los demás, entre deseable e indeseable, entre insignificante e importante, estaba dominado por el mundo conceptual, era simplemente un Arbitro de Ilusiones. ¡Nadie en su sano juicio quiere ser eso! Y desde luego el Dao Inmortal no quiere gastar su vida, tampoco toda la eternidad, juzgando entre mentiras, decidiendo cuales son más convincentes que otras.
Pensaba que había dominado mi pequeña mente,
Pero era al revez.
Buscaba oro en el mercurio,
Ilusión fue todo lo que encontré
Mi espada chocó contra el suelo
Cuando Huang Lung señaló la Luna;
Vi la luz, su verdad se abrió paso
Y me salvó al fin.
Desgraciadamente, la Iluminación no le hizo un mejor poeta.
Lo importante es, sin embargo, que Lu Dong Bin, a pesar de ser un Dao Inmortal, pudo beneficiarse del Chan. Apreció tanto las Tres Joyas – el Buda, el Dharma y la Sangha – que en realidad adquirió el título de Guardián del Dharma. Por supuesto, no le fue necesario convertirse y llamarse a sí mismo un Hombre de Chan. La lección íntegra de su Iluminación es que los ‘nombres’ carecen de sentido, así que continuó siendo un Dao Inmortal. Solo que ahora, después de haber entendido tanto, subió inmediatamente a la categoría de los Inmortales; y aunque era el más joven de todos, se convirtió en el más prominente. Bajo su inspirado liderazgo, en el norte la Secta Daoísta realmente comenzó a prosperar. Lu Dong Bin fue llamado el Quinto Patriarca Dao del Norte.
Abajo, en el sur, otro gran Daoísta, Zi Yang, también alcanzó la Iluminación después de leer sutras budistas. Fue conocido como el Quinto Patriarca Dao del Sur,... pero esa es otra historia.
Capítulo 12 - Mo Shan
Muchas mujeres han sobresalido en la práctica del Chan. Muchas han alcanzado la maestría y algunas de éstas, de hecho, han tenido éxito donde eminentes maestros masculinos han fracasado.
Tomen el caso de la Maestra Mo Shan. Siguiendo la costumbre de muchos maestros, Mo Shan tomó su nombre de la montaña en que estaba situado su monasterio. Se hizo bastante famosa por la profundidad de su comprensión del Chan y su habilidad para conducir estudiantes a la iluminación.
El monje Quan Xi, que más tarde se convertiría en el Maestro Chan Quan Xi, había oído hablar sobre el éxito de sus métodos; y después de pasar unos pocos años con no otro que el Maestro Lin Ji - años en que había aprendido mucho pero no había alcanzado la iluminación – Quan Xi decidió visitar a Mo Shan para ver si sus métodos podían ayudarle.
Supongo que Quan Xi había caído víctima de la clase de orgullo que infecta a muchos estudiantes de grandes maestros. Piensan que es mejor ser un discípulo no iluminado de un maestro famoso que ser un discípulo iluminado de uno no conocido. Algunos sienten de la misma forma sobre el sexo. Suponen que un estudiante masculino no iluminado es superior a una maestra iluminada. Pueden llamar a esto Machismo Chan.
De todas formas, el monje estudiante Quan Xi se presentó en el monasterio de Mo Shan con un sentimiento de hostilidad. Era altivo y arrogante, y estaba muy convencido de que era un practicante Chan masculino superior. No se encabritaba y golpeaba su pecho, ni rugía de la forma en que lo hacen los imitadores de monos, pero estaba próximo a esto.
Quan Xi entró en la sala justo cuando Mo Shan estaba tomando su acostumbrado alto asiento de autoridad. Debería haberla saludado humildemente como un suplicante y suplicarle que le aceptara como estudiante; pero no podía postrarse ante una mujer.
Mo Shan lo estudió por un momento, entonces llamó a un acompañante, "¿Qué es, un excursionista o un estudiante suplicante?"
Quan Xi habló alto: "No soy turista. Soy un seguidor del Dharma del Buda."
"¡Ah! – dijo Mo Shan intentando parecer sorprendida – ¡Sigues el Dharma! Dime, ¿cómo has llegado aquí?"
"He entrado caminando desde el camino principal."
"¿Piensas que has dejado el Dharma en el camino, que no puede ser seguido o encontrado aquí?"
Quan Xi no sabía que decir. Hizo una especie de reverencia arrodillada, más para cubrir su confusión que para mostrar su respeto.
Mo Shan apenas estaba satisfecha con esta concesión de arrogancia. "El Dharmakaya no tiene límites que puedas trazar para acomodar tu presunción y tus conceptos – dijo. Así como el Dharmakaya está en todas partes, también están las normas, la Ley, el Dharma del Buda. Ajustarás tu comportamiento y proceder a las normas establecidas. Cumplirás esta condición."
Quan Xi se postró ante Mo Shan de mala gana. Pero cuando se puso en pie no pudo resistirse a preguntar, "¿Cuál es la condición de la mente directiva de Mo Shan?" Estaba solamente practicando con ella verbalmente. Lo que quería saber era si estaba o no iluminada.
Mo Shan sonrió ante su impertinencia. "¿Cuál de los discípulos del Buda pudo ver su ‘usnisa’, la santa protuberancia en lo alto de su cabeza?" Quería decir, por supuesto, que hace falta tenerla para reconocerla; y si Quan Xi no podía ver si ella estaba iluminada era porque él mismo no lo estaba.
"¿Dónde puedo encontrar al hombre que está a cargo de Mo Shan?" replicó con desdén, utilizando Mo Shan con el doble significado de "mujer" y "montaña del monasterio".
"El Uno que está a cargo de Mo Shan ni es hombre ni es mujer." Replicó dándole un poco más de cuerda.
"La persona que esté a cargo debe ser suficientemente poderosa para completar la transformación." Dijo él desafiándola, y de nuevo su machismo escogió lo mejor de su cerebro.
Mo Shan miró deliberadamente a Quan Xi. Lenta y amablemente dijo, "El Uno que está a cargo de Mo Shan no es un fantasma ni un demonio ni una persona. ¿En qué debería ese Uno transformarse?"
¡Quan Xi cogió el mensaje de repente! Se quedó allí durante un momento golpeado por el terror de su atrevida ignorancia. Entonces dejó caer sus rodillas y se postró de verdad ante Mo Shan. Esta vez había comprendido.
Se quedó en el monasterio de Mo Shan durante tres años trabajando como jardinero. Bajo la guía de la Maestra Mo Shan alcanzó la iluminación.
Años después, cuando se convirtió en maestro y tuvo sus propios discípulos, solía decirles, "La Iluminación requiere que el Gran Cazo esté lleno. De mi padre espiritual, Lin Ji, recibí solo la mitad del cazo. Fue mi madre espiritual, Mo Shan, quien me dio la otra mitad; y desde que ella me la dio, nunca más he tenido sed."
Capítulo 13 - Conclusión
Los antiguos tenían los mismos problemas con el tiempo que los nuestros. "Los días pasan como una lanzadera en un telar." Primero un camino, después el otro. De acá para allá, de un lado al otro. A veces decían, "Los días pasan como flechas." Nos quedamos ahí y las vemos pasar rápidamente, preguntándonos adónde van.
En una sesión de enseñanza Chan el periodo de instrucción pasa rápidamente. Al igual que el tiempo, las ideas y las opiniones van y vienen. ¿En qué lado terminará el hilo? Las flechas de la perspicacia pasan por sobre nuestras cabezas. ¿Alcanzará alguna su objetivo? No lo sabremos hasta el gran conteo, al final de la sesión de enseñanza.
En Chan, como en la mayoría de las cosas de la vida, nunca estamos seguros de comprender algo que hemos estado estudiando hasta haberlo comprobado. Los profesores llaman a esta prueba, "Pagar la cuenta." El último día de la sesión de enseñanza, todos los estudiantes se reúnen y el profesor llama al azar a una persona y luego a otra, y así sucesivamente, haciendo toda clase de agudas preguntas. Eso es a lo que llamamos presentarle a un estudiante la cuenta. Tiene que levantarse delante de toda la clase y someterse a la interrogación. "¿Cuánto has aprendido? ¡A pagar!" Los profesores esperan ser pagados con buenas respuestas.
Por supuesto, si en alguna sesión una persona consigue alcanzar la Iluminación, paga la cuenta para todo el mundo. Todos comparten la alegría cuando alguien tiene éxito en alcanzar la Verdad.
Bueno, ¿qué han aprendido de estas lecciones? Puede ser que hayan pagado la cuenta para todo el mundo y hayan obtenido la Iluminación. Puede ser que no estén seguros y necesiten un poco más de tiempo para pensar en ello, para reflexionar sobre estas ideas Chan en su cabeza, para permitir que los pensamientos se asienten un poco y ver lo que tienen. Tómense el tiempo que necesiten - tan solo no dejen de reflexionar. Mantengan el Chan en su cabeza. Redefinan sus prioridades. Cultiven la paciencia.
Un día de verano el Buda decidió dar un largo paseo. Anduvo solitario por el camino, solamente disfrutando de la belleza de la Tierra. Entonces, en un cruce -- de caminos – se encontró con un hombre que rezaba.
El hombre, reconociendo al Tathagata, se arrodilló ante él y lloró, "¡Señor, la vida es en efecto amarga y dolorosa! Una vez fui feliz y próspero, pero a través de artimañas y fraude los que amaba me lo quitaron todo. Soy rechazado y despreciado. Dime, Señor –preguntó – ¿cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de conocer la bendición del Nirvana?"
El Buda miró a su alrededor y vio un mango. "¿Ves ese árbol?", preguntó. El hombre asintió con la cabeza. Entonces el Buda dijo, "Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como mangos hay en el árbol."
Entonces el árbol estaba lleno de fruta y docenas de mangos lo cubrían. El hombre suspiró. "¡Pero Señor – protestó – he guardado sus preceptos! ¡He vivido honradamente! ¿Por qué debo ser condenado a sufrir tanto tiempo?"
El Buda susurró, "Porque así es como debe ser." Y continuó su paseo.
Llegó a otro cruce de caminos y encontró a otro hombre rezando; y este también se arrodilló ante él. "Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa – dijo el hombre. He conocido mucha angustia. Cuando era un niño perdí a mis padres; cuando fui mayor, perdí a mi mujer y a mis lindos hijos. ¿Cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de conocer definitivamente el refugio de su amor?"
El Buda miró alrededor y vio un campo de flores silvestres. "¿Ves ese campo de flores silvestres?", preguntó. El hombre asintió con la cabeza. Entonces el Buda dijo, "Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como flores hay en ese campo."
Viendo tantos cientos de flores, el hombre lloró, "¡Pero Señor! He sido una buena persona. ¡Siempre he sido honesto y justo, no he hecho el mal a nadie! ¿Por qué debo soportar tanto sufrimiento?"
El Buda susurró, "Porque así es como debe ser," y continuó su camino.
En el siguiente cruce de camino se encontró con otro hombre que se arrodilló ante él en súplica. "¡Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa! – dijo el hombre. Días de trabajo bajo el Sol abrasador, noches acostándose sobre la fría y húmeda tierra. ¡Tanta hambre, sed y soledad! ¿Cuántas veces más debo renacer en tal infeliz existencia antes de caminar con usted al Paraíso?"
El Buda miró alrededor y vio un tamarindo. Entonces, cada rama del tamarindo tenía muchos tallos, y cada tallo docenas de pequeñas hojas. "¿Ves ese tamarindo?", preguntó el Buda. El hombre asintió con la cabeza, "Antes de conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como hojas hay en el tamarindo."
El hombre miró el tamarindo y sus miles de hojas, y sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud. "¡Qué misericordioso es mi Señor!", dijo y apoyó su frente en el suelo antes los pies del Buda.
Y el Buda dijo, "Levántate mi buen amigo. Ven ahora conmigo."
Y hasta el día de hoy las semillas de tamarindo son el símbolo de fidelidad y paciencia.
No podemos hacer un contrato con el universo. No podemos decir, "He seguido las normas y las reglas, y por lo tanto tengo derecho a recibir beneficios" ó "He tolerado mucho más de lo que me tocaba de mala suerte. Debo tener algo de buena suerte ahora." El universo no reconoce nuestras frívolas demandas de justicia. Hay héroes que ponen sus vidas a un lado por el beneficio de los demás. No tienen nada de que quejarse. Sin embargo, sabemos que porque ellos no son egoístas caminan en el Paraíso.
¿Y no es este el camino de la felicidad? ¿No es así como entramos al Nirvana? ¿Perdiendo nuestros egos individuales y alcanzado el Yo Búdico universal? El Paraíso viene cuando nos entregamos a él.
Así que cuando se les pregunta, "¿Cuánto han aprendido?", incluso si no pueden ofrecer respuestas específicas, pagarán su cuenta si dicen simplemente, "Por mucho que cueste, seguiré con el Chan. Seguiré intentando librarme del egoísmo y nunca olvidar mantener mi frente apoyada en el suelo ante los pies del Buda."
La humildad y la paciencia son monedas de oro. Y aquí va un consejo: Intenten encontrar un Buda en cada hombre y podrán pagar la cuenta por miles.
¡Cuándo se trata de amar, sean generosos!
Gran Maestro Jy Din Shakya

Final de ‘Las Enseñanzas de Xu Yun o Nube Vacía’
Última Revisión: 18 de julio de 2002
Revisado por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY